jueves, 18 de octubre de 2012

Nobleza (Estanislao Zuzek)

 




                El origen del término se remonta a la época de los romanos. El virtuoso que se distinguía de los demás por su forma de ser y por sus hechos era (re)conocido (adj. notus – proveniente del verbo noseo, conocer y, finalmente: nobilis; y, por mi cuenta, aventuro que este último provendría de no(ta)bilis ). Las virtudes están relacionadas siempre al corazón y el noble era destacado como ejemplo de conducta para los demás, por su corazón, para que transmitan luego esa actitud con su propio obrar a las generaciones futuras. Noble es quién procede según su recto sentir, su conciencia, honestamente, en cualesquiera circunstancias. Digamos, a prueba de yerros, inalterable y siempre predispuesto  a obrar el bien; preservando su virtud aun en condiciones desfavorables, hostiles.

                Un concepto análogo se aplica a ciertos metales que hasta en medios químicos relativamente agresivos mantienen intacta su bella apariencia. Por eso se los utiliza en joyería y orfebrería – en cuanto su virtud de permanecer inalterables, los metales nobles. Igual que los elementos gaseosos que, frente a casi todas las sustancias, son químicamente inactivos – los gases nobles; por inertes, por permanecer “puros” o intactos. Tanto éstos como aquellos metales presentan ese comportamiento de ‘cuasi incorruptibilidad’ en razón de su estructura atómica. Podemos decir, pues, que esa inercia reside en su naturaleza: en su esencia de elementos nobles. La nobleza les es intrínseca.

                Hablamos de nobleza cuando nos referimos a la perseverancia de las personas en obrar el bien, por su naturaleza y de puro corazón; al igual que de otros seres vivientes con cuyo concurso podemos contar con seguridad siempre (caballo, perro o planta ‘nobles’… fieles, y que ‘están ahí, ¡siempre!’), e incluso de cosas inorgánicas que de tanto solicitarles esfuerzos en el uso continúan funcionando, brindándonos servicio y satisfacción. En este contexto, según un amigo metalurgista de alma, deberíamos hablar preferentemente del “noble metal – el acero”, que tantos beneficios y servicios presta a nuestra civilización (impensable sin ese metal, por cierto), resistiendo frecuentemente condiciones de uso extremas, sin ceder. Por su persistencia en el tiempo, la nobleza – de corazón o de las cosas – es garantía y fundamento de la confianza y, luego, de la vida digna. Casi podríamos pensar en su atemporalidad: ¡Está! Como toda virtud, la nobleza de espíritu se transmite a la descendencia esencialmente mediante el ejemplo de vida cotidiana,  por generaciones. Aunque, desgraciadamente, también puede terminar reducida a una clase social encumbrada, poderosa, ostentosa y encerrada en sí misma - al estilo de una hermosa cáscara de fruta, vacía de pulpa y simiente - predominando las costumbres y el título heredado a expensas de la nobleza de corazón. Posiblemente, tal nobleza, como clase social, se encuentre cerca de su ocaso, puesto que el (gran) poder ya se encuentra en manos de quienes manejan inmensas fortunas - que posiblemente no hayan sido logradas con procedimientos nobles, i.e., al margen del corazón – y que se han erigido en la nueva aristocracia de los que más tienen para gobernar el mundo… a su propio servicio. Es de imaginar que estos ‘nobles’ – poseedores de megafortunas - y ‘famosos’  pasarán con bastante rapidez al olvido, para ceder lugar a otros que seguirán encumbrando la ‘nobleza del tener’… la cada vez más grande cáscara vacía – y con una muy pobre perspectiva para la humanidad, por cierto.

                Por suerte, siempre existen y surgirán personas que escuchan en primer lugar su conciencia y privilegian el ser al tener y que, además, piensan en el prójimo y la sociedad ante todo, desinteresadamente. Son los que derrochan bondad a su alrededor, sin esperar reconocimiento, y que constituyen la genuina nobleza de la actualidad – la del espíritu y amor al prójimo y que obliga en conciencia. Éstos trascenderán generaciones, asegurándoles, sí, perspectivas promisorias, incluyendo nuevos y genuinos nobles.



 Estanislao Zuzek

3 comentarios:

  1. Muy buena reflexión, Estanislao.
    Me interesó principalmente esa relación que hace entre el "permanecer en" y la nobleza. Me hizo acordar al consejo evangélico. Y también a una enseñanza de Komar en la que asociaba, la "constancia" en la entrega a la propia vocación con la "consistencia" de la persona. Insistía en que una de las batallas más difíciles de la vida se vincula con la capacidad de persistir en lo de uno a pesar de las dificultades y sobre todo... del cansancio.

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    1. Marisa, agradezco su interesante asociacion de los conceptos de constancia y consistencia... En cuanto al cansancio, naturalmente: "¡Nobleza obliga!" - pero con la ayuda de Dios, ¿no?

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  2. Adhiero a que, por suerte, siempre existirán personas nobles y desinteresadas. Realmente son nuestro respiro en la vida de cada día. Qué buena relación, Marisa, entre constancia y consistencia!

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