miércoles, 26 de junio de 2013

Utopía (Ángeles Smart)




Marcelo Iglesias, S/T Florecer en la adversidad (base de madera, alambre, alpargatas) 2009.

          


  Así como me enojan los derrotismos, las utopías, en casi todas sus formas siempre me gustaron. Pero con el tiempo aprendí a que si bien me es imposible no subyugarme, por lo menos es mejor ser cautelosa. Ya no descanso en cualquier promesa, compro pocos discursos y no creo en todas las buenas intenciones. Unos pocos elementos de mis antiguas grandes construcciones permanecen vigentes en las variaciones imaginarias del mundo que todavía me siguen convenciendo: que todos sean bien recibidos en esta tierra, que los que conocieron el maltrato tengan la heroica grandeza de no dirigirlo a otros y que la experiencia de la belleza lleve paz a los simples y también a los complejos.


Ángeles Smart

Utopía (Nicolás Balero Reche)


Yaiza García / ELLE.es





¿Utopía o realidad? A esta historia no le da igual. Ya no. Solíamos brillar, pero no todo lo que reluce es oro; o tal vez sí, pero faltaba pulir. Faltaba resolver aquellas cuestiones del pasado que no dejaron ver más allá de esa utopía perfecta que solíamos vivir. Aquellas cosas positivas que enceguecían que no hay cosas positivas o negativas sino simple existencia dinámica, cambiante.
El cielo era azul, la vida tranquila, los días hermosos. La lluvia no mojaba sino que era alegría salpicada. El tiempo no arrancaba la vida sino que creaba los mejores momentos. Hasta los grises formaban parte del arco iris. La valentía era seguir, darle para adelante como Rinocerontes Ionescanos que no los frena ninguna pared. No importaba ver las cosas por lo que eran, sino taparlas para continuar en esa utopía feliz donde todo era feliz, todo saludable, todo posible y todo sano. Los errores se solucionaban gracias a Tiempo que los escondía y ayudaba a huir. Pero en realidad sólo tenía curitas truchas que no cicatrizaban la herida.
El camino parecía directo, no veíamos que eran laberintos que nos hacían recorrer una y otra vez los mismos lugares, sin poder salir.
No dejaron de ser reales esos momentos felices, al contrario, ayudaron a crecer y llegar hasta donde estamos. Es hora de un paso más fuera de la utopía. La vida no se debe construir sobre bases endebles, se construye sobre la realidad. Aquello que somos. Pero faltaba responder ¿quiénes somos?
En algún momento cae la utopía: y allí lo difícil se vuelve lo mejor, lo que hoy te hace llorar mañana será el punto clave de nuestro bienestar. La decisión es insostenible, tan incomprensible, y sin embargo necesaria. A veces hay que confiar simplemente en el devenir y en la Sabiduría divina que te marca, cachetazo de por medio, cómo ir haciendo tu camino.
No hay llantos dulces, no hay gritos silenciosos, no hay furias calmadas. No hay progreso sin proceso. Para perseverar de a dos primero hay que estar bien con uno: recuperarse de aquellas heridas que te impuso la vida, resolver aquellos conflictos con tu pseudo-yo que no dejan vivir en paz a tu verdadero ser.
Amor era entendido como el paraíso de los sentimientos. Pero nunca supimos ver la dependencia emocional, los trasfondos familiares, la historia que acarreamos, los duros momentos metidos bajo la alfombra, ilusionados por la historia romántica del príncipe azul y su princesa. Llegamos a ser ejemplares, orgullo de otros, motivo de felicitación. Sólo se veía lo externo: nunca el interior de los corazones. La utopía no dejaba ver lo mucho que te defraudaba y me defraudabas.
Pero la valentía está en vivir la realidad, en construir desde la sinceridad y la honestidad con las cosas claras, y no vivir la utopía. Vivir la utopía es para mediocres. Cada momento feliz vivido es agradecido, pero en algún momento había que avanzar para obtener una felicidad aún mayor. Hay que afrontar esos momentos de vacío, de angustia, para ver a través de la tormenta.
Ver las fotos de aquellos momentos perfectos y me hace extrañarte, pero lo cierto es que en el fondo hay cosas por solucionar cada uno por su lado. Hoy quiero confiar en el crecimiento de ambos, confiar en que en el corazón está latente el amor que nos unió, listo para desarrollarse una vez listos. Confiar en que se puede limpiar y reconstruir una vida juntos. Confiar en que para eso hay que crecer. Confiando en que lo que se hace es siempre para el bien de ambos. Confiar en que es lo más honesto y sano.
No te pido nada, no esperes, no te espero. Simplemente confío, confiá.


