viernes, 25 de octubre de 2013

Yuyo verde (Raúl Lavalle)



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      Las más de las veces decir “yuyo verde” es un poco excesivo, porque ellos son más lozanos que las plantas sembradas y cuidadas por nosotros. No los afecta la sequía y ni el Rey Salomón ni la Reina de Saba usaron atuendos tan lindos. Esopo decía que la tierra es la madre de los yuyos; en cambio, de las legumbres y cultivos es la madrastra. Sus flores también son de varios colores. Muchos son curativos y alegran el gusto de nuestro mate y de nuestro té. Mi mejor alumna de todos los tiempos se llamaba Mariela. Era uruguaya y llevaba el termo a clase. Como teníamos hasta las once de la noche, sus mates, mezclados con una yerba llamada brujito, nos mantenían despiertos y atentos. El tango dice que nos engualichan:

      Nena,
      dame un beso aquí en los labios
      y que borre aquel agravio
      que tu boca me mintió.
      Esta noche tengo celos
      y al decirte que te quiero
      siento tuyo el corazón.

       Además contradicen las severas leyes económicas. Estas afirman que, salvo muy pocas excepciones, lo mejor es más caro. Para mi gusto ni la rosa, flor que enseña como ninguna otra el paso del tiempo, ni el clavel ni el tulipán se comparan con la flor de cardo, que salvó a los escoceses, nos da la miel y alegra la vista. Sé que muchos dirán que me equivoco, pero nunca me voy a olvidar de aquel día que llevé a pasear a mis hijos (muy niños entonces) por el parque al lado del arroyo, en Miramar. Anduvieron corriendo una hora, mientras yo pescaba chanchitas, y volvieron con un manojo de flores de campo y me llenaron de besos.


Raúl Lavalle

Yuyo (Ingacio Leonetti)



Google Imágenes: yuyos silvestres en patios viejos





  El hombre llegó agotado a su casa tras el entierro.
  Dejó su saco, colgó las llaves, se sirvió agua y miró el jardín trasero de su casa bañado en la luz estival de un verano implacable.
  Preguntas demoledoras acechaban su interior.
  No pudo o no quiso dormir siesta.
  Se preparó unos mates, haciendo caso omiso a la caprichosa altura del termómetro y se sentó a la sombra para saborear algo de la humeante infusión amargamente atractiva.
  En el viejo patio, a un costado de las silvestres macetas repletas de malvón, llamó la atención de nuestro hombre el pequeño montículo de escombros, ladrillo y piedra. Pero lo que más le sorprendió fue un pequeño yuyo silvestre que, obstinado, crecía orgulloso hacia el cielo en medio de tanto desecho inerte.
  Sorbió el mate.
  La visión lo había sosegado.


Ignacio Leonetti




jueves, 24 de octubre de 2013

Yunque (Mateo Santillán)



http://www.ian.cc/notas/noticias_ian.php?id=1157




Estar uno al yunque: Estar tolerando o sufriendo la molestia impertinente de otro, los golpes y acaecimientos de la fortuna, o cualquier otro trabajo. (Diccionario de la Real Academia Española)


