lunes, 24 de octubre de 2011

Chumbar (Martín Susnik)

Martín Palermo “Impact art” para UNICEF



Chumbar es uno de esos vocablos onomatopéyicos que han alcanzado el rango de verbos. Entre sus particularidades podemos mencionar su carácter equívoco: expresa la acción de un can que ladra amenazante o bien la de su dueño que azuza al perro para que ataque, pero también la de disparar con bala. Y más allá de estos significados, rastreables en diccionarios, permítaseme hacer referencia a otro que me resulta particularmente cercano. Su origen es deportivo, más específicamente futbolístico: en el ámbito del balompié, chumbar hace referencia al carácter fuerte de la patada con la que el jugador impacta la pelota en dirección al arco rival. No se aplica a un pelotazo fuerte en busca de algún compañero lejano o destinado a la tribuna, hábito éste de los jugadores rústicos que procuran salir de una situación presurosa. Chumbar se chumba sólo al arco, con la evidente finalidad de que al guardametas del equipo contrario no le alcance con su pericia para impedir la concreción del tanto.

El término es aprendido por los infantes que practican este deporte en los años cercanos a su pubertad. Como bien saben los dedicados a la psicología del desarrollo, alrededor de los diez años de edad los niños son capaces de hacer de un deporte de equipo algo interesante. Un partido de fútbol con críos que apenas han apagado cinco o seis velitas es mayormente, al menos desde el punto de vista táctico y estratégico, algo simpático si se quiere, pero más cercano a lo cómico que a lo deportivo. Cerca de los diez, en cambio, el niño comienza a comprender que no hay ninguna necesidad ni ventaja en que corran todos atrás de la pelota todo el tiempo y que es mejor distribuirse en posiciones y roles funcionales diversos. Pues bien, a esta edad, el púber alcanza también habilidades psicomotrices que, en lo deportivo, lo asemejan al adulto. De repente aparece la gambeta elegante, la torcedura de cintura, los engañosos amagues... y naturalmente también el remate potente: el chumbazo.

La situación, sin embargo, puede tornarse angustiante en cierta medida, pues no todos se desarrollan a la par, por lo cual es fácil observar que en un mismo cotejo algunos hacen gala de su madurez, mientras que otros no pueden superar aún los rasgos infantiles de la etapa anterior. Súmese a esta injusticia evolutiva el hecho habitual de que el arco esté ocupado por niños que no tienen verdadera vocación para ello y que han sido condenados a esa función por crueles razones o por designación de turno, debido a lo cual ocupan su puesto de mala gana y a veces incluso con temor. Resultará comprensible, teniendo en cuenta estos puntos, que en algunas ocasiones los jugadores, sobre todo en  las confrontaciones amistosas y con el fin de mitigar estas situaciones adversas, se pongan de acuerdo en la siguiente normativa: “no vale chumbar”.

El acatamiento a esta norma no deja de ser llamativo: alguien que podría obtener una ventaja reglamentaria en beneficio del resultado, voluntariamente acepta el mencionado acuerdo para favorecer una prioridad que permita un juego más interesante y más entretenido para todos. El imperativo del triunfo parece quedar entonces sublimado a lo lúdico y lo más importante no es ganar sin más.

Llegados a este punto todos estaremos tentados de caer en lugares comunes: “lo importante no es ganar, sino competir...” y esas cosas. Los que me conocen saben, sin embargo, que no puedo coincidir con esa cursilería deportiva. Cuando uno compite lo hace para triunfar y no veo en ello nada negativo. Esto no quiere decir que la competencia carezca de sentido si no se obtiene la victoria, no se mal entienda. Pero tampoco entiendo por qué razón habría de ser importante competir si no lo fuera también el resultado. Por el contrario, el desinterés por el triunfo parece empobrecer notoriamente el desempeño y pocas cosas me exasperan tanto como un compañero de equipo al que no le importe ganar o perder.

Pero hay algo que me resulta aún más exasperante: cuando el objetivo del triunfo desvirtúa la competencia. He aquí la tentación y el gran peligro. El recurso fraudulento, el dolor simulado, la protesta afectada, la violencia convertida en método, el “arreglo” ilícito... los que chumban cuando nos habíamos puesto de acuerdo en que eso no valía. La lista es tristemente interminable...

Desde este rincón de mi campo de juego nace mi humildísimo homenaje a los que me ganaron (lo cual sucedió incontables veces) y lo hicieron en buena ley. Con ellos aprendí a perder, lo cual no es fácil, y aprendí también a ganar, lo cual tal vez sea más difícil. A los que me enseñaron que no es caballeroso creer que “vale todo”, pero que “dejar todo” es de caballeros. A los que me aleccionaron en competir para ganar, siempre y cuando se gane compitiendo. A los que comprenden que cualquier picadito con amigos es la final del mundo y que la final del mundo debería ser, en el fondo, nada más un picadito con amigos.



Martín Susnik

7 comentarios:

  1. Martin, me encantó lo "de la final del mundo..." como "un picadito entre amigos". Dónde nadie gana ni nadie pierde, no es así? - Generalmente, en la vida cotidiana al triunfo de uno se le pega siempre el amargor de haber derrotado al competidor, adversario, enemigo... y eso, obviamente, no contribuye a la felicidad.

