sábado, 23 de febrero de 2013

Quizás, quizás, quizás (Luis Baliña)






Quizás, quizás, quizás
Así decía el bolero.
Hoy estamos más acostumbrados a decir quizá.
Decimos quizá para expresar lo que es posible: quizá si me inspirara un poco podría escribir algo decente. Con Bioy, prefiero que me juzguen por lo que podría escribir.
El ámbito del quizá es futurizo, piensa Julián Marías, y entonces hay que usar la imaginación, que es lo que hace su hijo Javier.
La palabra quizá se refiere a algo que, si bien es posible, no es seguro. Por eso la literatura siempre nos ha ayudado a mirar en esa dirección: la diosa le aconseja a Ulises como navegar, porque quizá encuentre vientos en contra, rocas sumergidas, sirenas que encantan con su canto. Quizá no.

 Luis baliña

Quizás (María Echevarría)






Quizás tenga que avanzar, así, sin miedo y sin mirar bien hacia dónde voy.
Quizás sea más conveniente calcular cada paso a dar.
Quizás tenga que darle una segunda oportunidad.
Quizás debería cerrar ese capítulo de mi vida y pasar a otra cosa.
Quizás lo mejor sea dedicarme a planear cuidadosamente mi futuro.
Quizás tenga que ir viviendo a medida que me vayan viniendo las cosas.
Quizás tenga que viajar más sin calcular tanto los presupuestos.
Quizás sea preferible dedicarme a ahorrar y conseguir algún pedacito de tierra propio.
Quizás sea hora de desplegar las alas.
Quizás sea el momento de echar raíces.
Quizás ambas se excluyen.
Quizás se complementen.
Quizás cuando asuma mis contradicciones internas deje de estar tan dividida.



María Echevarría

Quizás (Ángeles Smart)

Alessandra Sanguinetti, Fotografía, de la serie Las aventuras de Guille y Belinda y el enigmático significado de sus sueños, 1999-2006 (La flecha es mía).




She saw in the rainbow the earth's new architecture, the old, brittle corruption of houses and factories swept away, the world built up in a living fabric of Truth, fitting to the over-arching heaven. (D.H. Lawrence, The Rainbow)*




                Dicen por ahí que al final del arcoíris hay un ánfora llena de oro y plata, esmeraldas y rubíes, perlas y zafiros. Pero siempre más allá. Y un poco más allá todavía. Lástima que ya pocos sigan buscándola. El esfuerzo se hizo demasiado pesado, la fe muy débil, el camino un poco largo y las distracciones suficientemente convincentes.
                Pero cada tanto, después de las lluvias, con la sorpresa y la belleza de los nuevos colores, algunos ojos inquebrantables se posan en el horizonte ¿Y... si es verdad, si es así realmente? ¿Si el tesoro existe?
              Han dicho que la duda, al poner entre paréntesis la evidencia de lo que es, puede devenir  el primer paso de la liberación. Pero intuyo -junto con otros- que no es estrictamente la sospecha el origen.

En el principio es la victoria de la imaginación

Con la articulación de un ojalá, un tal vez, un quién dice...




 Ángeles Smart 



* Ella vio en el arcoíris la arquitectura de la nueva tierra, la vieja, quebradiza corrupción de casas y fábricas había desaparecido, vio al mundo construido en un viviente entramado de Verdad, ensamblando por encima con el paraíso (D.H. Lawrence, El Arcoiris).

viernes, 22 de febrero de 2013

Quizá (Guillermo Barber Soler)

Auguste Rodin, El beso




Quizá deba esperar
a que la alegría rompa tus miedos,
o a que la tristeza desarme tus murallas.


Quizá haya que ayudar
a que se canse tu ego,
o a que se arme de coraje tu impulso.


Quizá sea cuestión
de que despierte renovado tu instinto,
o de que duermas un poco tu conciencia.


Quizá (insisto: quizá)
deba ser de a poco,
                como siguiendo tu ritmo;
o de golpe,
como descolocando tu expectativa.


