sábado, 17 de noviembre de 2012

Señora (Eugenia Guastavino)

Botero, Pareja



Tengo 52 años, y no me gusta que me digan señora. Es ridículo. Sé que no soy otra cosa.  Ni siquiera creo parecer de menor edad, ni tengo un estilo especialmente juvenil. Pero igual me molesta.
Esto comenzó cerca de los 30, cuando oí que se dirigían a mí con ese epíteto por primera vez.  Creó que entonces me enfurecí, me amargué o ambas cosas  a la vez. Me dije “soy muy joven para que me vean señora”.  Pero el tiempo pasó y me siguió molestando. Por supuesto no de la misma manera. Pasaron más de veinte años, un poco me he acostumbrado, pero no logro que me resulte totalmente natural. Es que en el fondo sigo sintiendo que yo no soy “eso”. Aquello que se formó en mi mente como concepto de “señora” cuando las veía siendo yo chica a mi madre y todas las mujeres de su edad.  Eran para mí personas estables, con una vida resuelta, con muchas  certezas y pocas dudas, de las que se sabía siempre lo que se podía esperar. Pero yo, me veo desde dentro y claro, veo otra cosa. Pero los demás no tienen porqué saberlo. Mis hijas lo sospechan, y cuando hablan de las de mi edad nos llaman “las mamás”, jamás señoras.
Esto que estoy confesando es algo absurdo, sin sentido alguno, ni fundamento en la realidad.
Es simplemente un ejemplo de cómo el corazón no obedece siempre a la razón y lo subjetivo no logra acomodarse a lo objetivo.

Eugenia Guastavino

5 comentarios:

  1. ¡Cuánta razón tenés Eugenia!
    Este año fui a escuchar a Serrat al Luna Park y cantó "Señora", ¿te acordás? Me di cuenta de que podría estar cantándomelo a mí. Y no me gustó nada. (Aunque él ya no es ningún pibe tampoco. Como dice un amigo mio, "mis tentaciones envejecen conmigo".)
    Nunca me sonó bien el "Señora" definitivamente, a pesar de que Arjona opine lo contrario.

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  2. Una vez una amiga que era un poco más grande que yo me dijo: cuando ya no te dicen "señorita" ni de casualidad es que ya la cosa es grave...
    Creo que lo mejor que tiene el ser profesora en la actualidad es que ya los alumnos no te dicen Señora como antes, sino "Profe". O sea algo bueno en la educación un poco caótica de la actualidad!

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    1. Mi mamá (que era muy coqueta) decía que lo realmente grave es cuando ni los obreros de la construcción te dicen algún piropo. Es un termómetro infalible.

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  3. Señor, señora... es la persona que posee y, por consiguiente, dispone de (sus) pertenencias. Dentro de ese contexto, el enamorado llama a su amada "señora de mi corazón", pues se le entregado a ella total e incondicionalmente - tanto que él y ella terminan en matrimonio. La "señora de... fulano" es, pues, indentificada por el varón al que ella 'domina' o, mejor dicho, por el que se le somete con gusto y la complace en todo momento, en razón de pertenecerse ambos mutuamente con cuerpo y alma, exclusivamente y (según nuestro sentir cristiano) por siempre. Por consiguiente, asumir el término 'señora' es para la mujer casada una cuestión de justicia y dignidad indelegable, que no excluye términos como 'mamá' y otros de índole familiar - por el contrario, los presupone.

    Me viene a la memoria del libro de GHivanni Guareschi 'Un destino llamado Clotilde' que relata la historia de un escultor que debe casarse en el término de cuarenta y ocho horas para no quedar desheredado por parte un tío muy pudiente (Sorry! En realidad, no recuerdo bien si era tío de él o de la protagonista femenina - ya hace más de cuarenta años de esa lectura). En definitiva, terminan encerrados en casa de ella, tapia de fondo de la casa por medio, para cumplir con la formalidad y las apariencias de ley. A la mañana la vocera de la casa de ella informa de que Clotilde, la protagonista, es 'señora ante ley pero que aun sigue señorita ante Dios'... Obviamente, la historia culmina luego como es de imaginar, para la mutua felicidad.

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    1. ¡Eso es Estanislao! Al fin alguien que pone un poco de sensatez en esta entrada.
      (Muy galante por otro lado, lo de "señora de mi corazón")

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