martes, 10 de septiembre de 2013

XXXL (Dolores Castaños)


Fernando Botero, Una celebración, (Ilust. Blog)





XXXL 
(Por Lola Castaños quien reside en USA desde 2002 y trabajó de intérprete un tiempo)

Llegué a la recepción de la sección “outpatients surgery” y me dispuse a recibir a mi cliente. Esta mañana haría de intérprete en un procedimiento un poco complicado. Y Juan era el paciente. Cuando lo vi estaba desbordando dentro una silla de ruedas. Lo acompañé a registrarse y el camillero lo dejó ahí. Así que al terminar de entregar papeles y dar datos que eran entrados prolijamente en el “sistema”, tuve que ser yo quien empujara la silla hasta la puerta donde iba a ser ingresado. No soy chiquita ni débil, pero empujar la silla me costó mucho esfuerzo. Juan era enorme y doblemente obeso. Me produjo una instantánea reacción de aprehensión, asco, rechazo y más… “Jesús, que encuentre la manera de respetar a este hombre para darle el servicio de calidad que corresponde”.

Nos pusimos a conversar. Juan se disculpó por ser tan pesado y por haber sido abandonado dejándome a mi empujando la silla. Después me contó su vida entera. Abogado en su país, emigado a USA, respetado en su trabajo y enfermo de un cáncer de hígado terminal. Su hija se había “mal casado” a los 17 años, para huir del dolor de su padre y el marido la obligó a abandonar el colegio sin terminar el secundario y se la llevó a otro país. Así y todo Juan sonreía y la conversación se ponía cada vez más interesante. Su mujer no le daba respiro al teclado del telefonito ignorando nuestra presencia, pero Juan me miraba y profundizaba en nuestra conversación. No esquivaba los temas espinosos, las preguntas “indiscretas” que con cautela le hacía, ni las historias que podrían dejarlo no muy bien parado… Hablamos y hablamos y ya no veía la masa informe y gigantesca de su cuerpo, sino a Juan.

Para cuando fue recibido en el cuarto donde iba a ser intervenido ya nos sentíamos cómodos el uno con el otro. Me paré en la cabecera de la camilla para estar cerca y poder traducirle en el oído apenas hablaran los médicos. Eran tres hombres jóvenes y fuertes (¡gracias a Dios!) y tenían que sacarle líquido del abdomen. El operativo fue largo, aburrido y lento porque tuvieron que esperar pacientemente que el líquido drenara por la cánula. Llenaron 8 botellas de litro, con un líquido turbio que aumentaba la presión interna y le producía mucho dolor al pobre Juan. Con cada litro que salía él se sentía más aliviado. Teníamos tiempo y seguimos conversando…

Me fui cuando ya habían terminado, él tenía que quedarse para estabilizarse un poco, no necesitaba más a la intérprete y yo me tenía que ir a buscar a mi hijo al colegio. Caminaba por el pasillo del hospital dando gracias por haber sabido abrir el corazón para descubrir a Juan; por haber superado los prejuicios y por la lección de vida que acababa de recibir. Y recordaba lo que le había dicho al despedirme: “Juan, busque a su hija, consiga que vuelva a este país y que luche contra el ostracismo que le impone su pareja… aunque duela, ella y Ud. necesitan que ella esté acá a su lado…” No sé si hice bien, pero era lo que pensaba en ese momento.

Seguramente Juan ya dejó esta vida… espero que San Pedro le haya dado unas alas XXXGrandes… parecía ser un muy buen hombre.


Dolores Castaños


XXL (Angeles Smart)

Ron Mueck, Big man, resina polyester, 2000.




“Quien ante el hambre de la humanidad lo pasaba bien, tenía- como estigma- un vientre grueso. Esta justicia estética de Dios hace tiempo que dejó de existir”.
(Max Horkheimer)




Que el modo según el cual nos experimentamos como seres corporales, en cada uno de nuestros gestos y detalles, esté cada vez más atravesado por las relaciones sociales, es una nueva derrota de la vida personal. Y los menos favorecidos –tanto los condenados a una dieta de fideos, pan y papas, como los que encuentran un sucedáneo de la felicidad que se les arrebata en la compulsiva devoración de lo que tienen enfrente- no tienen modo de ocultarlo. Sin embargo peor es la suerte de los privilegiados. Sus cuerpos, que ya ni siquiera puede decirse que son suyos, son aceptados y admitidos por todos. También por ellos mismos, al mismo tiempo que, sin siquiera darse cuenta, se alían en la lucha en favor de su propia negación.  


