martes, 13 de diciembre de 2011

Estar (Martín Susnik)



“Estar.” Curiosa peculiaridad de nuestra lengua castellana. Íntimamente emparentado con el verbo ser y con una casi equivalente función copulativa, resulta intraducible a otro idioma en su distinción específica de aquel.
Pero ¿qué significa, específicamente, estar? ¿Qué lo diferencia de ser? Los mandamientos gramaticales exigen usos particulares para sendos casos y el desconocimiento de semejantes  imperios dan por resultado las simpáticas ocurrencias de algún gringo, al cual con pseudomisericordiosa sonrisa oímos decir, por ejemplo,  que “es muy contento de hablar con nosotros”. Sin embargo, las normas gramaticales por sí solas lejos están de ofrecer mucho jugo a la reflexión, o al menos así lo intuyo, acompañado por una multitud de adolescentes que acaban de llevarse Lengua a marzo. Por eso me pregunto sobre la especificidad del lógos de este curioso verbo, con perdón de la redundancia.
Se me ocurre, en primer lugar: el estar sigue al ser. No se puede estar sin ser, de ahí que me resulte inevitable pensar al primero como consecuencia del segundo. ¿Una consecuencia inexorable? ¿Se puede ser sin estar? ¿Estar qué? ¿O cómo? ¿O dónde? ¿Cuándo?... La mente se me nubla de modo similar a cuando se interna en cuestiones ontológicas, o tal vez se me nuble justamente por tratarse de ellas.
Se me ocurre entonces: el estar especifica el ser. Casi nos obliga a insertar algún predicativo que aclare una posición (estar sentado, acostado), un lugar (en casa, en el trabajo, frente  a la pantalla), una compañía o su ausencia (con amigos, solo…), una actividad (leyendo, descansando…), un estado de ánimo (entusiasmado, atemorizado), un tiempo…
¡Un tiempo! Como si el estar viniera a especificar, justamente, en qué “estado” nos encontramos en un momento determinado, y con ello cumpliera la función de aclarar algunos aspectos transitorios de aquellos que somos. Como si el concepto de “ser” fuera estable y el de “estar” más etéreo… Pienso entonces en aquel que es un romántico, pero sólo a veces está enamorado; en aquel que es calentón, pero de hecho está enojado sólo por momentos; en aquel que es artista, pero sólo en algunos momentos específicos está creando…
Mi mente continúa nublándose y empieza a mirar con desconfianza, o al menos inseguridad, sus reflexiones. Dejo de lado los predicativos (a los que por rebeldía o lo que fuere suelo negarme a considerar obligatorios) y fijo la vista en el ser y el estar sin más. Al fin y al cabo es lícito decir de alguien que simplemente es o que simplemente está. Y vuelvo  a interrogarme por lo que distingue a uno del otro.
Intuyo entonces, en una tercer ocurrencia, que el estar realza de alguna manera el carácter presencial del ser. Estar es ser-presente, ad-essere dirían los latinos. Todo lo que es, está en algún lugar, ya sea en sentido literal, metafórico o analógico, de modo que el mismo concepto de ser implica ya presencia; pero se me ocurre que la noción de estar la realza, la afirma, la subraya...
Y se me ocurre, por último, que el estar reviste una particular importancia al aplicarlo al caso de la situación humana. Se transforma en un hacerse cargo del propio ser y reafirmarlo voluntariamente,  convirtiéndolo en consecuencia en algo incluso susceptible de mérito. En efecto, ante la existencia del otro uno puede alegrarse, regocijarse y agradecer a quien tiene a cargo la donación del ser; pero el ser no se le agradece a quien es su portador, pues nadie tiene mérito por tenerlo. En cambio, sí se agradece el estar, pues es la reconfirmación que uno hace de su propio ser, autentificándolo, convirtiéndolo en presencia efectiva, presencia que puede además tornarse disponibilidad y posibilidad de encuentro con el ser/estar de los demás.
Y acá estoy. Escupiendo mis toscas ocurrencias sobre papel. Y ahí estás vos. Padeciéndolas seguramente, leyendo mis obtusas reflexiones. Si pudiste soportarlas hasta aquí, si perseveraste en la ardua constancia de acompañarme en estos tropiezos ontológicos… gracias por estar.


Martín Susnik

6 comentarios:

  1. Muy interesantes reflexiones. Me hacen surgir cuestiones con respecto del "existir". "Pienso, luego estoy", ¿estaría mal decirlo así? ¿El ego sum cartesiano no sería ese reconocimiento de la propia presencia efectiva?
    Aunque parece que el existir es algo más... es como estar+ser; es el reconocimiento de la propia presencia más el reconocimiento de su fundamento. Me parece... esa niebla ontológica es poderosa, como la bruma divina supraluminosa de Dionisio.

    ResponderEliminar
  2. Ser y estar. Algo que permanece y algo que cambia. Algo dado, independientemente de nuestra voluntad y algo que en algunos casos puede estar sujeto a la orientación que le de nuestra libertad. Es por eso que se agradece la presencia de una persona en nuestra vida. No tanto la presencia física que a veces es sólo eso, presencia parcial. Puedo "estar" frente a alguien y mi "cabeza" esta en otro lado, "yo" estoy en otro lado. Lo que más se agradece es la presencia personal que abre un espacio de realidad nuevo a la propia vida. Uno "es" frente a un otro. Y allí volvemos entonces a lo que permanece, a lo que es dado, a lo que llama a la vida en uno lo que el otro despierta.

    Gracias Martín por tu texto y por tu presencia constante en mi vida.

    ResponderEliminar
  3. Una cuestión muy interesante que planteas, Martin. Ser. Vinculado a lo inmutable ("soy" humano, desde la concepción en adelante, por siempre), al decir de Marisa: 'algo que permanece" y según Emilio Komar en 'La verdad como exigencia y dinamismo'
    (Psychologica, Buenos Aires, 1978, 114-40), el carácter o esencia de alguien, lo que uno 'es' por su naturaleza. - Estar. Relacionado con lo transitorio, pasajero, circunstancial (lo que 'está' alrededor?), con un 'estado' que puede darse o no. Obviamente, el 'estar' implica necesariamente el 'ser' como requisito previo imprescindible. ¿Qué otros idiomas de origen latino poseen esta distinción verbal? ¿Podrían poseerla el portugués e italiano?... Seguramente que es una riqueza sobresaliente del idioma castellano que, posiblemente, ¿no valoramos en su justa medida?

    ResponderEliminar
  4. Gracias Fede, Marisa y Stane, por bancarse el texto primero, y segundo por enriquecerlo con los comentarios. En serio lo digo. ¡Muy en serio!

    ResponderEliminar
  5. Martín: Me gustó mucho el texto. El carácter "situacional" del ESTAR me parece muy enriquecedor. Como que se reviste más de lo SOMOS. Y tiene que ver más con la libertad aunque una libertad, nunca más que el SER, y sin embargo, en ese pequeño espacio, radica la riqueza de la existencia humana. Otra vez: "Tan profundo su Lógos"...

    ResponderEliminar
  6. Muy bueno Martín: La idea de que el “estar” realza el carácter presencial del ser. Es interesante la reflexión. Me ponía a pensar en ese carácter afirmativo del “estar”, cuando uno asume esto o aquello, uno quiere estar aquí o allá. También pensaba en esas personas que con el solo hecho de estar aportan alegría a la propia existencia.

    ¡Ya estás!, ¡Estamos!.

    ResponderEliminar