Nico Balero Reche

martes, 25 de junio de 2013

Ustedes (Luis Baliña)


Franz Rosenzweig




Ustedes tienen un nombre propio, nos dice Rosenzweig cuando conversamos con él.
No el nombre común a todos que viene del pasado, sino un nombre propio que se teje en el presente, con los hilos del pasado y también los del futuro.
Su ser es ser hacia.
Es propio y es plural, es el que hace un nosotros


Luis Baliña

¡Usted! – en mis recuerdos (Estanislao Zuzek)




            Esta forma arcaica de relación entre personas como manifestación de respeto – que marcaba distancias, “hacia arriba”, entre individuos pertenecientes a distintos estratos sociales; pues, Usted es contracción de Vuestra Merced – se continua usando aun hoy y frecuentemente en sentido inverso desde una posición superior, p. ej., para reprimendas o dar órdenes, pero acompañado de mucha corrección. Sin embargo, aún está vigente su uso como fórmula de mucho respeto hacia quienes no nos liga una relación de mucha confianza o familiaridad o en el trato con personas mayores. Un caso de lo primero aún resuena en mis oídos.

            La profesora de matemáticas, la señora de Mérida estaba desarrollando sobre el pizarrón la demostración de un teorema, de espaldas a la clase. Con la seriedad y eficacia de siempre. Tenía justa fama de muy recta y severa. Atendiendo en sus clases, el libro de texto casi no hacía falta.  De pronto se dio vuelta, miró y apuntó con el dedo hacia algún lugar del fondo del aula y con voz serena:

            - ¡Ustééee…!

            El compañero que, sintomáticamente, se sintió aludido, se incorporó:

            - ¿Yo, señora?

            - ¡Sí!... ¡Usted!  Señor, ¡pase al frente! Venga, venga Usted…

            Avanzó caminando hasta el pizarrón, silencioso, confundido.

            - Bueno, señor… ¡Continúe con la explicación!

            Obviamente, el compañero seguía allí, más bien petrificado y más confundido aun, mirándola a ella y al piso. La profesora, con voz que no admitía excusas, se dirigió nuevamente a él:

            - Vamos, explique, por favor. ¡Prosiga!

            - No puedo, señora.

            - ¿Por qué no puede?

            - Porquéeee… Es que no lo sé!

            - Ah! Yo creía que seguramente lo sabría, puesto que no le hacía falta atender a mi explicación... Pero, ¿realmente no lo sabe? - Moviendo la cabeza: ¿No - lo – sabe…?

            - ¡No, señora! No, no lo sé…

Tomando la libreta de calificaciones, le preguntó:

            - ¿Su nombre, señor?

            - Obri. Obri, Ja-cin-to, señora.

            - Bueno. Señor Obri, esta vez por no saber el tema le voy a poner un cero. Pero, además, por haber estado distrayendo a sus compañeros, se va a ir Usted, ahora mismo, a presentarse al jefe de celadores para que le haga firmar una nota. ¡Vaya, ya!

            En medio de un silencio sepulcral Obri se marchaba - para que le pasasen una amonestación – y la interrumpida demostración matemática era retomada por la profesora serenamente, cómo que nada había ocurrido…

            En un Colegio Nacional de Capital Federal, en el año 1953. Una lección de respeto y justicia. La aprendimos todos y tanto que hasta finalizar ese año no se registró ningún incidente más.