Ángeles Smart



lunes, 9 de septiembre de 2013

Xilografía: Un Universo en sus Manos (Maximiliano Hünicken Segura)



Max Hünicken, La xilografía de Alberto Durero


     
    
   Ni la más desbocada decrepitud, ni el goteo suntuoso de su pasión, podrán opacar al arte que vive entre gramajes y tacos. Extensas y profundas planchas de madera imprimen el sello. Sí, ese mismo trazo, fuerte y decidido, como el que oscila entre el calor y el frio.  Un universo lleno de hechizos, de grávidas incitaciones, y de un fervor entumecido. La admiración vital de aquello que nos conmueve, la seducción de aquello que nos embebe. Xilografía del amante, que patenta con sonidos diletantes, pinceles tenues de un sabor salvaje. Aromas a boj, a cerezo y a un candente peral. Y así de este modo, Durero recita con su imaginación la siguiente máxima: “Cuídese cada uno de no hacer nada que sea imposible y que la naturaleza no pueda ver; a menos que uno quiera hacer una obra de ensueño y en ésta sí se podría mezclar toda clase de creaciones”*. Elucubraciones de una patencia inventiva, que responde a un minucioso realismo, cuando de observar se trata. Mas nunca alejado de aquel color madera, que incita a la creatividad de una nueva faceta, como también, nunca renegando de su libre fantasía decorativa. En este universo prima una suave sensibilidad para con sus objetos, tacto, olfato intelectual para circunscribir una dosis de afecto. Sus manos están impregnadas de un perfume que tan sólo uno puede advertir en el Renacimiento. Y el tallado de su ingenio trasciende todo tipo de miramientos. Considerando que la pintura yace en la estructura de un sujeto, una propicia intimidad que motiva al autorretrato.  La xilografia de un orbe sostenido por sus manos, grabaciones de una memoria festiva para con su propio hermano. Uno fue a estudiar y perfeccionar su arte, mientras otro pintaba con el sudor de su trabajo, las continuidades de un sacrificio. Perpetuándose la imagen de unas manos que oran. El agradecimiento no conoce de excusas ni de zozobras.
                                                                                            

                                                                                         Maximiliano  Hünicken Segura


*Durero – Dürer, Albrecht, Apud: Svanascini, Osvaldo, El Juicio del Siglo XX, Buenos Aires, Editorial Codex, S.A. 1964, p.64


Xerófilo (Martín Susnik)



http://www.asshai.com/foro/viewtopic.php?p=540810&sid=7933d6d7db7502245470273064f07feb (Ilust. blog)



Se cuenta que cuando el pelandrún de Adán se mandó aquella macana primigenia (hay que ver las cosas que uno hace en el afán de hacer algo “original”), lo que antes era paraíso se transformó en desierto. No son pocos los que consideran la leyenda una patraña y hasta podría parecerlo si no fuera por dos razones que la corroboran: la realidad misma ratifica de múltiples maneras lo que la historia puede tener de cierto, y además es Dios mismo el que cuenta la historia.
Dejemos a un lado el debate que acarrea el segundo punto, por más que en lo personal me haya tocado aprender –a los ponchazos, a veces– a confiar más en lo que Dios dice que en mis elucubraciones. El primer punto no deja de tener su propio valor: la realidad se muestra a veces como algo desértico, lleno de cardos y espinas.
No pretendo caer en un pesimismo que se la quiera de dar de profundo porque significaría olvidar que hay un optimismo que es aún más profundo que esa consternada mirada de las cosas. Pero lo cierto es que tampoco me gusta aquel otro optimismo que es más superficial que esa forma un poco pesimista de ver las cosas. La cuestión es compleja, de todas formas. Porque las cosas mismas son complejas, o acaso porque son demasiado simples para nuestra manera complicada de mirarlas.
Lo cierto es que la realidad, más allá de la riqueza que indiscutiblemente brinda, tiene sus zonas desérticas. A veces el mundo se torna árido y pedregoso, a veces parece que hay una reinante sequía estéril… Obvio que intentamos disimularlo con frondosidades artificiales, pseudofertilidades que servirían para esconder y olvidar algunas sequedades. Que la mayor ciudad dedicada al entretenimiento haya sido construida en medio del desierto tal vez sea, en ese sentido, más que una metáfora. Sin embargo, por mucho que nos empeñamos, nuestras invenciones no alcanzan. Cuando se apagan las luces de neón, el desierto vuelve a revelar su aridez y su oscuridad. Y si las luces nunca se apagan, la aridez se hace peor todavía y la ceguera aumenta la oscuridad.
Pero hay algunas recetas para sobrevivir al desierto. Bien lo saben las plantas xerófilas, que son aquellas que se han adaptado a la vida en un medio hostil por su sequedad. Esas plantas han aprendido a desarrollar un metabolismo hábil en retener, en guardar líquido en su interior, para así sobrevivir. Sus hojas se redujeron a láminas delgadas, para evitar la transpiración innecesaria, o se convirtieron en espinas, que además permiten defenderse de las alimañas que buscan calmar su sed. Sus raíces son largas, para aprovechar las lluvias esporádicas, y profundas, para alcanzar niveles de suelo húmedo.
¿Qué hacer, entonces, cuando la realidad manifiesta su rostro más árido y su aspecto más desértico?

Profundizar en nuestras raíces, para adentrarse en lo que la realidad tiene en su fondo más íntimo y fortalecer a la vez la fidelidad a nuestro propio ser.

Salvaguardar la interioridad y ensanchar nuestra capacidad de albergar; si todo sale para afuera, si no hay capacidad de hospedar cuidadosamente lo bueno que el mundo nos brinda, la vida se hace a la larga imposible.

Transpirar menos, y aprender a quedarnos un poco más quietos.

Y no estaría de más tener algunas espinas para defendernos de los que quieren robarnos nuestra interioridad.

