lunes, 18 de julio de 2011

Agendas (Martín Susnik)

Guillermo Roux



La palabra agenda significa, en su latín original, “lo que debe/merece ser hecho”. Hoy en día es utilizada para designar esos cuadernillos en cuyas páginas nos esperan a comienzo de año unos renglones vacíos debajo de cada una de las fechas diarias. En esos renglones son después depositadas las planificaciones para las labores a desarrollar en el futuro. Reuniones, obligaciones de todo tipo, entregas, salidas, vencimientos de pagos, trámites, visitas al médico... todos esos menesteres terminan poblando sus otrora vírgenes páginas.
El modo y estilo de llenar las hojas de este particular compendio de compromisos diarios es de lo más variado. Algunos las completan con importante anticipación y a largo plazo. Son las gentes que no cambian mucho de opinión. Otros las van llenando día tras día. Son los que tienen una mirada previsora más corta. Los racionalistas las llenan con mucho detalle, con horarios precisos, claros y distintos. Si además son hiperactivos, compran agendas de tamaño grande. Los libertinos e improvisadores casi no las llenan. O probablemente ni compren agendas. Los memoriosos apenas abren sus páginas para anotar datos, pero nunca para leerlos, en cambio los desmemoriados no pueden vivir sin consultarlas a cada instante, si es que se acuerdan dónde las dejaron. Los rutinarios depositan en sus líneas escrituras más bien repetitivas y los holgazanes se encargan de remarcar con color los días feriados. Los optimistas recorren las páginas futuras con entusiasmo y esperanza, los pesimistas ven en ellas los próximos fracasos, y los ya fracasados releen las páginas pretéritas con desengaño. Los inseguros completan las páginas de la agenda con lápiz y siempre llevan consigo una goma de borrar.  Los que carecen de personalidad se copian de agendas ajenas, mientras que los esquizofrénicos tienen dos agendas o más. Esto último también lo hacen los adúlteros, pero por otras razones.
Algunos intelectuales sostienen que, en relación a las agendas, podría realizarse un pequeño ejercicio cumpliendo con las siguientes instrucciones: Compre usted dos agendas paralelas del mismo año. En una de ellas (Agenda A) planifique todo lo que debe realizar en el futuro. En la otra (Agenda B) registre todo lo que ha hecho en el pasado (los más exquisitos pueden cambiar el nombre de Agenda B por el de Facta).  De esa manera usted tendrá un material claro y definido que le facilitará la realización del balance a fin de año entre las intenciones planificadas y las obras realizadas. Puede usted añadir una tercera agenda, Agenda C, con lo que quisiera hacer. De esta manera podrá usted comparar además sus obligaciones programadas con sus verdaderos deseos y sus deseos con lo verdaderamente realizado. Algunos estarán tentados de decir que si a fin de año usted percibe una plena coincidencia entre las Agendas A, B y C, entonces usted ha sido un hombre feliz.
Tal vez sea sano proponer al menos la duda respecto a estas ecuaciones, puesto que es de por sí dudoso que la felicidad y las ecuaciones tengan mucho en común. Súmese el hecho de que hay que presuponer la posibilidad de sucesos que no se han podido prever. Es absolutamente previsible que haya imprevistos. Probablemente es hasta beneficioso que los haya. Algunas personas en efecto tienen la fortuna de que la vida no termine resultando exactamente según los propios planes.
Por último, digamos que nadie, o acaso muy pocos, logran prever cuál será el último día a agendar, ese después del cual ya no hay otros. Salvo, claro, que el suceso (o el deceso, que en este caso es lo mismo) tenga que ver con la propia voluntad del sujeto (aunque es de desconfiar que los suicidas anden agendando esas cosas). No saber cuál ha de ser el día póstumo plantea la cuestión sobre cómo enfrentar cada jornada con semejante ignorancia. Adentrarnos en esas reflexiones, sin embargo, anularía el carácter intrascendente que nos hemos propuesto para estos renglones.

Martín Susnik

4 comentarios:

  1. Es absolutamente increíble que llenemos agendas y vivamos ignorando que hay un día póstumo para cada uno de nosotros...ojalá VIVAMOS y no sólo agendemos...

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  2. Muy bueno Martín, y cuán real!!!!.
    Sería interesante una mezcla de todos los perfiles!
    Me quedo con lo primero: lo que debe o lo que merece ser hecho... Interesante...
    Bueno, carpe diem, tempus fugit.
    Beso!
    S.

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  3. Excelente texto, Martin.
    Ágil, inteligente, cuidado en estructura: Presentación del objeto (con su toque culto), usos relacionados con perfiles humanos, la apreciación de "los intelectuales" (bellamente dolinesco, igual que el ultimo párrafo), las dudas del narrador...
    Además, con mucho humor...
    ¿Un recurso notable? El extrañamiento: Lo conocido que se vuelve algo para descubrir (-nos).
    Ah... ¡y la alegría de Don Julio que lo debe estar leyendo desde su Rayuela celeste!
    Un abrazo y gracias por compartirlo.

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  4. No se vive como se quiere sino como se puede, a menos que se quiera vivir como se pueda, triste cosa. Es parte de mi pesimismo esperanzado.

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