viernes, 16 de diciembre de 2011

Extrañeza (Noelia Vanrell)

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“Algo extraño es el alma sobre la tierra”, dice Georg Trakl,  ¿piensa el poeta que el alma no es de este mundo? Hay un sentir de extrañeza en el alma que no me hace dudarlo, una extrañeza que se manifiesta bajo las formas más diversas, a cualquier hora del día o de la noche, y generalmente en las situaciones más cotidianas y menos extrañas, por eso la extrañeza se siente tan intensa, porque aparece cuando menos se la espera.

La extrañeza tiene algo de asombro, pero no es lo mismo, porque el asombro es movido por algo otro (aunque nos asombremos respecto de nosotros mismos, es un asombrarse respecto de algo, “yo” sujeto, me asombro de un objeto distinto de mí, o me asombro de mí mismo en tanto algo objetual también, esa relación sujeto-objeto puede persistir también respecto de uno mismo). La extrañeza, en cambio, es tan extraña porque no tiene objeto, es una perplejidad que no sobreviene al alma, sino que desborda desde alma.

No es algo otro lo que hace al alma sentir la extrañeza, el alma misma es la que se revela extraña, ella misma es “algo extraño”. Entonces debería corregir lo que dije en un principio, no es un sentir de extrañeza lo que hay en el alma, sino una conciencia de extrañeza, un reconocerse a sí misma siendo extraña.

Esta extrañeza rebasa del alma en sus distintas capacidades de expresarse, en tristezas y en alegrías, y estas últimas son las que me hacen sentir más extraña. La extrañeza en su forma de tristeza (que creo que se acerca a lo que Heidegger se refiere al hablar de la angustia, que justamente, es tal por ser sin objeto) me es bastante familiar, ese sentirse triste sin saber por qué creo que es mucho más habitual que el sentirse alegre sin saber por qué.

La alegría sin motivo me parece la forma más extraña de extrañeza, son momentos fugaces pero de gran lucidez. De pronto me siento contenta siendo consciente de que no tengo ningún motivo concreto para estarlo, puedo estar cepillándome los dientes, para comenzar la rutina de un día perfectamente previsible, y brota desde dentro esa  emoción que sólo puede agradecerse, porque no hay nada que hacer al respecto, ya que al no referirse a nada concreto es imposible de retener, y de antemano percibo que va a apagarse al momento en que haya escupido el último buche de agua en la pileta y guardado el cepillo, pero no me importa, ese momento puede compensar el resto de mi día (o de mi semana…)

En esas momentáneas alegrías sin motivo, el alma expresa su extrañeza alegrándose por algo que no es de esta tierra, y por saberse ella misma una extranjera en este sitio. Este nunca sentirse como en casa, que casi siempre se manifiesta en angustias  inexplicables, a veces (aunque sean pocas veces) me invade en esta forma tan rara que me hace pensar: “Estoy contenta, y no sé por qué”.



Noelia Vanrell




2 comentarios:

  1. Noelia, creo entenderte. Para mí las experiencias extrañas de las que hablás surgen cuando vemos algo viejo como nuevo también. Me pasa seguido con el balcón de alguna casa que conozco pero que nunca había reparado en ella, o con el rostro de mi abuela, que parece ser suyo y ajeno a la vez después de mucho tiempo de no verla...
    ¡La vida en sí es extraña! ¡Y menos mal! Sería muy aburrida si no.

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  2. A mi me resulta muy familiar y casi es como una música de fondo en mi vida esa pregunta de Ionesco "¿Qué estamos haciendo aca?". Y un "aca" puesto en contexto de las coordenadas espaciales siderales y temporales de millones de años para atrás. ¡Todo es tan raro! ¡Si hasta es raro que pueda parecernos raro! ¡Por suerte somos varios!
    ¡Me encantó la variación de "El grito"!
    Gracias por tu texto Noelia. Me hizo pensar.

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