    A modo de ampliar un poquito el aspecto etimológico del término, consigno que en portugués "chumbo" es plomo. Y esto tendría relación inmediata con munición y disparo... en este caso particular, felizmente, sólo al arco!

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  2. Yo te viviría exasperando, Martín. Soy un desastre para el deporte o los juegos de mesa.
    Te llevarías muy bien con mi hijo Lucas. Él entendió perfectamente que un picadito con amigos es la final del mundo... le faltaría aprender de vos la otra parte de la frase... jaja

    Tu chumbazo es un gol de media cancha. Me encanta ese estilo Dolinesco-Apo-Fontanarrosesco que tenés. Y que a la vez es bien tuyo, lo transformás y le das un sello propio. Irradias una gran ternura y respeto por los que te leen. Todo un caballero.
    ¡Gracias!

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  3. Tal cual, soy de los tuyos. Me exaspera tanto la deshonestidad del rival en la competencia como la displacencia en el juego de los compañeros de equipo. Además para muchos (la mayoría) cada picadito son la unica "final del mundo" que puede jugar. Lo único con lo que no comparto es con el "impact art", el lienzo de Palermo era el campo de juego, un par de pelotas con pintura en un fondo azul distan a mi parecer mucho de ser Arte.

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  4. Stane, ¡gracias por el aporte etimológico! Prometo sumarlo al texto, con tu permiso. En cuanto a la final como "picado entre amigos", no creo que nadie gane. Al contrario, creo que hay incluso una manera de salir vencedor en la derrota.
    Marisa, gracias a vos también. Me siento sobreestimado, te confieso, y conmovido a la vez.
    C.A., un gusto el encuentro en la mutua comprensión! La discución sobre qué es arte y qué deja de serlo, empero, paulatinamente la he ido abandonando. Sólo me pareció "a tono" con el verbo del texto, espero que no te haya causado demasiado desagrado.

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  5. No, no me causo desagrado, simplemente no me gusto el nombre, y aunque lo hubiera hecho, el texto es muy bueno y lo hubiera compensado. El gusto es mío. Un saludo.

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  6. Martín Suskin, Martín Palermo, Martín Acero. Martín por allá, Martín por acá: ¡Estamos en todos lados!

    Creo que es Sartre quien dice que nada fracasa tanto como éxito. Te cuento un secreto: ¡Nunca pude jugar ningún deporte por gente como tú o como Javier! Es más, la última vez que me junté con los muchachos de la facultad, nos pusimos a jugar a las cartas. Era así, nos juntábamos en grupos de dos y teníamos que ponernos a hacer representaciones para identificar personajes: ¡un embole! Lo raro es que a mí me tocó jugar “con otro como yo”, era muy gracioso. Todos los demás hacían esfuerzos enormes para lograr cumplir sus consignas, en cambio yo y mi compañero de juego solo hacíamos esfuerzos anodinos para cumplir el reto. Para mí lo importante era estar con mis amigos, compartir un rato juntos. Todos los demás querían ganar y se reían de que nosotros “perdiéramos” todo el tiempo. Cuando jugaba fútbol de chico me pasaba lo mismo, tenía todo el implemento deportivo que mi padre me había comprado para jugar y cuando me llevaba a jugar yo no quería “competir” con mis amigos, quería estar con ellos, pero ni ellos ni yo nos entendíamos.

    El viernes escuchaba el discurso de cierre de campaña de la Presidenta, escuchaba sus promesas y sus compromisos, pero al verlo también recordaba a Leni Riefenstahl y su Triunfo de la voluntad, no por el fondo sino por la forma. El discurso estaba diseñado no para la gente que estaba allí, escuchándola, sino estaba destinado para los que lo íbamos a verla en televisión o en el youtube, pero así como el discurso de la presidenta, el discurso de todos los candidatos. Todo en una performance, una puesta en escena para ser visto por otros.

    Hay algo de perfomático en el deporte (como en el discurso político), algo que no puedo entender, no está diseñado para quien está frente a mí sino para un auditorio que tiene que verme, cuando describes la situación hay algo de teatralidad en ello. Vencedores y perdedores como parte de un mismo elenco, pero creo que es un poco así la vida, ya lo dijo Shakespeare “El mundo es un gran escenario”. Espero entenderlo algún día…

    Martín

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  7. ¡Tocayo! Entiendo lo que decís. Y lamento que se hayan reído de tu derrota. En eso está la esencia del "no saber ganar", a mi criterio.
    No sé si estar de acuerdo con que siempre hay algo performático en el deporte. No lo siento así, aunque es cierto que es algo que mayormente sucede (pero "casi siempre" no es "siempre").
    Que lo que quieras y prefieras es simplemente "estar con" sin tener que competir a mí me parece lo mejor. A mí también me gusta simplemente estar con mis amigos y lo necesito. Pero si de eso se trata, recomiendo no sentarse con un maso de cartas de por medio... En múltiples oportunidades me pasó vivir la suspensión de la "competencia" porque nos dábamos cuenta de que hay algo más importante que hacer: estar juntos.

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