            Para mí ése fue un año excepcional. Además de la señora de Mérida, el profesor de psicología, neurólogo Dr. Eduardo Astarloa, las profesoras de francés, literatura española y química inorgánica, las señoras de Puig, Pico y Spadavecchia respectivamente fueron docentes que me marcaron profundamente y para siempre con su dedicación, coherencia y honestidad. Transcurridos sesenta años, que estas líneas les sean de agradecimiento y homenaje a la vez.


 Estanisalo  Zuzek

lunes, 24 de junio de 2013

Uso (Francisca Beccar Varela)




Pablo Picasso  (Ilust. Blog)
http://isthar-mitologia.blogspot.com.ar/2012/02/pablo-picasso.html






Uso, llevo,
cargo en mi pecho
el mal del apego,
del nudo indeshecho.

Uso y abuso
del tiempo y trecho,
recibo no acuso
ni reparo en ello.

Uso mi escudo
me escondo en el ruido,
cual sordomudo
en el sin sentido.

Uso y expreso
un grito de auxilio
que me siento preso
de mi propio asilo.



Francisca Beccar Varela




Urgencia (Eugenia Guastavino)



San Jerónimo en su estudio, Antonello da Messina, 1475http://es.wikipedia.org/wiki/San_Jer%C3%B3nimo_en_su_estudio_





Hay algo que no logro casi nunca y  deseo enormemente,  se trata de tener unas horas, varias seguidas, sin ninguna  interrupción,  para hacer alguna tarea que requiera alguna dosis  de concentración. Parece algo simplísimo pero no lo logro.  El primer obstáculo es convivir con muchas personas en una misma casa, pero no es el único.  Lo que más lo dificulta es la posibilidad que damos  a las irrupciones externas  a través de los distintos aparatos que nos rodean. Son poquísimas las veces en las que las interrupciones son por motivos que no podrían esperar; pero sucede que como no lo sabemos, por las dudas, les damos cabida,  y en cada corte se pierde tiempo, profundidad, concentración y hasta interés y deseo en lo que veníamos haciendo. Es una pequeña ruptura que debemos reparar para continuar.   Por otra parte, como ya todos cuentan con que somos accesibles al instante, se supone que debemos responder y  el no hacerlo es causa de insistencias y reclamos.  También puede suceder a la inversa, que seamos nosotros los que tenemos que resolver algo, y como sabemos que es posible hacerlo ya,  interrumpamos a alguien que prefería seguir concentrado en lo que hacía. 
Las enormes ventajas que nos trae la tecnología son innegables, sería necio no reconocerlo, pero la gran ganancia en cantidad de tiempo que nos aportan tiene la contracara de una pérdida de calidad del mismo  en muchas ocasiones.


Eugenia Guastavino

domingo, 23 de junio de 2013

Urdimbre y trama – (Josep Comas)



http://www.elcapotedeakaki.com/2009/03/comics-y-comics.html (Ilus blog)