Pero no me cabe la menor duda
de que en algún momento de la noche
      (de alguna manera o de otra)

                                                     te arrancaré un beso.
Guillermo Barber Soler




Quizá… (Dolores Castaños)

Cape Lookout, Oregon



En otra vida fui gaviota. Porque aquí y ahora, en esta playa, caminando sobre la arena húmeda, ¡me siento en casa!
El viento pasa sus dedos por mi pelo y lo revuelve. El sol acaricia la piel de mi cara con suavidad y, casi diría, ternura.
Camino dejando mis huellas marcadas en la arena y sonriendo en paz conmigo misma. ¡En casa!
En eso, mi hijo empieza a correr hacia mí. Abro mis brazos mientras mi imaginación levanta vuelo y, jugando con el viento, pego la curva al ras del acantilado que abraza la bahía. Cierro los brazos envolviendo el cuerpo de mi chiquitín al tiempo que mi mente aterriza con los pies bien firmes sobre la arena húmeda. Y sonrío en paz…

Quizá en otra vida fui gaviota, porque aquí y ahora, en esta playa, me siento en casa. 

Dolores Castaños


Quitar (Ignacio Leonetti)

Igmar Bergman. El Séptimo Sello. 1957.




Llegué.
Arrebaté lo tuyo.
Y me fui salvajemente.


(Hiela la sangre.)


Ignacio Leonetti

jueves, 21 de febrero de 2013

Quise, quiero, querré (Jorge Oscar Marticorena)

Henry Matisse, La danza
http://www.cuscatla.com/favismo.htm (Ilust, blog)




Quise a mis viejos.
Quién no.
Seguí sus ejemplos, sus pasos, sus ideas y costumbres.
Claro que sí, me fueron marcando el camino.
Y, como muchos y muchas,
Un día encontré una huella que, suavemente,
se apartaba del sendero que ellos seguían.

Quise ensayar pasos diferentes,
Amar amores descubiertos por mí.
Acercarme a otros paisajes, oler otros perfumes.
Enamorarme sin comprender el amor,
Con todo el romanticismo desmelenado de esos años.
Con miedos y tabúes ancestrales, restricciones hipócritas.

Descubrí que amar es hermoso
Comprendí, después de los fracasos,
que experimentar el amor valía la pena.
Valía todas las penas.

Y no fue solo el amor romántico y apasionado
por las mujeres de mi vida.
Esos amores fueron madurando.
De uno a otro fui aprendiendo a comunicarme.
A dar mucho, a sentir todo.

Persiste el ansia de compañía.
Permanece el hambre de cariño.
Siempre me llama la tentación del  misterio.
De lo desconocido, de lo oculto apenas por una sutil niebla.

Luego de este largo, dulce, duro, agreste tránsito
Sé que siempre querré, buscaré,
Esas sensaciones y emociones.

Jorge Oscar Marticorena
En casa, empieza el fin del verano. 4 de febrero, 2013

QR System (Javier Nari)

Generador: http://goqr.me/





Tecnoreceptividad es el término con el que denominó Aristotecnóteles a esta primera facultad receptiva del aparato virtual, condición de posibilidad de todo entecnimiento. Dos intecnolectos sostiene el famoso maestro de la escuela pericybernáutica; uno pasivo y otro agente. Un intecnolecto pasivo por cada esmarphoné, en cada tecno-consumidor, difiriendo solo en grado cuantitativo de cualquier individuo primatécnico, virtualis incipiens subiectum,  y un intecnolecto agente universal, propio de la última esfera virtual.  El tecnointelecto pasivo recibe el código que le llega por medio del órgano corpo-esmarphonario. El intecnolecto agente hará posible la actualización del contenido virtual, intecnolegible e inmanente del código. En el tecno-conocimiento, el único que expande su luz artificial sobre el intecnolecto pasivo de cada tecno-consumidor, es el intecnolecto agente. Y así como la luz natural, al iluminar los cuerpos particulares se particulariza en cada uno de ellos y se refleja en la multiplicidad de los colores, así también el intecnolecto agente actúa sobre los códigos tomados por el intecnolecto pasivo, abstrayendo el contenido intecnolegible implícito, y se une así accidentalmente al esmarphoné individual, multiplicándose en la apariencia, pero sin perder su intrínseca unidad. De esta manera se constituye en el esmarphoné el tecnointelecto adquirido, que expresa la aceptación, por parte del intecnolecto pasivo, del contenido intecnolegible que el intecnolecto agente transforma en acto.
Esta adquisición del intecnolecto en las esmarphones de cada tecno-consumidor es caduca; en otras palabras la tecnociencia, como posesión individual, se genera y perece. Pero en sí misma, la tecnociencia, en cuanto es la realización en el mundo de la tecno-potencialidad del intecnolecto universal, es inmortal y, aún más, eterna a la par de esta.  La realización de la potencia intecnolectual es necesaria; y como ella no puede tener lugar más que en los esmarphones del tecno-consumidor, necesaria y eterna a la par de este proceso de tecno-realización es la homo-tecno-virtualidad. Los aparatos y consumidores pasan; únicamente la homo-tecno-virtualidad subsiste inmortal, como órgano y fundamento perenne e indispensable de esa forma de actividad divina que es la tecnociencia.