Martín Susnik



Xerófilas (Raúl Lavalle)


http://www.barrameda.com.ar/geografia/argentina-regiones-geograficas-noroeste.htm




Hay plantas que se llaman xerófilas. La etimología no es tan difícil: sumando ‘seco’ y ‘amar’, tal vez designaría a las que viven a gusto en zonas áridas. Una de ellas es el cardón. Creo que en su interior tiene agua. Hasta parece que a veces los caminantes mitigan su sed con ellos. Un poeta los comparó con un pastor quebradeño:

Cada cardón de la falda
se le parece por dentro:
un poco por las espinas
pero más por el silencio.

Los cardones dan madera. La iglesia de Purmamarca tiene los bancos hechos de madera de cardón; algunas botellas de vino se venden, en pares, en cajas de madera de cardón; hay cruces de madera de cardón.
Ojalá me pareciera un poco a ellos, que se arreglan con muy poco y se pasan la vida ayudando. Ahorran en tiempos de vacas flacas y levantan un brazo al cielo, para indicarnos el camino. No nos dan incógnitas sino certezas.

Raúl Lavalle



domingo, 8 de septiembre de 2013

Xenófobo (María Sol Rufiner)









Querido Xenófobo:

                                   He investigado tus notas y encuentro interesante el patrón de círculos que haces.  Es muy importante que los pacientes no se de cuenta de cuando los conforman ni del daño que hacen. Cuida que entiendan muy bien la caridad como ayuda al pobre pero que obvien la ayuda a su prójimo, induciéndolos a que lo vayan de a poco ignorando por completo. Pon, además, especial acento en que se vean a sí mismos como “El Grupo” y que crean que son abiertos, mientras pasan por alto a los demás miembros de la comunidad; especialmente a los nuevos y sobre todo a las que tienen algún talento especial.  Sobre estos últimos es importante que te advierta de que tengas cuidado, ya que son los más peligrosos, si logran infiltrarse a nuestro círculo cerrado, debido a que son los únicos diseñados especialmente por el Enemigo para destruir nuestro ardid y volver abierto nuestro perfecto círculo. Trata de que el grupo note más que nada sus peculiaridades, para que inconcientemente lo vaya relegando en la no mencionada pero tan conocida categoría de “bicho raro”, esto causará un inmediato rechazo tanto para el grupo como para el “bicho raro” y llevará a que nunca pueda llegar a entrar en él, ya que intentarlo le llevará un gran sufrimiento. Habla con su demonio tentador para que del otro lado soporte tu estrategia haciendo ver cuánto lo discriminan y lo dejan de lado; así o deje de intentar entrar en el círculo o abandone su talento especial que era lo que nos preocupaba en primer lugar. Si esto último acontece no debes preocuparte ya no representa una amenaza para nuestro plan y hasta quizás sea una buena adquisición para nuestro círculo.
Espero que estos consejos te sirvan para cada vez ir cerrando más el grupo y así finalmente al igual que nuestro Padre de las tinieblas, se vayan devorando a sí mismos y caigan sin darse cuenta en nuestro poder.

                                                                       Tu cada vez más afectuoso tío Orugario





María Sol Rufiner
            

Xenofobia-Xenofilia (María Paola Delbosco)

Google Crome imégenes. Tribu Omo




Fobia y filia vienen después, la cuestión central es ser xenos: el de afuera, el extranjero, el extraño, el que no sabe las canciones que saben todos, el que no comprende los refranes, el que no recuerda los cuentitos infantiles. Xenos, potencialmente interesante -todo lo diverso nos llama la atención-, pero también potencialmente hostil: hace cosas raras, reacciona distinto, no se sabe qué piensa, qué siente, puede ser origen del mal. Porque el xenos pone en evidencia la parcialidad de nuestras costumbres y de nuestras certezas, así que es un peligro para  las  instituciones  que, sin que nos demos cuenta, rigen nuestra vida.  Su diversidad es entonces un patente desafío a la estabilidad, porque legitima hacer las cosas de otra manera; frente a esto lo más instintivo es ponerse  a salvo en la irreflexiva e ilusoria convicción de la superioridad de lo propio. Así el xenos es percibido como una amenaza de lo inferior, y por eso Xenos y enemigo, huésped y hostil, en varios idiomas tienen una misma raíz. Lo que pasa, en cambio, es simplemente que el xenos, por su sola presencia, nos arrebata la confortable centralidad: nuestro mundo no es el mundo, no hay centro, o por lo menos el centro hay que buscarlo junto con él. Y quizás ese centro esté ahí mismo, a la vista, en su vista: sus ojos miran, interrogan y ofrecen. Nos obligan a dejar el nosotros, seguro y fortificado, para animarnos a un valiente  yo-tú, la relación más humana, el fundamento mismo del ser persona. En ese encuentro queda al descubierto que estamos hechos para responder a la mirada del otro; de la calidad de la  respuesta, de su amplitud y generosidad, de su pacífica disponibilidad depende tanto nuestra propia identidad como el sentido que le damos al mundo entero. Esto lo hemos aprendido de Otro xenos, el Absolutamente Otro, que nos ha enseñado que para el que con su mirada hace existir al otro, en una palabra, para el que ama no hay excluidos.  