Tiembla el piso. El monstruo se acerca. La gente se amontona contra el borde del andén y lo mira, lo mira. El temor a no ser tragados por el bicho se hace general y se acrecienta en la sangre a medida que se acorta la distancia. Ya se va oyendo el grito desgarrador que lanzan las vías, cansadas de ser torturadas por la detención del inmenso vermiforme.
Torpemente la bestia abre sus esfínteres, escupiendo las sobras de su comida anterior, y así poder tragar con más facilidad el banquete fresco que anhela ser devorado. Tomando los restos de una voluntad muerta, cierro los ojos, endurezco mi espíritu y mi cuerpo, y avanzo, conocedor de las fatalidades que esperan al débil…
Cuando los vuelvo a abrir, me encuentro inmerso en tripas sudorosas y grasientas, con mi libro bajo el brazo y mi mochila allá, en la lejanía inescrutable de mis pies. Apoyado en quién sabe qué humanidad,  siento también que éste se apoya en mí, y juntos comenzamos a fundirnos en la grasa general. Secreciones repugnantes de orígenes diversos y hasta curiosos actúan como bilis para el humano, degradándolo hasta un estado casi vegetal.
. El calor se vuelve insoportable, y  mi cuerpo me abandona de a poco. Pienso que en un viaje como éste nadie puede negar la existencia del alma inmaterial. ¿Conservaremos intactos nuestros cuerpos? Tal vez al bajar y una vez afuera descubra con sorpresa que soy yo quien ve el sol, pero otro cuerpo el que lo siente. Mi cuerpo quedó ahí, en la plastilina informe que sigue viaje hacia Congreso de Tucumán. ¿Y ahora?
O quizá sea efectivamente mi cuerpo quien se baje, pero yo me quede atrás, atrapado por la gente que atolondrada sube, quede atrás y se vuelvan a cerrar las terribles fauces. En ese caso quedaría yo condenado a viajar hasta Congreso, volver en colectivo y buscar entre los ríos de personas a mi informe cuerpo. ¿Dónde estará? ¿Estará preocupado por mí? No, seguro  fue a parar a un bar, y se estará refrescando en una cerveza, tranquilo porque yo lo estoy buscando. Claro, total él tiene la billetera y yo, acá, desnudo  sufriendo sus torpezas. Pero pobre, no sabe, y sé que me va a extrañar.
Ya estoy en Juramento, y me bajo. Riéndome de mis tontos temores, dejo pasar al joven del libro y la mochila, y vuelvo a casa, a mi mujer y mis hijos.


Mateo Santillán




Yugo (Martín Susnik)







El término “yugo” nos hace pensar automáticamente en opresión, sometimiento, carga… falta de libertad. Sin embargo, el primigenio significado no es ese, como sabe la mayoría. En su primer acepción castellana yugo hace referencia al artefacto al cual se uncen los bueyes, las mulas u otras bestias por el cuello o la cabeza a fin de formar una yunta que resulte útil en las labores campechanas de arado y acarreo. La palabra proviene del latín iugum, que podría estar relacionado con iugulum (cuello) y, según dicen, tiene su origen remoto en el sánscrito yeug o yug (unión, unir), de donde hemos heredado “yuxtapuesto”, “yoga”, “cónyuge”…
Algo extraño debe haber pasado para que lo que en principio hacía referencia a la unión nos terminara haciendo pensar en carga y opresión. Al notarlo, supuse rápidamente que tenía que ver con los pobres bueyes, así que amagué en ir a preguntarles. Desistí al punto y esto por dos razones. Por un lado, mi locación casi permanentemente urbana hace que salir a buscar un buey se torne una misión molestamente rebuscada y trabajosa. En segundo lugar, sospecho que aun si tuviera la suerte de encontrar un buey al que plantearle mis inquietudes no obtendría por respuesta más que un mugido poco esclarecedor (el único que me esclareció unas cuantas cosas fue aquel al que, paradójicamente, llamaban “el buey mudo”). Los bueyes, al parecer, no se plantean siguiera tales asuntos.
Pobres los bueyes… Por lo del yugo, digo. No por el hecho de que no se planteen estos asuntos, eso quizás hasta le evite disgustos. Pero lo del yugo sí me inspira cierta compasión. Resulta que para que trabajen en unión, para que formen yunta, hay que encajarles el artefacto este, de lo contrario no lo harían. Puede uno gastarse horas y saliva en querer explicarles que la unión hace la fuerza, que el bien común redunda en beneficio del individuo, que es en el encuentro con el otro donde se abre camino la realización, que un yo se plenifica en la solidaridad con un tú… y el buey nada, ni bolilla. No hay manera de que entiendan, los muy bestias. Y entonces no queda otra que recurrir al yugo.
Menos mal que nosotros zafamos de eso. Porque… zafamos ¿no? Digo, nosotros sí nos planteamos el asunto ¿no? Y el premio de eso es que podemos entenderlo… que no somos pobres bestias… que lo del yugo no se aplica a nosotros… ¿No?