Averrotecnoes





miércoles, 20 de febrero de 2013

Quinientas palabras al aire (Carolina Diaz)

Delacroix, La libertad guiando al pueblo, 1830
http://atlasdealbertopeces.blogspot.com.ar/





Quinientas palabras al aire, y un poco de sabiduría,
Caminos que todo lo dicen, que todo lo ocultan, que son de misterio.
Misterios siempre misteriosos, ruda macho, ruda hembra;
¿Dónde está la guarida tibia, el fondo del mar, el eterno descanso?

Hoy toco el espejo, que inmóvil veo, pero no atravieso...
¡El mundo mágico no existe, ilusa! me grita desgarradoramente, racionalmente.
Hoy son castillos en el aire, tu dolor, tu llanto, tu esperanza, tus sueños todos,
hoy seguirá siendo hoy, y mañana será otro día.

Y mientras el tiempo pasa, y la espiral crece, y crece, y crece;
esta dura realidad sigue su curso, indiferente, indolente, realidad real
golpe, puño, estocada, carne de cañón, podredumbre,
espanto, huida y desazón.

Quinientas palabras al aire, quinientos años, milenios o quién sabrá...
misterio de los misterios, pérdida pérfida,
descorrido velo, roto, muerto, espíritu humano;
humano dolor.

Carolina



Quietud de Desocultamiento (Maximiliano Hünicken Segura)

La quietud de Edipo ante la verdad, Max Hünicken


 
                                                                                 “La verdad puede más que la razón"
                                                                                   Sófocles



Cuan pesada pueda resultarnos la verdad, es una inquietante invocación de nuestra precaria existencia. Y es Edipo el hombre capaz de sobrellevar con grandeza semejante desafío. Pero es el itinerario de aquella santa amargura, la que arroja al héroe con su apetito de desocultamiento. Este deseo moviliza a la moral y justicia del protagonista. Y así se corroe la convención de una vida que se consagra  a la quietud. Ahora bien, se necesita de un análisis fenomenológico que no expire  con  la  presunción sistemática, sino que se adapte a los avatares de la tragedia. Por ello se propone seguir los lineamientos de una fenomenología que va desplegando todos los elementos que se pueden apreciar en Edipo Rey. Entonces la embestida del destino es dejar que los dados de la providencia sigan el curso natural, para que la ofensa del crimen asumido pueda resolver el conflicto:

             Que nunca vacile yo en el esfuerzo de darme con piadosa pureza, palabras y obras al cumplimiento de la ley que vive eternamente en las santas regiones del éter. Hija es del cielo, no obra de los hombres mortales. Nunca duerme. Dios es fuerte en ella: nunca pasará. Pero aquel que en palabra y obra va por el camino de la soberbia, sin temer a la justicia, caiga en el maldito destino  (Sófocles,  Edipo Rey, Frag, 863. ss, Apud: Nestle, Wilhelm, Historia del Espíritu Griego, Griechische Geistesgeschichte, Barcelona, Ariel, 2010, p.164.)