Paola Delbosco




Xenofobia – en clave canina (Estanislao Zuzek)






            Daki ya tendría un año largo cuando nos mudamos a la casa que compró uno de los hermanos mayores. Ovejero alemán, paladar negro, ya bien fornido, hizo buenas migas con la perra de enfrente que también tenía una contextura afin, pero con aspecto de mala. Entre los dos terminaron dominando la cuadra que era como su casa. Los vecinos tenían porte libre. Cuando algún visitante – foráneo - se paraba frente a una entrada, para batir las manos o tocar timbre, alguno de los dos se le interponía de espaldas a esa entrada y lo miraba fijo, con cara que podría interpretarse como de pocos amigos. Algún vecino nos advertía de la situación. Alguno de nosotros salía a la calle, lo llamaba y el obediente Daki abandonaba su rol de custodio universal y ‘xenófobo’. ¿O, quizás al revés, que le demostraba confianza, plantándosele delante para recibir alguna caricia y resultaba que el visitante le tenía fobia, es decir, miedo al desconocido?

            Pocos días después de habernos instalado en dicha casa, el matrimonio de la casa de la esquina más alejada partía de viaje y bien largo, según se vio después. Obviamente, no tuvimos oportunidad de entablar con ellos más relación que la del saludo del recién arribado. Unos seis meses más tarde un vecino viene a avisarnos que Daki, en su consabido rol de custodio de la cuadra, no dejaba entrar a ese matrimonio ¡a su propia casa! Claro - pensaría el can - serían forasteros, ¿no? Vía nuestra pronta intervención, y disculpas por medio, todo quedó solucionado satisfactoriamente. Tiempo más tarde un vecino nos confió que durante esa ausencia Daki venía usufructuando asiduamente de la pequeña pileta en el jardín de dicha casa … Natural, pues: ¡Daki estaba custodiando su lugar de bañarse! Con razón esa actitud de rechazo hacia esos bípedos advenedizos que se decían dueños del lugar…

            A las personas ajenas a la cuadra pero que serían “como uno”, no les demostraba más interés que el necesario y discreto, como para manifestar su actitud de alerta. O ni siquiera eso: simplemente las veía pasar, con displicencia. Su actitud cambiaba al pasar personas de apariencia más humilde: armaba escándalo mayúsculo - les ladraba y, por ahí, también las hostigaba. Qué bochorno, puesto que nunca le hemos enseñado tal conducta; jamás. ¿Qué les habrá visto a esas personas? ¿Su andar más apocado, cansino; otro olor de su ropa; quizás hayan tenido alguna experiencia fea con otro can… o, muy probablemente, por considerarlas forasteras no más? ¿Sentimiento de clase?  En definitiva, ésa su fobia nos llenaba de vergüenza… y culpabilidad.

            Era muy compañero, especialmente de nuestra madre. Le hacía compañia tanto dentro de la casa como en el jardín y también salía con ella de compras en el barrio. Ella entraba al negocio y él se tendía en el piso sobre la entrada - atravesado. Por supuesto, las potenciales clientas que aparecían, por miedo a la bestia – ¿fobia? – no se animaban a entrar. Después que algun comerciante le haya reclamado a nuestra madre al respecto, a Daki lo encandenábamos previo a que su ama salía a hacer compras. Finalmente, se acostumbró. Cuando la veía a nuestra mamá con las bolsas de mercado en mano, él mismo se iba con la cabeza gacha hasta su cucha… para dejarse sujetar.

            El cartero del barrio repartía correspondencia siempre con un palo en la mano. Me manifestó que era por los perros que solían agredirlo. Le tendría fobia también a Daki y, creo, que viceversa también. Hasta que un día en su presencia nos estrechamos las manos. La amistad fue sellada y la potencial fobia fue limada para siempre.

            En ciertas circunstancias, misteriosamente las calles del barrio se vaciaban de perros. No se sabe cómo, advertían o se avisaban entre ellos sobre el andar de la perrera en la cercanía. ¡Desaparecían!  En una de ésas, Daki, confianzudo y único en la calle, se les acercó para ver qué pasaba y… ¡zas! un lazo asesino lo ciñó y tiró de él - según testimonio de algun vecino, quizás aliviado por haber desaparecido así de la escena el (¿odiado?) custodio de la cuadra. Su eliminación tan perversa nos dejó acongojados por largo tiempo: desapareció un amigo y compañero fiel, y en especial de mamá. La reflexión que hago ahora es que si en esa ocasión Daki hubiera manifestado hacia esos empleados municipales algo de xenofobia, no se les hubiera acercado y nosotros hubiéramos podido gozar de su presencia por mucho tiempo más. Cincuenta años después, el recuerdo de ese noble perro aun persiste en mí.