Martín Susnik





Yugada Ye (José María Schettino, bis)

http://es.wikipedia.org/wiki/Enrique_Santos_Disc%C3%A9polo




Yo ya yiré. Yazgo en un catre. Acompañado por un termo con agua caliente, yerba, por supuesto, y algunos yuyos medicinales. Y por mi gato, Yiyo. Recuerdo el tango de Discepolo, Yira, con esos versos tan metidos en nosotros, Con algunas licencias poéticas y con el sentimiento a flor de piel “Cuando la suerte que es grela, fayando, fayando”.
Yamila, entretanto, me visita. Y me endilga esas cosas que me llenan de pasión y no sé si se me yuxtaponen las neuronas, si son ayes o armonías las que surgen de mi yo.

-          Ay, mi vida. Soy capaz de entregarte todo. Las yemas de mis dedos, mi yeyuno, y hasta algún pelito del sexo. Esos que dicen que tiran más que yunta de bueyes (unidos por un yugo, por supuesto). ¿Te acordás cuando jugábamos al yoyo? ¿O cuando yacíamos en el pasto, después de simular un combate de yudo, para abrazarnos y algo más? Muy chévere todo.
-          Y yo, Yayo, también te entregué todo. ¿ Y el primer tango que bailamos, La Yumba? No creas que yacer es entregarlo todo. Estamos juntos, ya, y por siempre.

No pude seguir hablando con ella. Aparecieron dos amigos y nos cortaron el diálogo. Yanina y el vasco Yrigoitia. ¿Y? Después la seguimos-


 José María Schettino


miércoles, 23 de octubre de 2013

Yo que te ví (María Teresita Suriani)





“And maybe I’m too young to keep good love from going wrong”
Jeff Buckey



Yo que te vi, mover las manos, tensar los dedos,
Dibujar mujeres y hacer sonar la música,
De las cosas que caen
Y de dioses que caen, religiones que caen y seguridades que caen

Yo que te vi romper fórmulas y confundir palabras,
Para ser feliz…
Yo que cuando abriste la puerta, veía cómo caían y morían todos ellos
Los dioses, las religiones, las seguridades
Me enamoré de tus dudas
Y de las cosas que hiciste caer,
También para mí.
Y de vos, destructor de mundos,
De las palabras difíciles que me siguen marcando.





Teresita Suriani



Yo conozco (Sergio Antonio Chiappe)







Yo conozco la desolación,
he visto el miedo en sus ojos,
escuché sus gritos.

La vi arrancarse la piel.

Yo conozco el árbol de los ahorcados,
sus ramas desnudas y secas,
el silencio lúgubre de las hojas que caen.

He visto los pies de los muertos,
reconozco sus huellas en la nieve.




Sergio Antonio Chiappe
Bogotá


martes, 22 de octubre de 2013

Yo (Guillermo Barber Soler)







Yo
siempre yo
transpirándome inevitablemente por los poros de mis hojas
derritiéndome
pegajosamente en cada palabra
mal escrita

yo
siempre yo
en cada rostro que suciamente reflejo
en cada imagen acústica y burda
que melosamente resbalo en todo otro
en cada proyección
de mis pupilas

yo siempre que miro
siempre que leo siempre que veo
yo
en todo color en toda sílaba inútil con que ilusamente me baño

yo y
siempre yo
yo, yo
ineludible yoedad con que
inoperantemente lastimo
cada piel
en que mi grasa se imprime.

Yo, yo
emano yo
huelo yo y en todos lados
yo
todo yo
donde miro donde escucho donde beso
viscoso beso en que me beso yo
a mí mismo
a esta cosa inmensa, espesa y hueca
que se reparte en cada rincón virgen
en cada tierra sin huellas
en cada niña sin besar

y yo, yo, yo
¡insoportablemente yo!
En cada ida, en cada vuelta
¡yo!
¡otra vez yo, yo, yo!
¡no, yo, no, basta, yo!
¡ya fui suficiente, yo!
Porque estoy yo en cada yo, en cada no-yo
en cada silencio con que turbiamente quiero esconder la yoedad que padezco
la yoedad con que hago padecer
a mi propio yo
que confusamente se disfraza
de todos

porque estoy yo y
solo
yo
y
yo
solo
y
yo
solo
y
yo
 solo.