Entre una constelación de gotas estáticas, una más grande, redonda, con fuerza casi de lágrima, se escurrió desde lo más alto del vidrio del ventanal. A medio camino se cruzó con otra gota, que caía despacio, y terminaron juntas su curso. U contempló este último esfuerzo de aquel miércoles lluvioso desde su mesa en la confitería La Rueca antes de levantarse, tomar su sombrero, y salir. Caminó tres cuadras mirando alternativamente el brillo de las baldosas mojadas de la vereda y el cielo que comenzaba a despejarse mientras anochecía. Sus labios canturreaban una milonga cuya letra recordaba mal, detalle que no impidió que apreciase la sonoridad de las palabras emitidas en la lengua materna que le había tocado en suerte, y la densidad semántica de las mismas, habitantes efímeras de las más variadas geografías y generaciones antes de llegar a tomar cuerpo en el aire de sus pulmones. Sintió una especie de vértigo cuando sopesó la cantidad de factores que, así como la lengua materna, definían su vida independientemente de su voluntad. Cuando dobló la esquina, para encarar hacia el bajo, prestó especial atención al reflejo del cielo en un charco formado entre baldosas levantadas. Si, en cambio, hubiera levantado la mirada, habría advertido que frente a él venía, con un sobretodo demasiado grande para su cuerpo, un hombre que alguna vez fue el niño que en primer grado lo había humillado para toda la vida, y a quien no había vuelto a ver desde el fin de aquel curso, cuando U se cambió de escuela. U siguió su rumbo, se preguntó la hora, y antes de sacar su reloj del bolsillo dudó: no sabía si tenía números arábigos o romanos, no lo recordaba; pensó entonces que la memoria era una especie de promesa hacia atrás, que el sentido de las diversas historias que se hilvanan en la vida de uno sólo podría, hipotéticamente, comprenderse una vez terminadas, pero que, dejando de lado el hecho de que todo final que no sea la muerte es ficticio y pautado, de cualquier manera la existencia del olvido instala la posibilidad siempre inminente del desengaño de esta promesa. Miró la hora, en números arábigos, en el momento en que pasaba al lado de una figura humana parada frente a una vidriera. Era la vidriera de una librería, y U interrumpió su marcha. Notó que, entre muchas novedades de poco interés para él, se encontraba una nueva edición de un clásico que, a su criterio, era decididamente uno de los mejores libros que había leído y que, estaba seguro, leería jamás. Pegó su nariz al vidrio para observar la tapa con cuidado y, tras unos segundos, prosiguió su camino. La figura humana, que era en realidad un joven que acababa de conocer la traición, se fijó en el detenimiento que U había prestado al clásico. Entró en la librería y adquirió el libro que, muchos años más tarde, siendo un escritor consagrado, reconocería como aquel que prefiguró su carrera literaria. Esto fue algo que U nunca supo, pero supo en cambio que le dolían las rodillas, y odió la humedad con ese odio abstracto, medio irreal, con el que otras personas odian cierta combinación de colores porque se encuentran en la camiseta de un equipo de fútbol rival, o con el que los alérgicos odian a la primavera. Se preguntó si realmente sabía que le dolían las rodillas, o si meramente le dolían, es decir, si sólo sentía el dolor, y en el mismo instante en que llegó a la conclusión de que en ese sentimiento había un saber profundo, implícito, que apuntaba de manera contingente hacia su explicitación de sentido, se detuvo para pensar qué línea de colectivo tomar, si acaso tomara algún colectivo. Esta breve vacilación, producto de la dificultad de alcanzar dos conclusiones aparentemente divergentes, pero originadas ambas en la problematización de su dolor de rodillas, ocasionó sin querer que la mujer, menuda y de rulos de rulero, que venía caminando detrás de él tuviera que esquivarlo con un movimiento brusco por el costado y terminara chocando con otra mujer, esbelta y de nariz exageradamente grande para las proporciones de su rostro, que caminaba en sentido contrario. El fastidio de ambas mujeres, sin embargo, duró poco más que ese mismo instante en que U se detuvo, porque eran vecinas con una amistad entramada a lo largo de décadas, y al reconocerse terminaron charlando amablemente. U no se disculpó porque, a decir verdad, nunca advirtió que podría haber originado una molestia. En caso de haberlo hecho, y de haber entablado un pequeño diálogo con tan simpáticas señoras del barrio, difícilmente hubieran acabado los tres dándose cuenta que, treinta y siete años antes, en un salón de baile ubicado no muy lejos de allí, ellas habían esquivado la mirada de un joven marino, provocando que él, empero, se fijase en la futura madre de U, que lo concibió esa misma noche. Una cuadra más adelante U se detuvo de nuevo, ahora para esperar el colectivo. Lo vio venir en seguida, y no reparó en la mujer que esperaba delante de él hasta que ambos se dispusieron a subir. Ella se sentó bien adelante, en la primera fila de asientos que miraba hacia atrás, junto a la ventana, y él ocupó el asiento de enfrente. Le llamó la atención, en primer lugar, la faja ancha que rodeaba la cintura de la señorita, de un tejido muy complejo, y lleno de colores. Ella se reclinó sobre la ventana, y el movimiento fue suficiente para que U observara en el reverso de la faja el mismo dibujo, pero con colores alternados, es decir, fue suficiente para entender que se trataba de un tejido de doble faz. Le llamó la atención, en segundo lugar, el color violáceo de los ojos de su compañera de transporte público, que parecían hacer juego con ciertos tonos de la faja. La miró entonces con más detalle, casi convencido de que la conocía de alguna parte; o, quizá, y era consciente de esta posibilidad, buscaba algo que lo uniera a ella, fabulaba un pasado común. Volvió a concentrar su atención en el tejido de doble faz. U no estaba seguro, pero podía adivinar que deben usarse dos juegos distintos de urdimbres y tramas, de diferentes colores, para esta técnica, y que hace falta, a medida que se va tejiendo, ir reubicando los hilos para lograr la imagen final, que, a diferencia de otros tipos de tejido, dejará ver tanto la urdimbre como la trama. Unos minutos después, ambos se acercaron a la puerta trasera para bajar del colectivo. Ella tocó el timbre, bajaron a media cuadra. U vio que se alejaba caminando despacio y la siguió.


