miércoles, 13 de julio de 2011

Autobiografía (Martín Grassi)


Francis Bacon



“El trazo de la propia vida”, tal una posible traducción de la compleja palabra autobiografía. ¿Cómo es que uno logra manifestarse a sí mismo como viviente a partir de puntos y líneas, colores y texturas? A duras penas puede uno asirse como tal en un determinado momento como para que, encima de todo, deba aprehenderse como portando una historia que le precede y que la sucede, y en la que uno mismo se reconoce. Sin embargo, en un trazo está el cuadro todo. De alguna misteriosa manera, el presente vivido ya está cargado de todo su pasado y su futuro: ¿cómo comprenderlo separadamente de estas dos dimensiones? Así como en el cuadro un trazo no sólo se reduce a ser tal, sino que comporta un sentido y una dirección en la totalidad de la obra pictórica, así también cada momento de mi vida adquiere su sentido dentro de una totalidad de vida que lleva el nombre propio como su característica más específica. Claro que la relación momento-vida es más compleja que la de trazo-cuadro desde el momento en que la primera se encuentra en pleno desenvolvimiento, en pleno movimiento, y aún la totalidad como tal no ha sido realizada... ¿o sí? ¿Dónde comienza la propia vida como totalidad, y dónde termina? ¿Acaso la muerte sea el alcanzar dicha totalidad? Pero en ese caso, se trata de una totalidad muerta, es decir, soy en tanto que muero. No puede ser así: la totalidad implica ella misma el movimiento y la vida, y no es el producto postrero de estos desarrollos, como si fuera una mera conclusión de un silogismo tipo BARBARA. No, esa totalidad se define como totalidad cerrada y, por tanto, inmóvil. Quizá, siguiendo la contraposición de Levinas, sea mejor hablar de la propia identidad, de la propia vida, como de una infinitud: nada hay que la defina ni la finalice, está más allá de toda finitud y límite. La propia vida es un constante conquistarse a sí misma como lo inconquistable. De querer asirla de una vez para siempre, la vida se degenera en producto.
Pero, ¿cómo podría trazarse lo infinito? Si el trazo siempre define, cómo podríamos imaginarnos un trazo que abriera, y no cerrara, el espacio que maneja. Por otra parte, ¿cómo no podría trazarse lo infinito? Si no hubiera trazo alguno, lo infinito no sería más que un vacío, liso y puro, pero entonces sin nombre, anónimo. ¿Cómo la grafía puede revelar la propia vida, siendo mi propia vida el infinito inasible? ¿Cómo lo infinito que es mi vida posibilita que haya, efectivamente, una grafía que la intente asir en algún grado, bautizarla de algún modo?
Por otro lado, los trazos de la propia vida se dibujan desde distintos estados o ámbitos de la situación existencial, abriendo un abanico de posibles direcciones o distribuciones incontables, que se dibujan desde el espacio siempre renovado del cuadro. Así también la vida adopta innúmeras interpretaciones de sí misma, dependiendo de la carga de sentido del momento en que se realiza el trabajo de reflexión, que nos enfrentan a una grave cuestión: ¿cuál será la interpretación correcta de mi propia vida? Y así, se sigue otra: ¿es posible una autobiografía? Me pregunto hasta qué punto la autobiografía se transfigura desde la mirada del Otro que me ama y me espera: ¿habrá que buscar allí alguna salida a estos precipicios?


Martín Grassi

2 comentarios:

  1. Qué hermoso escrito! Y qué de preguntas! Te parece que podemos hablar de interpretación correcta? Quién podría decir lo que es correcto?
    Esa autobiografía que vos te contás a vos mismo y les contás a otros...tiene un referente importante para vos , que es el Otro.
    Esa "Otrografía" es la que marca tu camino, la del que ama y espera...

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  2. Martin Luther!!! Durísimo lo de "soy en tanto que muero". Menos mal que sondeaste ese camino!! Aunque... me dejó pensando y creo puede ser válido.
    Me encantó la analogía trazo-cuadro. Faltaría la sutileza de que hay un alguien que pone esos trazos en el cuadro con una idea (premeditada o no) de cómo va a terminar; mientras que en el momento-vida es uno mismo el que elige y no otro.... Maldita libertad!!! Sino preguntale al Inquisidor de Ivan!!!
    Besote!!! Muy bueno, como todo lo que escribís!!!

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