              Un  Destino capaz  de intimidar a nuestra labilidad, y provocar en nuestra conciencia el cultivo del colere trágico, aquel arte que con suspicacia pueda posicionarnos ante la dialéctica del nudo dramático. Y de ese modo, buscar en la analogía de la acción, la verdadera naturaleza de la tragedia, es decir, acudir al equilibrio de la visión de Aristóteles: “Pues la tragedia no es imitación de hombres, sino de la acción, esto es, de la existencia [. . .]” (Aristóteles, Poética, Madrid, Gredos, 1998, p.57)

             Ahora bien,  la vida de la tragedia, suscita el brío del ocultamiento, y no sólo con la razón se podrá quitar el velo. Porque la permanencia de la desdicha, reclama la incesante prerrogativa  de la verdad. De este modo, se le da continuidad a la tracción de la compasión y el temor, a la piedad de su justicia, y a la nobleza de su acatamiento. Edipo representa al héroe del desocultamiento, y en ese desatar se siguen las efigies de la trama. Y es justamente, a modo de fenomenología, que se puede desentrañar el reconocimiento de aquellas figuras que atañen a la máscara de un conflicto no resuelto.
             En cuanto a la incursión que Hegel realiza a partir de su poética, podemos divisar lo trágico de los actos, que se ordenan al plan purificador de un destino. La condena está inscripta en la esencia de su ensanchamiento, y la dialéctica del conflicto deberá ser culminada por una nueva instancia superadora, es decir, una analéctica como combinación conciliadora de analogía y dialéctica. Es así como la tragedia de Sófocles logra esta concordancia, en la llamada armonía expresiva, y allí radicaría la originalidad del desocultamiento. Por ello, es fundamental reconocer en el arte de la tragedia, el principio de virtud que hace posible el desenvolvimiento: “Ahora bien, en virtud de este principio, lo trágico consiste principalmente en el espectáculo de semejante conflicto y su desenlace” (Hegel, Poética, Buenos Aires, Servicios Editoriales – ESE, 2005, p. 133)
             Aunque no tan sólo en ese aspecto debe inclinarse la visión del desarrollo trágico.
            Otro aspecto, con el que se daría el giro final a este desocultamiento, remite a la compasión trágica, dado que lo fenomenológico estaría dado por los estados de ánimo del personaje central, sin descuidar la peculiaridad de Edipo, y los contrastes que se pueden ocasionar, con las tensiones propias de la obra. Por eso se hace referencia a la creación del arte trágico, como la fuente de aquel verdadero desocultamiento. Y  en ese sentido los actos en la tragedia permanecen revestidos de una inteligencia dramática y moral:

                 Una verdadera compasión trágica, por el contrario, solamente se vincula con los personajes como consecuencia de sus propios actos, legítimos y culpables de la colisión al mismo tiempo; actos que tienen en sí mismos perfecta inteligencia y llevan consigo la responsabilidad (Hegel, op.cit., p.134)



CONCLUSIÓN

         Se ha de presentar en el itinerario de todo héroe, la corrosiva y auténtica presentación de la tragedia. Y como si fuera  pertinaz, el destino lúdicamente provoca su desmoronamiento con las máscaras de un eterno litigio. Hacer de Edipo Rey una fenomenología del desocultamiento, es dejar a la vista el rostro del sufrimiento humano y finito. Y no es suficiente describir el escenario de una conmiseración, sin antes haber dilucidado la esencia del descubrimiento. Un hallazgo que se torna religioso, y solicita un reconocimiento, que se expande desde lo inmanente del sujeto actuante. Para luego trascender con la conciencia consuetudinaria de una voz colectiva. La tradición de lo trágico ha de inmiscuirse en las entrañas de un corazón compasivo y temeroso. Porque se siente piedad de rectitud, cuando se cae en el abismo de la desventura, y se propicia nuestro sentido cuando hemos superado el recelo hacia nuestros oscuros sentimientos.
        Por ello, ha de sucumbir la vida de una tragedia, en las penumbras del artístico siniestro, y sin embargo, una nueva desdicha nos hace reflexionar con acerbos. Edipo quiere ser un artista de su propio desconcierto, y nunca callar la justicia de sus controvertidos intentos:
              
                                        “El arte escandaliza el orden de nuestro mundo vital”

Max Hünicken





martes, 19 de febrero de 2013

Quietud (Martín Susnik)