J.C.

Uno y distinto (Federico Caivano)







Una serpiente y una mariposa conversaban un día en la cuenca de un arroyo seco.
-Yo vivo mejor, porque cuando mudo de piel, sigo siendo la misma. –dijo la serpiente.
-Yo vivo mejor, porque cuando salgo de mi capullo, soy totalmente diferente. –le contestó la mariposa.
-¿No es mejor permanecer, viendo el cambio desde un eje? ¿Cómo conocerse siendo siempre otro? –le preguntó la serpiente.
-¿No es mejor cambiar, viendo las cosas desde vidas diferentes? ¿Cómo conocer todo siendo siempre el mismo? –le contestó la mariposa.
-¡Tú no entiendes, porque no estás de mi lado! –gritaron ambas a la vez.
Mientras así discutían, una crecida las tapó a ambas con agua y piedras.
-Ni es mejor cambiar ni es mejor permanecer. Siempre somos diferentes y siempre somos el mismo. Tú lo sabes, hermano. Y por eso, como yo, callas cuando hay que callar y suenas cuando hay que sonar. –le dijo el río al viento.


Fede Caivano







Uno (Raúl Lavalle)


http://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-472730831-uno-enrique-santos-discepolo





Conocí hace tiempo a un sacerdote que se confesaba acérrimo enemigo del pronombre indefinido uno. Es verdad que Discépolo lo canonizó:
Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Volviendo a nuestro presbítero (en aquel entonces era joven), solía decir: “Basta con ‘Y… uno comete errores. Uno es débil.’ Digamos mejor: ‘Yo me equivoqué.’ Seamos responsables de nuestros actos.” Tenía razón, al menos en lo que a mí concierne. Y comenzaré ahora mismo: “Uno escribe como puede: a veces bien, a veces mal.” Anulo eso y pongo: “Queridos lectores. Yo hice lo posible para que se entretuvieran un poco. Si fracasé, les pido disculpas.” Alguno –quizás ninguno– de los lectores me perdonará. De cualquier modo, hay Uno que siempre tiene ganas de perdonar.