Estanislao Zuzek



sábado, 7 de septiembre de 2013

X (Nicolás Balero Reche)


http://tic20berchules.blogspot.com.ar/2011/02/el-mundo-del-algebra.html#!/ (Ilust blog)






La x, la incógnita, lo indefinido, aquello que hay que descubrir.
Como si una fórmula bastara para conocerte. Como si no sorprendieras cada nuevo día, como si cada comentario no fuera un laberinto más en el que ni las alas de cera de Dédalo, ni el sisal de Ariadna pudieran llevarme a la salida.
Descubrirte nueva. Definirte y descubrir que no eras esa, otra vez incógnita. Como si cambiaras cada minuto y pudieras describirte como cualquiera menos la que eras antes.
Como si te descubrieras a vos misma y quisieras permanecer así, “x”. Que ni la matemática, la lógica o el corazón sirvieran para conocer tu resultado.
Tal vez sea yo el que cambia, y vos seas siempre la misma, no lo sé. Al menos sé que no logro descubrirte, no logro reconocerte. ¡Cuántas noches de llanto regalaría por conocerte! Porque ¡cuánto vale la pena conocer tu resultado! Porque alguna vez fuiste una, única, entera, certera, perfecta como te describiría Pitágoras; pero hoy te mantienes incógnita, bella, lejana, indecible, irreconocible.
Cada hora que pasa más me desconciertas, cada vez que me acerco en los algoritmos y argumentos, me agregas nuevas variables que me devuelven al principio de la ecuación. Pero como el filósofo ama la verdad aunque nunca la abarca, yo no puedo dejar de buscarte, tanto que tu incógnita no me deja dormir y sin embargo sé que nunca te poseeré plenamente. Al menos sé que hoy, ya no te tendré.
Porque hoy me di cuenta que creía conocerte y no era cierto. Porque me doy cuenta que no vales lo que creía que valías. Porque ni vos misma conoces tu resultado, quién eres, cómo entenderte. Sólo hay que entenderte… dices; pero tal vez no existan fórmulas para descubrirte. O tal vez no sea lo suficientemente inteligente, o desalmado, para tanto dinamismo. Tal vez, no esté hecho para ti. Tal vez no sea yo quien deba descubrirte y sí algún que otro matemático loco que ande caminando por la vida esperando encontrarte sin saber que te espera.

Nico Balero Reche


Sexo excelente se exije



http://blocjoanpi.blogspot.com.ar/2012/03/va-usted-de-juez-implacable-borja.html




Si alguien conoce el secreto
supongo que me dirá
por qué donde falta el pan
siempre sobran los decretos.
Alfredo Zitarrosa, Milonga más triste

Mi colega ecuatoriano Andrés Donoso me contó que en su país una congresista presentó un proyecto para que la Constitución Nacional garantice el derecho de la mujer al placer sexual (http://www.eluniversal.com.mx/notas/504444.html).
La autora justifica semejante iniciativa en la necesidad de modificar una cultura que –dice- considera a la mujer nada más que como alguien obligado a satisfacer al hombre y a criar hijos.
No me dijo Andrés qué organismo estatal se encargará de asegurar que las beneficiarias efectivamente gocen de ese derecho (la precisión en el uso del verbo no es casual).
Me animo a pronosticar una serie de fenómenos interesantes.
1.      Como se sabe, cada vez que existe el derecho de alguien a recibir algo es porque otro está obligado a dárselo. Y una cultura no se cambia de una día para el otro. De modo que los tribunales recibirán una avalancha de demandas contra maridos, novios y amigos incumplidores. Deberán acondicionarse las salas de audiencia para que la prueba del incumplimiento pueda producirse cómodamente. La ejecución de las sentencias, cuando los condenados continúen recalcitrantes, presentará nuevos desafíos para los oficiales de justicia, que más que obligarlos deberán estimularlos a pagar la deuda.
2.      Deberá la jurisprudencia indicar si los adúlteros pueden exigir o no esta prestación a sus amantes, dado que su derecho podría considerarse que presenta algún vicio de legitimidad.
3.      Cuando los obligados, temerosos de que los demanden, quieran dejar prueba de que han cumplido y llamen escribanos para su comprobación (evito el horrible galicismo notarial constatación), habrá que inventar una forma discreta de hacerlo, pues todavía mucha gente prefiere hacer ciertas cosas en la intimidad, o por lo menos sin la presencia de escribanos.
4.      El Código Civil deberá revisar el principio según el cual los actos jurídicos simulados están permitidos siempre que no perjudiquen a otro. O por lo menos aclarar que no puede reclamarse nada a un varón que ha sido víctima de una simulación y de buena fe cree haber pagado su deuda.
5.      Las asociaciones filantrópicas no deberían tener mayores problemas para reclutar a los voluntarios que vayan a ocuparse de satisfacer las necesidades (caramba, otro verbo bien usado) de esta nueva categoría constitucional de personas carenciadas.
6.      En las cátedras de Derecho Constitucional todos los profesores disputarán el cargo de “jefe de trabajos prácticos”.
7.      La Asociación de Masoquistas Ecuatorianos (paradójicamente, AME) iniciará una class action por discriminación: pretenderá que en la Constitución se reconozca de igual manera el derecho de la gente que busca pasarla mal.
Latinoamérica mostrará así todo su esplendor.
Si usted hizo click en la dirección de Internet que puse en el primer párrafo habrá descubierto que la congresista en cuestión se llama Soledad Vela. Por favor, no espere de mí una sola palabra al respecto.