Soy un tipo al que le gusta la noche. No en el sentido popular de la expresión, no señor. Nada de andar de boliche en boliche. Me gusta la noche, no el bochinche. Muy por el contrario, lo que me atrapa de la noche es su quietud. Ese sosiego en el que se subsume el correteo diario de las calles, ese sigilo provocado por el silenciarse de los motores y las máquinas que permite escuchar los esporádicos aullidos de los perros a distancia, esa interrupción que los teléfonos hacen de su propia tendencia a interrumpir, ese otro rostro que los paisajes – los naturales y los urbanos – revelan de su misterio, esa extraña libertad con la que las ideas emprenden vuelo, a veces de modo surrealista y a veces de un modo más realista que nunca. En esa quietud las distancias se acortan, el universo susurra de modo  más intimista, los abrazos imprimen huellas indelebles…
Es cierto que no sólo de noche es posible encontrar quietud. A mí me resulta más sencillo, por mi propensión a sortear esa curiosa necesidad que resulta el tener que ir a dormir. Pero también la luz del sol permite encontrarla (y no es necesariamente tiene que ser en vacaciones, aunque en ese caso sea más fácil).
Sea como fuere, lo que sé es que necesito de esa quietud. Y no es por perezoso o porque le huya a la actividad. Es porque en esa quietud reencuentro no sólo las energías, sino los motivos para ser activo. En esos silencios reencuentro no sólo las mejores palabras, sino también – si tengo suerte – algo de su íntimo significado. En esas soledades reencuentro no sólo la necesidad del otro, sino también la vocación a anteponerlo en la lista de mis intereses. Es en esos ratos de quietud, en los que apaciblemente tomo asiento o me acuesto incluso, que reencuentro las mejores razones de por qué y para qué habría de levantarme.
Esa quietud no es estaticidad inerte, sino una curiosa especie de plenitud vital. Pues, así como el silencio tiene su propio lenguaje, mucho más rico que algunos parloteos, así la quietud tiene su propia dinámica, más parecida a la sobreabundante inmovilidad de Aquel que es Vida que a la de aquellos que carecen de ella.
Pero no es cosa fácil. A veces encontrar esa quietud cuesta un perú y la mitad del otro; parece que el mundo se empeña en desprestigiarla o considerarla superflua, y entorpece el acceso a ella. Otras veces, porque si bien sé que la necesito, no siempre la deseo. Hay días (y noches) en que no tengo ganas de ella y termino huyéndole, seguramente por temor. Hay ocasiones en que me asusta, o al menos incomoda; me pone nervioso como esos cortes de luz ante los cuales reacciono con tanta histeria que alguien podría creer que lo que cortaron fue el suministro de oxígeno.
Lo cierto es que, a pesar de los temores, necesito esa quietud. Y creo que no soy el único…
Martín Susnik

Quietud (Marisa Mosto)



http://www.tuswallpapersgratis.com/wallpaper/Bosque-de-Pinos-Nevado/






“El encuentro con el ser  que nos colma es para nosotros el fin del tiempo. Si nosotros pudiéramos asignar un término a la obra del tiempo, éste sería aquel encuentro. Esta es la hora en que dejamos de atender algo nuevo que fuese esencial. Lo esencial está ahí en la plenitud que nos colma” J. Durandeaux,


La quies animi, la quietud del alma, es un rasgo de la templanza para la ética clásica. Y la templanza es la cualidad del carácter que abre las puertas y ventanas de nuestra persona al gozo. Gozo hecho posible por una íntima comunión con los seres (con algún ser, con algún aspecto del ser).  Entrar en comunión con aquello que profundamente necesitamos. De modo que la quietud del alma coincide con la máxima expansión de la vida. Con un “dar a luz” una nueva vida en nosotros una vez que hemos sido fecundados por otros.

***

“...el alma ansía armonía y la vida está llena de disonancias. En esta contradicción se halla el estímulo para el movimiento, pero también la fuente de nuestro dolor y  nuestra esperanza. Es esa contradicción la confirmación
de nuestra profundidad interior, de nuestras posibilidades espirituales.” A. Tarkovski


Albergamos la sospecha de que en alguna coordenada, a la vuelta de alguna esquina, seremos sorprendidos por “algo” que nos permitirá, “pasar de nivel” para estar  rabiosamente a gusto con la vida.  El andar incluye  la contradicción,  el desequilibrio, la insatisfacción, el anhelo sin cumplir, la búsqueda constante de algo mejor, del dar a luz  al hombre en el hombre (¿Sócrates?  ¡ Imagen ¿pascual? del parto y sus dolores!)

