miércoles, 14 de diciembre de 2011

Evasión (Santiago Vorsic)

 
 
 
 
 
Todo cambió en el clima, advertía mi presencia. Esa bestia inmunda, voraz e inevitable me acecha por todos lados. Yo por suerte fantasma, por suerte impredecible, estoy donde no debiera. ¡Terror! Terror desmesurado invade mi mente a la idea de encuentro. Pierdo mi dignidad, mi paz, con el solo hecho de estar en la cabeza de esa bestia.
¡Qué hermosos los tiempos en que creía a éste como un lugar seguro! Tiempos en que era agradable estar al descubierto, en que vitoreaba a quienes podían verme. Y mejores tiempos aún aquellos en que no estaba solo. Era mi tierra, era mi libertad.
El estupor congeló mis venas. Me quedo tieso y sacudido por lo que veo ¡Se despeja el cielo! ¡El horror! Mi pecho se vuelve loco y me prepara a lo inevitable ¡Torpe de mí! ¿Por qué tuve que descubrir mi posición aquella noche en que me acorraló con sus súbditos de tarea? Sólo jugaba conmigo ¡Pero ahora llega lo peor! Llega cuando me desgarre con su mirada y su presencia. Pero todo no está perdido aún. Aún está mi endeble guarida de la que ya no me quiero mostrar. Si pudiera haría un pozo y me enterraría. Si pudiera viajaría a otro mundo.
Miro vacilante hacia las ventanas casi naturales de donde me atacará, de donde me correrá y no me dejará ir. Parece que aún no. Hay esperanzas todavía. En un todavía muy dudoso. Pero… ¡Gran suerte la mía! El viento cambió y el firmamento lo volvió a cubrir todo con sus nubes. Gano tiempo así, y la vida de su mano, pero la tranquilidad sigue encarcelada lejos, muy lejos de mi prisión.
Tal vez pueda enfrentármele ¡Hacerla huir y dejarme en paz con mi vida que es sólo mía y en la que nadie merece embarrar sus manos!
No merezco su acecho, no le he hecho nada, o tal vez sí. Tal vez sólo sea un cúmulo asociado de hechos que afecten el equilibrio del orden y que encaucen en lo que vulgarmente se llama castigo divino o sea propiamente un castigo divino. Entonces eso, sí, eso es el por qué de este sensato malentendido.
Ya se vuelve insoportable la necesidad de estrechar una mano amiga que me socorra, que me auxilie de esta tempestad en clama, de ésta avalancha de lo que se podría llamar objetivamente “nada”, y librarme así y quitarme este tormento, este dolor, y dejarme respirar aire fresco de libertad, quitarme de esta atmósfera viciada y sombría. No existen números ya para determinar cuánto pagaría para quitarle a ella por fin el placer de poder encontrarme de nuevo.

Santiago Vorsic 

2 comentarios:

  1. ¡Parece que aquel viejo que tomaba mate un domingo decidió (evad)irse en Miramar, hacer un pozo en la arena y enterrarse en él!
    Tus dos textos Santiago describen de un modo metafórico mediante una espiral que avanza progresivamente desde los márgenes hacia el centro que la devora, una sensación de hastio en el primero y ahora de espanto del hombre frente al vacío.

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  2. EXCELENTE...... MUY SENTIDO, EL HASTÍO Y EL TEDIO DEL VACIO.

    MAX HUNICKEN

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