Marcelo Gobbi



Oxígeno (Joaquín Cuevillas)







Muchas veces siento una imperativa necesidad de escapar. Huir de tantos colores, de tantos ruidos e imágenes, que como soberbios fantasmas me muestran sus facciones exuberantes, grotescas, que pretenden ser bellas. Grandes ojos violetas que me miran sin mirar y solo quieren ser mirados. Sonrisas de dientes agudos y labios tan rojos como la sangre que quieren robarle a mis venas. Son espectros en constante búsqueda del ser que no tienen en sí mismos y que mendigan vorazmente en los demás.
            Me van encerrando. Se meten por mis ventanas y puertas. Saltan haciendo muecas, imitando a los monos, lloran como niños y se pelean como perros hambrientos por mi atención. Siento que me falta el aire y un calor insoportable me sube a la cabeza. Cierro los ojos bien fuerte y tapándome los oídos digo: ¡basta!
Todo calla por dentro. Aspiro el aire que entra ahora en mis pulmones.
            Del silencio brota mi alma.

Joaquín Cuevillas


viernes, 6 de septiembre de 2013

Máxima (Dolores Seeber)




¿Solo no hacer?
¿O no?

¿Solo soltar?
¿O no oponer?
Exponer
¡¡Qué exigencia!!
Qué miedo.   Qué tentación
Fuga.
Atrapar el no
Me ancla.    Me asegura.

Máxima distancia
Máximo abandono
Máxima tensión
Máximo sostén.

Ex    poner
O ...
¡¡¡ Qué exigencia !!!
¿¿Quiero??

Dolores Seeber

Inexpugnable (Mimi Blaquier)


http://animalderuta.wordpress.com/2011/04/06/cerro-11-negros-3137m/



Cerro monte
cerro luz de la tarde
Subo lentamente
el camino que va
hasta el silencio de cumbre
de santuario
Cielo todo entero
aire suspendido
pájaros
Solo un instante basta
para entreabrir el recinto
inexpugnable
Corazón herido
vulnerabilidad entregada
en las palmas de la mano
Solo un instante
luz en los ojos nublados




Mimi B.
31-08-2013

Extraño, Xenos (Jorge Oscar Marticorena)

Cabo Sunion, Templo a Poseidón
http://artigoo.com/cabo-sunion-grecia



En griego, xenos quiere decir extraño.
Mi conocimiento del griego termina ahí nomás.
Pero esta palabra, de pronto, me atrajo…
¿Mis recuerdos de aquella visita a la Acrópolis?
¿La emoción, una vez más reiterada, de ver la realidad de todas esas imágenes halladas en mis libros de juventud que tan profundas  huellas dejaron en mí?
Imágenes dormidas que, de pronto, despertaron ante el Pórtico de las Cariátides, los restos aún estremecedores del Partenón, las ruinas del templo de Poseidón en la cima del cabo Sunion, sumergidas, invadidas, deleitándose aun con su baño de siglos en la luz del Egeo.
Xenos.
Extraño.
Tiene que ver con mi historia:
La sensación de ser un extraño, al salir de la niñez.
La sorpresa, el miedo al percibirme de pronto, a la vuelta de un día, diferente a los demás.
Mi familia era como tantas otras. Mi aspecto era el de tantos otros. Pero no me sentía igual. Ni siquiera semejante.
Eran los años 40. Huí de esa angustia refugiándome en mis fantasías secretas, en una larga historia que iba inventando como en episodios, en momentos en que me aislaba de la realidad y me imaginaba como héroe de las historias de guerra que veía en el cine.
Traté de ser un buen alumno y eso me ayudó a ir abriéndome a la realidad, pero mis intereses siguieron siendo diferentes a los de mis compañeros. Nunca me aficioné a ningún deporte, nunca aprendí a bailar bien, nunca me les animé a las chicas. Tuve pocos y muy selectos amigos.
Todo esto creó en mí la sensación de ser alguien diferente,  un extraño.  Alguien que estaba afuera, en un afuera impreciso, inasible, indescriptible.
Un afuera de cuya existencia solo yo sabía, pero muy poco. 

Quizá lo único cierto era esa  desazón que me invadía, al entrar a algo, pensando que iba a ser rechazado.
Pudo haber ocurrido alguna vez. Pero en general no y fui aprendiendo las astucias del entrar.
Seguí explorando mi zigzagueante sendero.
Con azares, trabajos y penas.
Con audacias y pocas glorias.
Sin olvidar lo que siente el extraño.
El que no es de acá.
El diferente.

14 al 19 de Agosto, 2013. En casa. Una inmersión en el pasado lejano.

Jorge Oscar Marticorena


jueves, 5 de septiembre de 2013

Extraño (Guillermo Barber Soler)