***


A veces  se me abren tantos frentes distintos que se suman al desequilibrio de base   que pienso que me haría falta tener una especie de GPS espiritual.
Y entonces me ayuda para el camino volver de tanto en tanto al legado del hesicasmo. El hesicasmo es una corriente de espiritualidad originada entre los padres del desierto del siglo IV  que persigue justamente la hesiquía, la quietud interior para poder desde allí entrar en comunión con  la presencia de lo sagrado en el mundo. (Buscan, así dicen los hesicastas: el “el sentimiento de la gracia” la experiencia de la presencia en la creación de la “luz del Tabor” y su poder transfigurador) 

Aunque no fuéramos creyentes, el hesicasmo tiene mucho para enseñarnos: hacer girar la propia vida sólo en la búsqueda de la comunión con aquello que consideremos más valioso.

Podar… podar…podar, para que nazca la vida, para habitar el Reino


Marisa Mosto




lunes, 18 de febrero de 2013

Quietud (Estanislao Zuzek)


"Salida del sol, Las Grutas, Río Negro, 3 de febrero 2013 - E. Z."




                Contemplado desde el hotel sobre la avenida costanera, el océano se nos aparece como una enorme superficie que se extiende por derecha e izquierda hasta el horizonte y, se intuye, aun más allá – de color azul profundo  e inmóvil. La observación de la salida del sol se torna un goce fascinante…

                Reposo, actitud de escaso movimiento, sosiego, paz. Situación de permanencia, de ausencia de cambios o si los cambios tienen lugar los mismos ocurren con mucha lentitud, de manera casi imperceptible. Obviamente, los cambios implican la existencia del tiempo; un ‘antes’ y un ‘después’ de cada acontecer. Lo que, a su vez, presupone la existencia de la memoria; como connotación de situaciones sucesivas – el transcurrir – relacionadas, a su vez, con otros momentos vividos y éstos concatenados con otros y… otros, casi al infinito. Los recuerdos nos hacen revivir el pasado en el presente, ¡ahora mismo! no más. Recordar es sacar a la luz lo que uno tenía guardado en su corazón, a modo de referencia en su transcurrir íntimo, sus pensamientos.

                Ese estado de quietud supone ausencia de movimientos y cambios que distraen nuestra atención sobre el acontecer del momento que – físicamente – es casi inexistente pero que nos induce a la contemplación de nuestro derredor, tal como es, en tiempo presente, al modo de una fotografía – congelada en el tiempo. Podemos cotejarla con otras imágenes – que la memoria nos acerca – totales o parciales y lentamente comenzamos a armar una visión más profunda de esos instantes de la realidad que nos atañe y así terminamos como objeto del fruto de nuestro propio pensar… reflexivo. Por lo visto, hubo cambios en nuestra intimidad y, por consiguiente, hubo transcurso del tiempo – hubo ¡movimiento! ¿Estuvimos, pues, quietos realmente?

                Por lo visto, las apariencias pueden engañar. Sujetos casi inmóviles, mirados desde afuera manifiestamente quietos, pero absortos en cuestiones morales, obsesionados por ellas tanto que no los dejan dormir, hasta que con una respuesta apropiada puedan saciar la inquietud de su corazón. Lo cual no siempre se da y, por consiguiente, esa inquietud permanece, generando sentimientos de impotencia, angustia, obsesión y hasta de desesperación. Inquietud implica insatisfacción, ansias y, sobretodo, ausencia de paz, que a la larga todos anhelamos. La paz, como la felicidad, es fruto de un balance apropiado entre lo pretendido y lo logrado y, obviamente, es una cuestión subjetiva; como una sensación de equilibrio justo. Finalmente, tal balance es dinámico, pues depende del sentir de cada momento.

                Muchos le temen a la quietud en razón de que la misma los induce a reflexionar y ello puede ocasionarles grandes e indeseables esfuerzos íntimos, morales. Por lo tanto, para evitarla recurren a la ocupación o atareamiento continuos – suplantando la actitud de reflexión por el dinamismo puro, que satura e insensibiliza; olvidándose que toda acción consciente es precedida siempre de una reflexión.

