viernes, 11 de enero de 2013

Pertenecer (Estanislao Zuzek)

http://yogacartagena.blogspot.com.ar/2011/01/constelaciones-familiares.html

               

 Ser - vale por sí mismo. Por lo que el sujeto es. Su condición y dignidad emanan de ello; de su naturaleza. Surgen con el acto de procreación.  Ahí se establece un vínculo insoslayable y para siempre: la pertenencia entre padres e hijo; y más visceralmente aun entre madre e hijo. Es totalmente a prueba de buena o mala e, incluso y de ser posible, inexistente relación entre ellos. Se es hijo de… y se es padre o madre de… inexorablemente. Es un hecho existencial. Se pertenecen entre sí necesariamente y se necesitan vitalmente. La unicidad del vínculo entre padres e hijo hace superfluo el uso de nombres. Basta que la criatura los llame con “¡Ma..!” o “¡Pa..!” o algo por el estilo y, viceversa, que alguno de ellos le diga “Mi amor…!”. Obviamente, si hay más de un hijo, para los progenitores se hará necesario identificarlos con nombres distintos. Sin embargo, cada hijo seguirá llamándolos sencillamente mamá y papá, pues su vínculo con ellos seguirá siendo único e intransferible. Además, diferenciará a los hermanos por sus nombres. Cuando los hijos ya crecidos hablen cariñosamente de los “viejos” aun se seguirán sintiendo unidos a ellos y entre ellos mismos, a pesar del tiempo y las grandes distancias que los separen, pues, esta pertenencia vital es a prueba de cualquier tipo de barreras.

                En una comunidad familiar así nadie es dueño de nadie. Simplemente, todos se pertenecen: Se necesitan, se aman, se complementan y se encuentran unidos entre sí por muy profundos lazos de solidaridad. Esta pertenencia es un don que fruto de la pertenencia que, con anterioridad, un varón y una mujer se hayan concedido mutuamente entre sí, libremente y para siempre, por amor - la pertenencia conyugal. Es natural, pues, que todos sus miembros colaboren para que cada familiar alcance la mayor plenitud como persona, como ser, y que pueda cumplir con su misión de vida - tomando conciencia de sus raíces como referencia última para sus actos y creciendo en una atmósfera de armonía y paz.

                Trascendiendo esta primer y esencial pertenencia, existen casi infinitas más que nos engloban por lo que somos / no somos, por lo que creemos, hacemos, practicamos,… por cómo somos vistos / catalogados por otros… En fin, cada cual de nosotros es un mosaico de pertenencias distintas, que nos diferencia frente a los demás. Así somos a la vez p. ej., vecinos, ciudadanos, contribuyentes, miembros de partidos políticos o de sindicatos,  clubes … creyentes, feligreses, amantes del arte, etc. Además, no estando nadie exento de la inclinación hacia el mal – en fin, el pecado – seguramente se manifiestan en nosotros también pertenencias a formas de ser objetables, por lo menos, éticamente y que afectan la paz o nos la quitan y que también integran ese mosaico, desfavorablemente – los perteneceres inapropiados.  El buen arte consistirá, pues, en cultivar las primeras y tratar de desligarnos de las segundas. Una ardua tarea, pues, para preservar la paz interior.

                Hay otra forma de pertenencia que cultivan los que privilegian el ‘tener’ respecto del ‘ser’: mediante la posesión ilimitada lisa y llana de cosas; incluyendo en éstas a seres humanos, sometidos ya sea por ignorancia o por intimidación, que cumplan exclusivamente la voluntad de su poseedor o dueño  -  despersonalizados, cosificados. Simplemente, son pertenencia de aquél, son “cosas”; a modo de bienes negociables, para afianzarse más en el poder. Paradójicamente, su poseedor termina siendo el poseído por parte de esos bienes y su vida se torna vacía de afectos, chata, aburrida y desabrida – a pesar de las apariencias en contrario. La pertenencia a las cosas, pues, que destruye.

                Depende de cada cual por qué tipo de pertenencia optar: Pertenecer para ser o ser pertenencia - esclavo de alguien, de un vicio o ideología. Lamentablemente, ese optar está vedado a muchísimos, quedándoles sólo la segunda posibilidad. Para pensar, ¿no?



Estanislao Zuzek

3 comentarios:

  1. ¡Muy buena su reflexión Estanislao! Muy interesante ese juego de ideas entre un pertenecer enriquecedor y un pertenecer esclavo.
    Pero no creo que la opción este realmente vedada a muchos. Uno siempre opta, aún cuando sea, como dice Edith Stein, un testigo impotente de su propia caida.

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  2. Gracias por la meditación, Stane (la tuya, que propicia la nuestra). Me gustó mucho la distinción entre los dos tipos de pertenencia, como señala Marisa. También yo tengo mis dudas sobre el último renglón, y me hizo acordar a un párrafo de Guardini en relación con el dominio cosificador que acabo de leer en estos días, que lo sumo para seguir reflexionando: "Al ejercicio del dominio corresponde a la larga en el dominado no sólo un pasivo dejar hacer, sino también una voluntad de ser dominado, pues ello le descarga de la responsabilidad y del esfuerzo". ¿Será que somos, a veces, esclavos voluntarios?

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  3. Marisa y Martin, les agradezco muchísimo su observación respecto del último renglón. Concuerdo con ustedes. Más bien debería haber puesto que "ese optar EN PLENITUD está a vedado a...", pues me estaba refiriendo a todas esas personas que por circunstancias de opresión de hecho que les toca - extrema miseria, indigencia o limitación intelectual, espiritual e incluso física que les es impuesta por los distintos sistemas de explotación humana existentes en la actualidad, manifiestos o encubiertos - no pueden ejercer su (potencial) libertad cabalmente, puesto que carecen del acceso a las posibilidades y medios para accederlas. Obviamente, siempre hay grados de libertad en cualquier persona que pueda ejercer aun, por más degradantes las circunstancias en que se encuentre, puesto que ello depende de su conciencia que orienta las actitudes hacia el bien y censura la inclinación hacia las malas... En fin, dentro del peor sometimiento (in)imaginable que le pueda tocar a una persona, la misma aun puede disponer de sus sentimientos y...p. ej., amar mismo a conciencia a los que la están sometiendo. Naturalmente, tal persona pertenecerá al grupo de los que aman y desean el bien a todos los demás. Y lo hará por su propia decisión, como sujeto. Y amar, es de personas, es decir, de seres que tienen dignidad. Que privilegian el ser! Me viene a la memoria el concepto (redentor) del sentido de la vida de Víctor Frankl, pero no le deseo a nadie que para adquirirlo tenga que pagar el precio de sumergirse en ese infierno de vedadas prácticamente todas las opciones o posibilidades de vida y aun de sobrevida que fueron los tan tristemente célebres campos de concentración, de exterminio, los gulags, etc.

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