Y es extraño porque no te conozco y sin embargo



No te conozco y sin embargo
            tu cara me sopla
                                      tantos secretos tibios
                                      tantos suspiros de niña,

porque no te conozco y sin embargo
            te entiendo
                entiendo los miedos
                                               con que te estás callando;

y es extraño, porque no te conozco y sin embargo
            te busco
            como si te hubiese estado buscando
                                                           siempre
            como si en las noches soñara con un mapa
                                                           que mi vigilia no recuerda
                                                           (como si yo fuese un mapa,
                                                                                      ese mapa.);

por eso no te conozco y sin embargo
            envidio tu baile
                         tu libre y amarillo baile
                         la alegría con que dejás que la vida
                                                                          florezca toda
                                                                          acá mismo
   donde nadie
                                                                                              esperaba nada,


y sí, es así, qué sé yo,
vos tampoco me conocés y sin embargo
            me invitás a pasar
                                        a tus casas
                                            de papel
                                                           (como si hubiesen sido hechas
                                                                                              para mí)

pero vos no me conocés y sin embargo
            tus ojos se desvisten en mi pecho
                              atraviesan
                                             mis rincones más opacos,

porque no me conocés y sin embargo
tu mano ingenua se atreve a cruzar
                                                       el abismo aéreo de la distancia
                                                       este medio metro oscuro
                                                                                              e incierto

aunque no me conocés, y sin embargo
                                                no tenés miedo
                                                                         no acá
                                                                         no ahora
                                                                         no de mí;

porque en el fondo no me conocés y sin embargo
                                                           será por eso que                 
               me conocés todo:
                                                                                                         todo yo
                                                                                                         todo puro
                                                                                                         todo esperanza.  


Guillermo Barber Soler


Extrañas experiencias (Sofía Larran)




Qué día, realmente. Imposible definir sensaciones. Primero Clara, invitándome a cenar a casa con sus padres y después Charlie que toda la vida me llamó cuatrochi y me hizo la zancadilla en el pasillo, ofreciéndome ir con él y su bandita a tomar mate a la plaza después de clase para ver a los que se tiran con longboard. Deber ser porque logré engancharla a Clara, la nueva. Me parece que se va definiendo quién es el macho alfa aquí, ¿¿eh Charlie?? La verdad es que estuvo divertido ir a la plaza. No soy muy fanático del longboarding, pero los mates estaban buenos y me convidaron un brownie. Tenía un gusto raro y todos se rieron cuando di el primer bocado pero como todos se comieron uno, di por supuesto que no era una de sus típicas gastadas. Además, Pucho me dijo que los había hecho su mamá. Pero creo que tantas emociones juntas, me dejaron alterado…tengo el cerebro como embotado. Debo estar nervioso por la comida en lo de Clara. ¡Ay! Y más imposible que definir las experiencias del día me resulta hacer el nudo de esta corbata. Renuncio. Voy a ir sin corbata, qué tanta formalidad para una simple cena. Se ve que no estoy acostumbrado al aire libre, pues la tarde en la plaza me dejó con el pulso acelerado y la sensación más extraña…la de estar viviendo un presente continuo. Llego a lo de Clara un poco tarde. Me desorientan las calles todas iguales de su barrio. Toco el timbre y toda la familia sale a recibirme en el hall de entrada, saludándome educadamente. No respondo, pues mi mirada se queda clavada en la papada del padre que se extiende hasta el pecho como una barba de carne. Clara me da un fuerte codazo y masculla nerviosa en mi oído: “tenés la bragueta abierta”. Largo una carcajada y me la subo sin disimular. La madre mira para otro lado haciéndose la tonta y el padre frunce el ceño. El hermano, por suerte, se ríe conmigo. Nos sentamos a la mesa y mis jugos gástricos empiezan a actuar de una manera inusual. No acostumbro sentir tanta hambre por las noches pero hoy mi apetito parece incontrolable… No pareciera que me hubiera pasado la tarde comiendo brownies. Me abalanzo sobre el puré de papas sirviéndome gran parte de la fuente y miro insistentemente el pollo que está al lado de la madre, a la derecha de la cabecera. Quiero pedirle que me lo alcance pero no recuerdo su nombre ¿Laura, Maura? Mejor lo busco por mí mismo. Me sirvo y comienzo a comer sin esperar al resto. No puedo cumplir los protocolos esta noche. Mi estómago, aullante, no me lo permite. Sé que Clara está nerviosa. “¿Te pasa algo?” pregunta todo el tiempo y suelta risitas tontas como si quisiera justificar algún mal comportamiento. Me doy cuenta de que me serví tanto puré que no alcanzó para el hermano de Clara. Me mira con bronca, así que, para destensar el ambiente, le hago un chiste que a nadie parece causar mucha gracia. Mejor me dedico a comer. ¿Por qué todos mastican tan lento? ¿Acaso tienen dentadura postiza? ¿Este pollito de morondanga será toda la comida o sólo la entrada? Por si acaso voy a sacarle un poco a Clara de su plato, que parece totalmente inapetente pues apenas ha probado bocado. Escucho al padre hablando del horror de una nueva droga que causó un episodio de canibalismo en EE UU…en chiste, digo que yo, con el hambre que tengo en este momento, también podría comerme un ser humano…otro chiste poco acertado…nadie esboza sonrisa. Espero a que traigan el postre. Maura, o Laura, como quiera que se llame mi recién adquirida suegra, llega de la cocina con una fuente en la que navega un flancito. Recibo el plato y me devoro el flan en tres bocados. Me sorprende el silencio reinante y levanto la vista. Me doy cuenta, por las miradas desorbitadas de los comensales que ése era el postre para todos. Clara empieza a sollozar a mi izquierda. ¡Ay, las mujeres! ¿Se va a poner a llorar por un flancito? “¿Qué te pasa?” le pregunto, “¿te vino?”. Con un alarido sale corriendo del comedor. Los padres van a consolarla por detrás. El hermano me mira, sonriendo. ¿Será gay? Mejor voy emprendiendo la retirada. Mañana le digo a Clara que me sentía mal y que me tuve que ir sin despedirme. Además sigo teniendo hambre. En una de esas no es muy tarde para pasar por lo de Pucho y que me convide otro de esos brownies con gusto raro que hace su mamá…

Sofía Larrán

Extranjeros (Marisa Mosto)

http://cartoonando.blogspot.com.ar/2009/05/rayuela.html


Existencia. Temor, niebla, soledad. Y el latido cálido de la vida.
El instinto manda. Como al insecto a buscar la luz. A tientas nomás.