                A la madrugada siguiente, para poder emerger el sol está entreverado en lucha con las nubes pegadas al horizonte. El color del mar es más verdoso, grisáceo, con algunos trazos bien oscuros - pero agitado ligeramente por una brisa. Junto al murallón costanero vemos pasar algunas personas, solas o en pareja, también contemplando ese espectáculo casi detenido en el tiempo. Con el transcurso de las horas,  la marea avanza, el mar se agita y encrespa por la acción del viento y el estrépito de las olas rompiéndose en la playa se vuelve ensordecedor – todo es turbulencia. Sin embargo, contemplándolo desde cierta distancia, el mar infinito sigue pareciendo - como siempre - quieto.

                La quietud es una sensación subjetiva, de escala de aconteceres. Mientras el mundo gira y tienen lugar infinitos procesos y cambios en pequeña o gran escala y mientras nosotros no los percibamos, postulamos que todo está quieto. Sí, quieto está para nosotros y, por lo tanto, podemos disponer a gusto de nuestra atención y dirigirla hacia dónde queramos; incluso, hacia cosas que terminan, ¡oh, paradoja!, … inquietándonos. Es de la condición humana que ello ocurra y eso tendrá lugar hasta el momento mismo en que - al abandonar este mundo… plagado de interminables y desafiantes inquietudes  -  nuestro ser repose para siempre.

                En el mar como en la vida: debajo de su inmutabilidad externa hay un bullicio de infinitos aconteceres – que, en esencia, hacen a la misma Vida. 

Estanislao Zuzek

                

¿Quién quiere quedarse en este quirófano? (Marcelo Gobbi)





¿Quién quiere quedarse en este quirófano?
La obra social del sindicato de choferes de camiones se llama OSCHOCA (http://www.camioneros.org.ar/obrasocial_t.htm). Vaya y pase. A fin de cuentas, confiesa un riesgo inherente a la actividad.
Pero llamar OSMATA a la institución encargada de curar a los mecánicos, qué se yo, muy tranquilizador no me parece. 

Marcelo Gobbi

domingo, 17 de febrero de 2013

Quién quiere que le cuente… (José Manuel Flores Eudave)

Foto tomada por José Manuel en su casa, en Méjico




Quién quiere que le quite un rato de su tiempo contándole  una historia que no sé por qué empezó y no sé cómo terminará…   
Es algo simple, pero en lo simple se suele esconder algo profundo.
Allí está la vida, un hecho majestuoso que nadie hasta ahora me ha podido explicar totalmente, allí esta, todo está…   y yo.   ¿Qué hombre docto, científico o sabio me lo explica?
Si todo estuvo allí, si todo seguirá allí, si todo se da allí aunque  no nos demos cuenta.
Generaciones enteras, tantos años, tantos siglos y coincidir… la Vida y yo.


José Manuel Flores

Quiebre (María Teresita Suriani)




En medio de un jardín gigante y extraño, con mil especies distintas de pastos y flores, y abejas. Abejas que pican todo el día, que pican como los mosquitos, como las hormigas. Pican los brazos, las piernas, los tobillos inquietos y los tobillos débiles, pican el cerebro y el corazón. Ahí, en ese jardín, no sé si en el medio, o un poco hacia la derecha del fondo, aunque si alguien viene por mi espalda es la izquierda del principio. O si miran desde arriba es otra cosa, y desde abajo lo mismo. Bueno, ahí, donde sea que esté, hay un cuadrado gigante, con 6 caras de distintos colores, a veces más caras que un cuadrado, a  veces menos. Y arriba estoy sentada mirando el paisaje y las mil especies de pastos y flores y abejas. Las abejas que pican. Y los otros cuadrados, infinitos, donde se sientan los otros. Por aquí mamá, por acá papá, por allá Mery, y Delfi y Juan y Babá y van… Y los miro y ellos hacen de cuenta que no estamos arriba del cuadrado. Y bajar es difícil porque es alto, y ¿quién sabe qué químicos tendrá el pasto? ¿Será benévolo con nuestros pies o los llenará de espinas o callos?
Un día estiré tanto la mano para tocar a alguien que me caí… y me quebré.