Guillermo Barber Soler


Yo (Nicolás Balero Reche)

Francis Bacon, Estudios para autorretrato
http://www.lostiempos.com/diario/actualidad/tragaluz/20110418/salen-a-subasta-dos-obras-de-bacon




“Al fin, gracias a Dios, llegaste mi querido Yo. ¡Bienvenido!” le dije con mi voz de Vacío que solía caracterizarme. “¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo!¿Te acuerdas de mí?” me contestó.
Aquél día te volví a encontrar, o mejor dicho, me volví a encontrar... Lo vi recubierto de polvo, maltrecho, desdichado. Solo, abandonado y vacío me había dejado. Me había prometido recuperarnos de todas esas adversidades que habíamos vivido juntos y que nos hicieron separar, pero en vez de eso cada vez estaba más lejos. Y pasaba los días buscándolo en los otros, cuando tenía que buscarlo en mí, y en esta verdadera soledad.
“Te fuiste muy afuera”, le dije. “Estaba bien adentro, en realidad, pero nunca me buscaste” me dijo. Me criticó que haya sido persuadido por alegrías pasajeras, por eso que parecía amor, pero en realidad tapaba los miedos a la soledad, y era una distracción que me alejaba de mí. 
“Te extrañé”, me dijo, “era hora que me des bola… me tenías abandonado. Me reclamó que anduviera por ahí… perdiendo el tiempo, buscando en otros horizontes lo que tenía que buscar aquí en la conciencia, en el corazón. Reconocer y aceptar ese centro de interrogantes, producto de tantas vivencias, sustento de una dignidad que no desaparece. Dignidad que no la da nadie más que Dios, y sólo Yo podía revalorar.
Me dijo que había sido error mío darle un trabajo que no le correspondía, cuando era de él. Me recordó que estaba cansado de gente que cree quién soy, cansado de aquellos que juzgan sin saber de mí, y que recuerde quién soy. Me dijo que me había perdido un montón de mí, que había sido un tiempo que murió y que no volverá pero que no me preocupe, que de todo se aprende: y que muchas veces los golpes son necesarios para crecer.
“Era hora que salgas de ese trono falso que te hiciste”, donde muchos esperaban de ti lo que no eras, y me tenías guardado porque te daba vergüenza conocerme, ya que no eras perfecto, tenías mucho que mejorar. Pero ahora aceptas que no seas perfecto, que haya mucho por hacer, y me convenció de que tengo que estar dispuesto a aprender de los demás, a que no siempre tengo la razón, a que no siempre hay que buscarla, a que es bueno equivocarse, a que puedo abrirme a los demás que honestamente se preocupan por ti y no configurarme a su parecer…no son una competencia, son parte de tu vida. Me dijo que sepa perdonarme y que sepa perdonar, que si no recibía esos perdones que necesitaba, que siga adelante… algún día llegarán si tienen que llegar.
“No tengas miedo”, me repitió mi yo. “Ahora estás conmigo, se vienen tiempos mejores”. Cuánto me costó aceptar que me diga que iba a estar solo, pero con él, con mi yo; que lo iba a conocer, a respetar, a aceptar, a querer, y… en algún momento, a compartir.


Nicolás Balero Reche


Yo (Ángeles Smart)


Tren lleno, India
http://blog.cadenaserviajes.es/blog/mejor-peor-viaje-en-tren/



Mi amigo budista me dice que tengo que abandonar el énfasis en la individualidad. Me advierte de los peligros del ego. Lo escucho porque no dejo de percibir algo necesario en el planteo. Franz Rosenzweig, por el contrario, apunta contra la totalidad que niega el nombre y el apellido.
Yo, en el medio de esta tensión dialéctica, atravesada como siempre por distintas versiones, perspectivas, ideas. A veces, las percibo como punto de encuentro y superación, otras, como crisis y contradicción.
Según el día y el ánimo.



