Despedida (Clemencia Campos)



Hermel Orozco, Beso de Despedida, 81x65 cm

Mirábanse a la cara, obligados a mirarse a los ojos. Era triste la circunstancia; era una escena melancólica en un banco junto al monumento de La Isla Las Heras; era la foto vestida en sepia, que pronto se haría ceniza en la chimenea de la oscura y antigua cocina.

Había todo detrás de esos ojos…recuerdos, deseos, futuro, razones para no decir adiós.

Dos flores amarillas yacían a su lado mirándolos, entristecidas, cabizbajas, con los pétalos cayendo poco a poco tras sus fuertes suspiros lacrimosos e hipos retumbantes.

Casi sin aire ya… a tientas y a ciegas se toman de las manos, y aunque prometen volverse a ver, lloran como si fuese la última vez; una verdadera despedida, que a gritos, lágrimas, pedía para que fuese aún más real.

Era resbalar con la ayuda del rocío, caer a la corriente del río para ser luego rescatado y abrazado. Y con temor sincero de haber perdido, voltear una botella al vacío para comenzar de nuevo a beber el vino añejo que ayer bebíamos, tiñendo nuestros labios de rojo, tiñendo el recuerdo de lo que fue, en un mañana.

Buscábamos, en común acuerdo, el primer abrazo, el primer beso, que se daría mañana, después de habernos abandonado.

       …porque la idea de matarnos, nos hace bien. ¿Por qué? Porque renaceremos con la sola idea de morir.

Clemencia Campos