Raúl Lavalle




sábado, 22 de junio de 2013

Universalismo (Sofía Larran)



paul-michel-foucault.html (ilus.blog)



“Cansada de esperar que Teseo salga del laberinto, Ariadna
acaba de colgarse. En el hilo amorosamente trenzado de la
identidad, de la memoria y del reconocimiento, su cuerpo
pensativo gira sobre sí. Sin embargo, Teseo, rotas las
amarras, no regresa. Corredores, túneles, cuevas y
cavernas, bifurcaciones, abismos, sombríos relámpagos y
truenos del subsuelo: se adelanta, cojea, danza, salta.”
(Foucault, M. Ariadna se ha colgado.)


Wikipedia define el universalismo como una idea o creencia en la existencia de una verdad universal, objetiva y/o eterna, que lo determina todo, y que por lo tanto, es y debe estar presente igualmente en todos los seres humanos. Un pensamiento universalista asegura la veracidad de una forma única o específica de ver, explicar u organizar las cosas.
Ahora bien, el problema del universalismo en nuestra contemporaneidad es, simplemente, que ya no creemos en esas verdades universales, y, por lo tanto, hay una cuestión que resulta evidente: la urgencia de pensar acerca de la pérdida del mundo, en una instancia en la que, justamente, ya no somos capaces de reaccionar o de otorgar un sentido a lo que nos sucede y en la que el “nihilismo” se manifiesta como el sentimiento predominante. El mundo tal como se ha concebido durante siglos parece agonizar en nuestros días: es posible sentir el agotamiento del proyecto de la modernidad y de sus grandes relatos legitimadores. El sistema capitalista dominante (al que muchos teóricos han optado por llamar “capitalismo tardío”) asiste a la crisis y muerte de las ideologías y relatos que caracterizaron al mundo que lo concibió. El pensamiento actual debe afrontar un sujeto vacío, desarraigado y muerto como conciencia autónoma, un progreso tecnológico e industrial (“tecnoindustrial”) que agudiza y enfatiza las diferencias económicas, y un sentimiento de desconsuelo frente a la historia.
En efecto, la pérdida del mundo y la ausencia de creencia en la que nos encontramos actualmente son los signos del nihilismo contemporáneo. Asistimos a un mundo que ya no nos pertenece y, para empeorar la situación, ya no nos es posible alcanzar un “todo”, una “verdad universal” que nos permita actuar en consecuencia. El mundo se nos escapa…Ahora bien, ¿qué actitud tomar ante esta situación? Uno puede, tal como hace el posmodernismo pacato, sentarse y llorar la muerte de las ideologías, de la Historia, del Sujeto, clamando por nuevos dogmas o hundiéndose en el sinsentido; o, como auténticos artistas, uno puede hacer del pensamiento no sólo una herramienta crítica del universalismo sino también una actividad creativa, hacedora de nuevos modos de pensar, y, valerosamente, seguir la actitud de Teseo en la fábula foucaultiana: adelantarse, cojear, danzar, saltar…


Sofía Larran

Unir (María Teresita Suriani)



http://www.puzzlesjunior.com/puzzles-de-toy-story_4.html




Un puente puede unir las dos riberas de un río...

Ayer salió una nota en La Nación Revista sobre un padre y su hijo. 
Cuando Timothy Archibald descubrió que su hijo Eli tenía autismo tuvo que aprender a conocer a su hijo de manera distinta. 
Sacar fotos se convirtió en un trabajo y un juego de a dos. Eli componía la imagen y su papá elegía la luz correcta. Esa tarea era lo que los hacía pares, y en la cual se conocían, se expresaban, se respetaban, se querían. 
Timothy dice: "Estaba tratando de entender a este niño con el que tenía dificultades para armonizar nuestras vidas. Pensé que ambos sentíamos que estábamos excavando y buscando juntos en esta situación para tratar de entenderla, o entender algo. Y al final no obtuvimos respuestas tangibles., pero en medio de todo eso construimos un puente."

Luego de 3 años en esta tarea, de la cual surgió un libro de fotografías sacadas por ambos, en compañía  cómplices, dejaron de hacerlo, porque dice su papá que se habían encontrado en la mitad del puente, y ya no había necesidad de seguir buscándose. 