Ángeles Smart

lunes, 21 de octubre de 2013

Yesca (Josep Comas)



Joan Miró, de la serie Constelaciones (Ilust. blog)





(Viene de Éxodo-o-exilio)



−Nadie. No soy nadie –dice él.
Calculo que habrá pasado alrededor de una hora desde que yo hice la pregunta una pregunta en realidad retórica que provocó esta respuesta. Nadie; y sin embargo, sigue ahí, frente a mí, imponiéndome su realidad.
No puede ser nadie. Nadie es cada uno de mis compañeros de trabajo en la imprenta. Nadie fue cualquiera de esos incapaces de hacerme feliz, de cuidarme. Nadie será en el futuro siempre por venir mi hijo inconcebible.
Nadie, en todo caso, soy yo. Yo, ambigua, yo medio viva y medio muerta, yo casi hospitalaria y casi hostil, yo mitad niño y mitad salvaje, yo tan terrena como etérea. Yo que no soy yo. Que soy una falta. O varias. Una sucesión de posibilidades truncas.
Pero ya no. Ya no soy yo, esa yo sida. Soy diferente. Sí. Me siento invadida, casi como si la totalidad de mi cuerpo estuviera bañada en agua, me siento invadida por algo nuevo, difuso pero nuevo. Algo cambió. Siento, me parece sentir, que el agua me llega a todas partes.
Recuerdo el olor a leña húmeda encendiéndose del cuerpo de U cuando hacíamos el amor. Es raro. No era olor a leña húmeda precisamente, es decir: yo no olí precisamente eso, ni tampoco algo que me recordó a eso, como por asociación. Es como si hubiera aspirado la… ¿esencia?… No, no… la esencia no. Al revés, era… era algo concreto: como si hubiera aspirado la concreción del cuerpo de U, su urgencia, su carne, su contundencia, su piel, y descubriera que ocultaba ese olor. Pero tampoco, porque no lo ocultaba. Lo manifestaba. Era como el lenguaje en el que ese manojo de músculos irrigados de sangre se animaba a hablar. Eso: un lenguaje.
¿Y yo? ¿Qué lenguaje hablaré para él? Pienso en el agua. Pero eso lo sentí, lo imaginé, yo. Yo, para mí. Pero yo para él soy otra cosa.
−Y… −no sé cómo decirlo; así que ante el titubeo hago la que nunca falla: me pongo en irónica− Oíme, Nadie –le digo, escondiendo mi timidez; él me mira, yo le sonrío (no vaya a ser cosa que no note la sorna y se sienta ofendido), y suavizo la voz, pero sigo actuando−: ¿cómo me sentís? –y ahí me doy cuenta que la pregunta puede interpretarse de muchas maneras; dudo− O sea… −es irremediable, se me va el personaje−, ¿me sentís como qué, me… me vivencias como qué?
−No sé. Sos como… algo así, pero no. Pero como el comienzo de algo –y se me escapa una mueca. Qué manera de esquivar la pregunta, también−. Pero no sé, ¿vos cómo me sentís?
¡Ah! Y además quiere invertir los roles. Cualquiera pensaría “descarado”, “son todos iguales”. Lo admito, ese pensamiento me acaba de pasar, fugazmente, por la cabeza… Pero por otra parte me parece que se lo toma en serio. Que le importa. Que yo le importo. Me quedo en silencio.
−Dale, decime –él insiste, pero yo: más silencio. Me hago rogar, cómo no. Si igual sé que se lo voy a decir. Se lo quiero decir−. ¿Me decís, por favor?
−Bueno, bueno. Es que –asumo el hecho de que ya estoy expuesta y por un momento no me meto en ningún personaje−. No, yo te sentí como… te olía y olía leña húmeda, como cuando tarda en prender, pero… pero prende.
−Ahí está: y vos sos el comienzo del fuego.
Me agarra por sorpresa, vulnerable. Así que, en mi interior, me niego: no puede ser, yo no tengo fuerza para eso, me está mintiendo… me está acariciando el alma y yo no me voy a dejar adular.
−¿La chispa? ¿El rayo? –mi tono es arquetípicamente cáustico.
−No –cierra los ojos, intenta expresarse mejor−. No. Es diferente.
−Soy demasiado corta, demasiado seca. –sincericidio: ¡qué dije…! Mejor me callo− Callate, mejor, querés –qué me va a venir a decir. Si no me conoce. Claro: si no me conoce, yo no soy nadie para él. Soy nadie. No él, yo soy nadie. Punto. ¿O no? Quizá no. Porque él sigue ahí, imperturbable. Mirándome. Desnudo. Real.
−La chispa es regalada. No es mía, ni tuya –se pausa, me da la impresión de que se hace el misterioso, no, mejor, el iluminado, y agrega:−Se nos da.
Pero tal vez él es así, y no se hace nada. Quizá sólo soy yo la que me hago. Le voy a decir que qué ganas de sacarle peras al olmo de las metáforas, y es que sí, la verdad, pero no le digo nada. ¿Para qué?
−Vos escuchame –me dice, y entonces yo me sereno y lo escucho. En el fondo sé que se lo merece: es el hombre-leña−: sin vos el fuego no se puede prender. Serás todo lo seca que quieras, pero sin vos el fuego no se prende. La leña no arde. Hizo falta una chispa, una chispa que, te repito, nos es dada, para que te encendieras, y al encenderte, me encendieras a mí.
Y yo me callo. Y escucho. Qué lindo es escucharlo. Ojalá así fuera. Podríamos quedarnos para siempre así, entre dormidos y despiertos, soñando para siempre el uno con el otro. Ojalá.
Lástima que las cosas no funcionan así, que la realidad no es tan… bella.