Por eso aprendí tu lengua, traduje mi alma en ella y llamé a tu puerta.
“-Nunca aprenderás mi lengua”
“-Nunca traduciré mi alma”

Mi hogar es este surco en la tierra que se desvanece. Arco iris de batallas.
Saltos de rayuela. Sobre un pié, sobre dos. Palabras iluminando lazos.
Una piedra atrapando el Reino.

En silencio contempla mi labranza una sonrisa tierna
Lo sé.
Irradia fuego, agrieta  nieblas.  
A veces.

Marisa Mosto


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Exposición (Oscar Gómez Salmerón)





Una divertida anécdota de mis años de adolescencia.

Era un día lunes, por la mañana, a mediados de 1970. Estábamos en clase, en tercer año del secundario. Sonó el timbre y terminó la primer hora, la de Matemática y pasamos al recreo esperando la segunda, la hora del profesor Ramírez, con su clase de Dibujo o Artes Plásticas.
Todo el mundo se había esmerado ese fin de semana en la casa, preparando un trabajo libre. Los mismos estaban colocados en el piso a un costado del aula y, ya en el recreo, cada alumno tomó el suyo y lo instaló sobre su pupitre. Así, se conjugaban un sinfín de materiales: dibujos, pinturas, esculturas, pirámides, papeles brillantes, luces, lamparitas, maderas, plásticos, metales, es decir, un concurso de imaginación y esfuerzo.
Era ideal para levantar nota y todos habían elaborado su obrita de arte; las mejores serían enviadas a un gabinete para exponerlas.
Bueno, todos habían trabajado, pero existía una excepción, la oveja negra en dibujo: Alejandro Martínez. El Gordo era un desastre y su situación se acababa de tornar dramática; se había olvidado de preparar el trabajo. Colorado, transpirando, empezó a implorar ayuda. Nadie le prestaba atención. Balbuceando se me acercó y rogó: ¡Negro!...por favor, ¡ayudame que me hacen pelota! Tenía un promedio de cuatro y cara de futuro aplazo. Lo miré con incredulidad y sólo atiné a decirle: -¡Pero, pedazo de b.......!, ¿cómo querés que te ayude faltando cinco minutos para la clase?
La cara del Gordo empezó a ponerse pálida. Me dio lástima y alcé la voz:
-¡Muchachos, por favor, si les sobran materiales, tráiganlos!
Quedaban cuatro minutos de recreo. Y allí juntamos lo que pudimos: un pedazo de madera cuadrada, un metro de alambre y cuatro rollos de hilo plástico de colores: verde, rojo, amarillo y azul. La verdad, no había nada como para salvarlo.
Perdido por perdido tomé los rollos, anudé la punta de los cuatro hilos y empecé a envolverlos alrededor del alambre. El Gordo me miraba resignado a igual que el resto del aula; sonó el timbre y quedaba todavía bastante alambre sin recubrir. Rogando que Ramírez se demorara, apuré el trámite: corté el alambre sobrante y coloqué aquel pedazo de treinta centímetros revestido de plástico en el centro de la tabla, en el agujero que otro "artista" acababa de perforar con un clavo. Luego entre todos lo retorcimos una y otra vez hasta encontrarle una forma más o menos aceptable, psicodélica. Pero en verdad, no había opinión dividida, aquello había resultado ser una perfecta porquería. Con mucha suerte podría zafar con un cuatro.
Llegó Ramírez enseguida y, banco por banco, empezó a inspeccionar los trabajos y a repartir notas buenas y regulares.
Cubierta más de la mitad de la clase, sobresalían tres diez que iban a exposición.
Entonces llegó al banco del Gordo, que tenía la sonrisa dibujada y las manos temblorosas, y todo el mundo contuvo la respiración. El profesor acomodó sus gafas y levantó el adefesio con las dos manos. Lo observó detenidamente, lo rotó, tocó el alambre, los hilos, y luego de unos segundos interminables, preguntó:
-¿Dígame, Martínez, como hizo para conseguir esta combinación de colores?
Se refería, pues, a los hilos trenzados alrededor del alambre. El Gordo lo miró, tragó saliva y, sospechando que algo extraño se había cruzado por su imaginación, le contestó con su mejor cara de póker:
-¡Fue difícil señor, laborioso, pero lo conseguí!
Ramírez depositó el trabajo en el banco, se sacó las gafas con lentitud, miró al alumno, apoyó una mano en su hombro y entonces, ante la incredulidad general, soltó una frase inesperada, inconcebible:
-¡Excelente alumno Martínez!...tiene un diez.... y va ¡¡a exposición!!...
Oscar Gómez Salmerón