 Teresita Suriani


sábado, 16 de febrero de 2013

Queridos (Raúl Lavalle)


http://personales.mundivia.es/fidalgo/pol%C3%ADticos.htm (Ilust. blog)




Querida Marisa y queridos chicos



Dije “chicos”, aunque quizás algunos pasen los treinta. Estoy enormemente agradecido a ustedes, porque algunos han leído mis escritos. No quise responder a sus comentarios, porque quise que tuvieran la última palabra y la más libre interpretación. Nada más quiero decirles que también los leo a ustedes y que me han hecho y me hacen muy feliz. Son unos tíos muy queridos, muy queribles. Un gran abrazo,



                                                                                              Radulfus

Querido Luis (Héctor Makishi Matsuda)

Luis Alberto Spinetta (23/ene/1950 – 08/feb/2012) Diseño: Mc Ishi


Luis Alberto Spinetta in memoriam



Tu voz rabiosa que
con el tiempo
fue encontrando
su tono ideal,
ya no está más.

Justo cuando volvíamos
para encender una ciudad
carente de ruido de magia,
te fuiste, silencioso,
con tu nave de fibra
hecha en Haedo.

Fue loco conocerte,
llamar por teléfono,
como tanteando y de pronto,
escucharte sin más,
así de fácil.

Lo demás es historia,
nuestro viaje a Lima,
María Angola vibrando
las conversaciones
místicas filosóficas,
(sabía que leías a Castaneda),
y tu vida, llena de
altibajos como lecciones
(sin serlas) para mi vida.

Me prometiste un sushi
donde el itamae tenía
la licencia para cortar
el Pez Lobo. ¡Qué emoción!

Cosas pendientes, querido Luis,
pero sé que “una brisa volará
en el amanecer
y un extraño tiempo
nos envolverá por fin”
como en tu canción.

Tengo que aprender a volar
entre tanta gente de pie…

Adiós, nos vemos, cuidate,
¡mañana es mejor!

P.S. Los textos en cursivas son letras de Luis Alberto Spinetta.




viernes, 15 de febrero de 2013

Querer – El verbo y sus distintos tiempos (Lydia Zubizarreta)

Lydia Zubizarreta - Más allá de sí mismo. Acuarela


                                                                       “Toute morale repose, en définitive,
                                                                        sur la propiété humaine de jouer                                 
                                                                        plusieurs personajes”.  Paul Valéry
                                                                      “Toda moral reposa, definitivamente
                                                                          sobre la propiedad humana
                                                                          de representar varios personajes”.




quiero
Para el infante es así: yo quiero
queremos
Los hermanos, los amigos, los compañeros, queremos esto o aquello.  Nos sentimos justificados, somos muchos los que queremos algo determinado, nos identificamos como grupo con ese deseo.  Tiene que ver con la comida, la ropa, la música.  Se identifica con la imagen que tenemos de nosotros mismos.  Unidos a nuestro grupo creamos esa imagen.
te quiero
Existen varios y variados te quiero.  Pueden ser intensos, urgentes, dramáticos, contestatarios, independientes, alegres, u orgullosos, posesivos casi siempre. 
Sin darnos cuenta de la enorme responsabilidad e importancia llegamos al pronunciamiento del:
sí, quiero
Ante la sociedad y ante Dios, aunque no se haga la promesa en la Iglesia, porque ciertas cosas de nuestra vida son absolutamente de Dios.  El amor que funda una familia es una de ellas, el amor verdadero que une a dos personas también lo es.  Toda relación de amor es de Dios.
queremos, quisiéramos, hubiéramos querido
quise, quisiera y hubiera querido
Todos los querer de la madurez reflexiva.
Poco a poco aparece un nuevo punto de vista, especialmente con respecto a nosotros mismos.  La mayor necesidad íntima comienza a ser la de agradecer. 
lo que tú quieras
Se nos va ensanchando el alma.
lo que Tú quieras
Deseamos devolver amorosamente lo que nos fue dado en la vida, la vida misma, nuestra persona entera.

Las distintas personas que somos en el transcurso de la vida van conjugando este verbo según su tiempo y sus tiempos.  En el mes de un nuevo cumpleaños mío, entrando en una nueva década de años, pienso en esto para mí misma.

 Lydia Zubizarreta