Josep Comas




Yesca (Estanislao Zuzek)

http://vidaprimitiva.com/foro/viewtopic.php?f=11&t=365 (Ilust.blog)




Un hongo y, para colmo, parásito sobre árboles frecuentemente enfermos. ¡Puah! ¿Quién daría algo por él? U otro material orgánico reseco… casi al final de su cadena de degradación biológica, ¡un desecho! Sin embargo, la humanidad entera de aquellos tiempos… y del nuestro goza de vida más digna y más plena, gracias a ello. Calor, luz, energía…

            Una ínfima chispita que anide en esa masa fofa y reseca que, avivada con algunos soplos, basta para para generar una llamita. A su vez, ésta alimentada con ramitas, hojas secas, astillas u otro elemento combustible menudo se transforma, luego, en una llama que brinda calor, luz y que hace más posible a la vida. Esa chispita pudo haber sido generada fortuitamente, por la caída de un rayo, por ejemplo y, luego capturada por esa masa fofa que la multiplicó – para convertirse en fuego beneficioso y en casos extremos, en dantescos  y destructores incendios naturales – a modo de renovación. Pero en general, es ello fruto de la voluntad, de golpear el pedernal con eslabón para provocar chispas o de ir generando calor por frotamiento entre sí de elementos de madera, en presencia de esa materia fértil para ignición que es la yesca. Todo lo cual implica experiencia, maña, esfuerzo y mucha perseverancia. Digamos, finalidad, voluntad y mucho tesón del hombre. Obviamente, al presente ya no recurrimos a esos métodos para encender y generar calor y energía. Sin embargo, el concepto permanece, aunque sea como figura.
           
            A la yesca le encuentro una gran afinidad con la vocación de maternidad – por la predisposición de recibir siempre y, luego, alojar en su seno las chispitas de la vida, alentarlas a que prosperen y cuidarlas para que crezcan; consumiendo la madre para ello su propia vida, por amor. Ese amor que consume pero que, paradójicamente, al mismo tiempo renueva y enriquece; a la manera de un círculo virtuoso: Darse totalmente para descubrir luego que en devolución se recibe mucho más… sin haberlo pretendido.