Me quedó fijada esta imagen de encontrarse a mitad de camino, en un puente. Y en este caso ya no es una metáfora. Un puente une, sí, pero el hecho de encontrarse en la mitad del puente indica algo muy real y muy emocionante porque nos dice lo siguiente:
_Nadie tiene porqué cruzar todo el puente solo hasta el otro lado, ni de un lado ni del otro.
_El puente no es una herramienta para llegar al otro lado porque nunca llegas al otro lado, te encontrás en la mitad, con el otro...

Los papás de Eli hablaban de El Gran Desconocido que es la enfermedad: "Sentíamos que nuestra familia tenía tres partes: estábamos mi esposa y yo, Eli, y además el Gran Desconocido".  Es un misterio, es un elefante en el cuarto que hay que señalarlo y conocerlo. ¿Con cuántos Grandes desconocidos habitamos? ¿Cuántas maneras hay de habitar con ellos y cuántos mundos nos abren, nuevos e inesperados?

La nota me hizo acordar a otro Gran Desconocido que 'conocí' hace poco. Digo conocí aunque al Gran Desconocido nunca se lo termina de conocer. Una familia con un niño muy enfermo que en medio de la incomprensión ante tamaña enfermedad tiene que vivirla, jugando. Y se abre un mundo en que la realidad se convierte a propósito en juego, para soportarla, para mirarla un poquito a la cara y no tener tanto miedo. Un chiquito con superhéroes con barbijos puestos arriba de su cama y que juega a Spiderman todo el día y cuando le vas a poner una inyección le dice a su muñeco: 'Te prometo que no va a doler, te lo prometo'. Con el convencimiento de que si esos superhéroes pueden soportarlo él también. Esta pedagogía de los superhéroes me pareció magnífica y muy iluminadora. Y ver cómo efectivamente surtían efecto y cambiaban la realidad era algo mágico. Porque sí, no puedo hablar si no de cierta magia de la imaginación que opera para ayudarnos y para hacernos compañía. 

Un puente puede unir. 
Sacar fotos puede ser un puente para unir.
Buzz Lightyear y Woody fueron puentes MUY REALES para unir.

Y puedo reemplazar todos esos 'unir' por 'entender', ‘amar’, ‘crear mundo’. Porque no veo otra comprensión en la vida que alguna forma de conexión, de vivir-con.
Desde lejos, no.



Teresita Suriani




viernes, 21 de junio de 2013

Unión (Marcela López)


http://labitacoradelalma.blogspot.com.ar/2008/08/dame-tu-mano.html





Como una red invisible,
nos envuelve el encuentro.


Unión de tu mente y mi mente.
Unión de tu corazón y mi corazón.
Unión de tu cuerpo y mi cuerpo.
Unión de tu espíritu y mi espíritu.
Unión de tu alma y mi alma.


Unión de tu peregrinar con el mío,
donde El cruzó nuestros caminos.
Unión de búsquedas y sueños.
Unión de tus logros y tus luchas
con las mías.


Unión de sacrificios, temores y desafíos.
Unión de tu libertad y mi libertad,
para caminar juntos
la esperanza y la vida.


Dar. Darse. Darnos.
Plenitud.
Unidad.
Unión.
Comunión.
Amor.


Marcela Lopez





Uniformes son tus Muecas (Maximiliano Hünicken Segura)


La mujer y el dragón de  Louis Ferdinand Céline,  Max Hünicken





Sobre aquella arenosa  caída
Reposan volátiles
Las muecas de una nueva desdicha.


Y así de este modo, el intelectual
Es una huella  profunda,
Enraizada  con sus  ironías,
Estigmatizada por una audaz felonía.


Sobre aquella enjundiosa mirada
Reposan indómitas
Las uniformes muecas  de su rebeldía.


Y así de este modo,  el intelectual
Es una superficie marchita,
Que tiembla  de gozo
Ante la residual conjetura.


Sobre aquellos mohines
Se inscribe el  fulgor virginal
De un llamado.


