domingo, 11 de noviembre de 2012

Maña (Eugenia Varela)


 Caravaggio, David y Goliat




Ahí te quiero ver junquero
Fuerza, maña y voluntad
En la lucha de hombre y río
Vence aquel que puede más.
Estrofa de: La luna sobre el río Paraná (Atahualpa Yupanqui / Víctor Velázquez)




            Mientras viajaba en el tren de la mañana rumbo al trabajo me vino a la mente una expresión que mi abuelo solía repetir en varias oportunidades a modo de refrán y que implica para nosotros un modo de vincularnos con las cosas: más vale maña que fuerza. No sé ustedes, pero cuando yo era pequeña y tenía alguna “dificultad técnica”, siempre acababa consultándola a mis abuelos. No era que mi papá no supiera hacerlo, pero por lo general se encontraba trabajando en alguna otra cosa, y mi mamá con el simple andá a preguntarle a tu abuelo, lograba que ambos, él y yo, estuviéramos entretenidos un buen rato, y así ella podía  hacer tranquila muchas de las tareas domésticas, como pagar los impuestos. Porque ahora todo se soluciona con Internet, pero hasta hace pocos años la tarea doméstica que más tiempo tomaba era pagar los impuestos tras las interminables colas del banco.
            Pero volviendo a la cuestión que nos ocupa, me quedé entonces en el asiento del tren pensando en el binomio: maña – fuerza. Y descubrí que, en verdad, se trata casi de una cuestión antropológica. Todos los seres humanos somos susceptibles de actuar con “maña” o con “fuerza”. Si entendemos por “fuerza” un modo de actuar rústico, brusco, violento y poco sofisticado; y por “maña” esa ingeniosidad, astucia y perspicacia que a veces rige nuestros modos de actuar, no es difícil advertir que nos referimos a dos modos de actuar humanos, pero que, no obstante, ponen de manifiesto cualidades humanas bien distintas: la primera más parecida al ζώον, y la segunda al λόγον έχoν.
            Y como corolario pensaba en el “darse maña”. Mi abuelo no estudió ingeniería en la universidad, pero sin embargo resolvía cuestiones de ingeniería con una sutileza admirable. Mi abuela tampoco estudió gastronomía, y sin embargo prepara las comidas más deliciosas que he probado. Nosotros, generalmente sobre-calificados para todo, somos, no obstante, incapaces de preparar una rica comida para nuestros amigos o de arreglar la mínima rotura del hogar. Nos hemos bombardeado de saberes, técnicas y conocimientos, pero nos paralizamos frente a las cosas simples: no somos capaces de resolverlas si no es levantando el tubo y llamando a alguien que nos socorra. Ya no nos “damos maña” para nada, abdicamos del desafío ante el sólo hecho de mencionarlo. Nos privamos de la satisfacción que genera el hecho de poder resolver algo que se creía irresoluble. Nos encanta practicar juegos de ingenio editados con formato de revista, pero rechazamos cualquier actividad de ingenio que implica el contacto con las cosas misma. Somos plenos responsables del atrofiamiento de esta capacidad tan simple y tan humana de resolver por medio de la maña.


Eugenia Varela

5 comentarios:

  1. Tu texto me hizo acordar a esos programas de radio donde con consignas hacen que la gente cuente algo que lo caracteriza. Si bien ya no nos damos maña para muchas cosas para otras sí: yo por ejemplo, que recién hace un año tengo agua de red, te puedo explicar cómo funcionan las bombas, cómo sacarle el aire, cómo purgar, cómo hacer un dique. Facundo, mi hijo más grande se da maña para solucionarme todas las cuestiones informáticas y electrónicas que a mí me aburren. Tal vez sea que según las distintas épocas y geografías tenemos que desarrollar distintos ardides para sobrevivir y otras capacidades (por suerte) darlas por superfluas.

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  2. Buenísimo el reparar en la maña de David para vencer a Goliat!

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  3. Eugenia, creo que has dado en la tecla de uno de los dramas contemporáneos: la pérdida de la experiencia. Decías que se ha perdido el contacto con las cosas, bueno, ahí está la clave. En los saberes cotidianos, los principios básicos de la sabiduría brillan por encima del prefesionalismo técnico del manual.
    Gracias!

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  4. Eugenia, me acordé al toque de una charla (más bien gritos, pero porque así habla él) que nos dio mi abuelo a mi hermana y a mí. Estábamos en su casa en verano y nos teniamos que hacer cargo de las ensaladas. cuestion que abrimos la heladera y no sabiamos distinguir una lechuga de un repollo, etc. (pensaran que inutiles, pero ese es el tema, nuestra TOTAL inutilidad en lo pràctico) y mi abuelo, que es la persona màs util que conozco, sabe hacer TODO, pero TODO!! nos dijo de todo tambiwn: que tienen que dejar un poco los libros y saber hacer algo!! que nos gusta el arte, la literatura, etc. pero que en la vida real somos un cero a la izquierDA. y BUE, la verdad que tenía razón. Se me disparó ese recuerdo instantáneamente al leer sobre tu falta de mañana!

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  5. Jajaja. Esto que dice Teresita me hizo acordar a un día en que la maestra de jardín de infantes de mi hijo Franco les preguntó "¿Saben chicos de dónde salen las manzanas?" y Franquito le contestó: "De la heladera, señorita".
    Ahora ya sabe que "salen" de los árboles, pero nunca las tomó de allí. Yo tampoco, debo reconocerlo. Es como dice Ignacio,la tecnología te abre a algunas experiencias y te cierra a otras.

    Pero más que en eso el dicho que traes con tu reflexión me hace pensar en la necesidad de prestar atención a la realidad para sacar de ella "lo que buscamos". Antes que en ir con aprioris forzando las cosas. Estar atentos para pescar los detalles que abren puertas a la fecundidad de nuestras obras.

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