            Al inicio estaba la yesca, siempre dispuesta a albergar la chispa que en dado momento impactaría en su seno, ávida de entrar en ignición y de consumirse abnegadamente para dar lugar a una llamita…

            Escrito en el mes que celebramos el día de la madre.

Estanislao Zuzek


domingo, 20 de octubre de 2013

Yerba (Alexander Vortice)

http://www.tti-online.es/?works=salvador-dali-regresa-al-pompidou (Ilust. Blog)






Sálvame de los terrores accidentales.

Asevera mi nombre o deposítalo
en una yerba de recuerdos verduzcos.
He completado la degustación del cosmos
y ahora sólo vaticino sombras y crueldades.

Imperio de senos, matización de malicias,
sujetando balcones con nuestros dientes de sal,
secreto mutilado, cata de corazones acústicos…

He visto como la confusión se convertía
en un lugar sombrío engullido
por mordeduras de menesterosos.

Dios remueve su café de dados.
Ahora el planeta Tierra no cabe en un vaso
de esperanzas albinas.
Conocemos lo que vemos, lo que sentimos
por el mero hecho de sentir.

Rescatamos de los vestigios expectantes
olores de pan caliente, bisagras de albor
y tamices de terrores accidentales.



Alexander Vortice



Yerba (Marcelo Gobbi)




http://www.taringa.net/posts/info/4107225/La-Yerba-Mate-propiedades-magicas-sin-duda.html (Ilust. blog)



Así como Groucho Marx decía que no es necesario tener parientes en Kansas City para ser infeliz, tampoco hace falta comenzar cada mañana con la lectura del Boletín Oficial para mortificarse. Acaso sea una penitencia con que los abogados buscan expiar sus también diarias tropelías.
Así y todo, esa lectura sirve para apreciar las obras de la civilización. Es que uno lee una cosa tan simple como una ley y corre el riesgo de mirarla con desdén, sin percatarse de que tras de unos pocos y modestos renglones hay una herramienta de ingeniería social, un portento que cambiará para siempre (y para bien) la vida de cada uno de los buenos salvajes que habitamos esta tribu. Detrás de cada texto hay gentes que han analizado, estudiado, debatido, redactado, presentado y auspiciado aquello que modificará para siempre nuestra existencia, como el soplo creador, el salto cualitativo que se supone le faltó encontrar al finado Darwin (me refiero al que termina de explicar la evolución de hombre a mono).
Es que uno no percibe los grandes cambios históricos si está metido en medio de los acontecimientos, si los está viviendo. Yo no imagino a dos romanos comentando, mientras los bárbaros ingresaban en la ciudad, “caramba, siendo las trece y treinta y siete, en este preciso instante da comienzo la Edad Media”. A la Historia le gusta disimular, es bastante ladina. Después te viene desde atrás con los hechos consumados y vos, distraído.
En un ejemplar de agosto de este año puede leerse la magnífica ley 26.871 que por todo texto dice: Artículo 1º: Declárase al mate, como infusión nacional. Artículo 2º: A los efectos de la presente ley entiéndese por mate a la infusión preparada en base al alimento de yerba mate, que colocándose en un recipiente y mojada con agua caliente, es bebida mediante una bombilla. Artículo 3º. Dispónese, que en eventos y actividades culturales, sociales o deportivas de carácter oficial que se encuentren previstos en las agendas oficiales nacionales e internacionales deberá preverse la presencia de la expresión y logotipo de Mate Infusión Nacional y la promoción de dicha bebida y sus tradiciones. Artículo 4°: La presente ley se reglamentará en un plazo de noventa días desde su publicación.
La comunidad científica ha comenzado a distribuir, para el debate, algunos papers que recogen los primeros efectos de esta política de estado.
1.     Se ha puesto fin a la controversia sobre si el mate es una infusión o una tisana.
2.     La Argentina ha finalizado el proceso emancipador respecto de España. Por lo menos en lo que concierne a toda imposición metropolitana sobre el uso de las comas.
3.     Bien leído, el retruécano gramatical de la definición nos enseña que si la infusión no es bebida (participio de beber y no sustantivo) entonces no es mate. De modo que al último, a ese ya medio lavado que dejamos sin beber, no habremos de llamarlo mate jamás, so pena de incurrir en ilegalidades. Habrá sido acaso un proyecto de mate, un mate en potencia, un mate en grado de tentativa, pero jamás un mate a secas. Por lo menos a los efectos de la ley en cuestión, cualesquiera sean.
4.     Dos diputados misioneros se han presentado ante el INADI (570 empleados) y la Corte Suprema (ni idea pero seguro que muchos también) para que declaren la inconstitucionalidad de la ley por discriminar al mate cocido y al tereré, que no encajan en la definición y por ende han quedado afuera de la appellation d'origine contrôlée.
5.     La República Oriental del Uruguay, que ya intentó -en vano- privarnos de haber acunado nada menos que a Gardel (el que nosotros habíamos birlado primero a Toulousse, Francia) ha pedido incluir el punto en la próxima Asamblea General de las Naciones Unidas a modo de protesta, y en Rocha habrá una huelga de termos caídos durante la próxima Semana del Turismo.
6.     Todavía no se ha dictado la reglamentación con que amenaza el artículo cuatro. No adivinamos con facilidad qué pueda reglamentarse en esta materia, pero nuestros informantes no han indicado que el país se aprestaría a crear el ENEMA, Ente Nacional Ejecutor para el Mate Argentino, que una vez dotado de gente y presupuesto encarará su misión, porque sin plata no se puede hacer ninguna revolución cultural.
Amargo, para mí.