Y así de este modo, el intelectual
No es un simple testigo,
Una vorágine del silencio,
Un  adulador  ataviado.


Sobre la humedad de su bostezo
Mil  contorsiones danzan,
Con el perfume de una astilla
Y la doblegues de una balanza. 



Maximiliano  Hünicken  Segura



jueves, 20 de junio de 2013

Unidad (Lucía Nazar)


Martín Fierro,  José Hernandez, Ilustrado por Castagnino (Ilus. Blog)
http://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-452990810-martin-fierro-ilustrado-por-castagnino-_JM






“Los hermanos sean unidos
Porque ésa es la ley primera;
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea,
Porque, si entre ellos se pelean,
Los devoran los de ajuera.”
MARTÍN FIERRO




Hace unos días presencié una clase donde el profesor sostenía que la identidad se construía por la diferencia. La diferencia es lo contrario a sí mismo, es la negación de esa identidad o, lo que es igual, su amenaza. Sin la diferencia- sin la amenaza-, afirmaba, no hay identidad.
Esta afirmación, más allá de mi simpatía o no hacia ella, me quedó resonando.

¿Qué tiene que ver el Martín Fierro con esta afirmación lógica- metafísica? Hoy me dieron ganas de escribir acerca de mis hermanos, es posible que la razón sea porque los extraño. Creo que la afirmación sostenida por este profesor- no del todo completa- dice mucho acerca de mi relación con ellos.

Somos en total 6 hermanos: 4 mujeres y 2 varones. A una de ellas no la conocí, Jazmín, el paso del tiempo me hizo recordarla. Soy la tercera, la del medio o, como muchos usan esa horrible expresión, soy el sándwich. No sé la razón de esta idea que tilda de conflictivos a los del medio… (claro está que ustedes sólo conocen una campana…) Siempre conviví con ellos, hasta hace unos años y, por si no recuerdan, uno de ellos es el protagonista de mi relato acerca del flancito.

Ahora, mi identidad se construyó gracias a nuestras diferencias, con ellos aprendí a escuchar, a perdonar, a admirar, a recordar… mis hermanos fueron y son puentes hacia Dios, la música y el amor.

Hoy agradezco esa unidad en la diferencia. Unidad verdadera que elimina toda amenaza y construye lazos firmes y duraderos.



Lucía Nazar 





Unidad (Óscar Gomez Salmerón)






Como tantas veces, cierro los ojos. Tan sólo corre un instante y entonces allí aparecen las luces, iluminando el camino misterioso. A veces reconozco el lugar, a veces no, pero sigo adelante, hacia un no sé qué.
Son mis sueños.

En los sueños no hay un argumento fijo, ni un guión conocido, eso es algo maravilloso. Nada mejor que ese mundo etéreo, impredecible e inmanejable, para vivir fantasías. Allí nos sumergimos en una película alocada, en donde flotan nuestros desvelos y se confunden realidades y mentiras, muchas veces favorables, otras no.
Es en ese lugar de descanso donde alcanzamos amores imposibles, reencontramos a nuestros seres queridos, somos el deportista del año, el héroe de la película, vencemos al enemigo, volamos hacia el infinito. Y cuando, sumidos en esa quimera aleatoria y fantástica, pareciera acercarse el final, el sueño se evapora y despertamos de golpe, chocando con la realidad que nos desilusiona o nos alivia. Otras veces, en ese mismo instante, el sueño cambiará su destino y nos abrirá la puerta hacia otra historia. Pareciera que, reconociendo el término de nuestra aventura, nuestro subconsciente evitara avanzar, defendiéndonos de los sinsabores de la derrota o de un triunfo que nos sería imposible en la vida real.

Ayer soñé con un país unido, con gobernantes nobles, padres y adolescentes respetuosos, sin corrupción ni miseria. No hubo final, ni cambió la historia. Sigo soñando.



Oscar Gómez Salmerón