Marcelo Gobbi

sábado, 19 de octubre de 2013

Yendo en tren (Clemencia Campos)






El otro día yo pensaba en algo. Pensaba en esa charla en el tren; en ese día cualquiera, que se convirtió en un día distinto. Y ahí entre ruidos de motores y olor a riel quemado me contaste tus andanzas, tu rutina, como la de siempre, tu día a día, tu teclado, tus proyectos, tus números y programación. Me contaste como si supiera de tu arte, como si te entendiera y pensara con vos a tu mismo ritmo.
Pero mis rieles iban por otro lado. Cada vez que vos decías HTML yo pensaba en qué podían significar esas letras; y si decías Java yo pensaba en quién sería tal y me preguntaba si quizá lo conocía. Y cuando me contabas de Bugs no podía sino imaginarme una zanahoria. Y ¡qué decir de Spam! Eso me hacía toser. Pero vos sin tartamudear y con tus ojos concentrados, inspirados, cada vez más grandes y fijos en la nada pensando, me contabas como pintabas tu arte día a día y el hermoso cuadro que harías el día de mañana.
Y yo asentía, y tenía ganas de reírme por veces. Pero me las aguanté y me descargué solo dándote un beso en el cachete.
Ese día me di cuenta que me gustaba eso. Me encantaba que no habláramos el mismo idioma, que nuestros rieles aunque distintos se cruzaran por el diálogo, chocáramos, y en esa explosión se liberara la pasión de poder estar, escucharnos y acompañarnos, aunque sin entender mucho de qué hablamos.
Ese día comprendí que tu cotidianidad era para mí lo nuevo y eso justamente era lo interesante.
Fuiste el primero en hablarme distinto, no me busqué en vos y por eso me encontré. Vos me preguntas qué es la causalidad y yo te pregunto qué es .net, y así se pasa una hora de tren tan rápido como las 24 imágenes que vemos por segundo, y así se nos va ir yendo la vida: en una fugacidad, aunque disfrutando de cada imagen, de cada charla y de cada viaje en tren. 



Clemencia Campos



Yendo (Francisca Beccar Varela)


Las Moiras






Me voy yendo
pero me quedo.
La rueda gira,
y quien la mira,
me ve sufriendo
y me ve riendo.
No me da pista
ni estoy tan lista,
pero voy viendo
el in crescendo
y diminuendo
de la "mia vida".
Estoy, me voy,
agradecida,
desde la herida.


Francisca Beccar Varela