viernes, 9 de marzo de 2012

Héroes (Marisa Mosto)

Rembrandt, Retrato de anciano con barba, 1630



que llevaste en tu carne nuestros dolores
Dedicado a todos los que sufren.
En especial al Hombre de Acero,  Martín Acero Vivanco



Avanzaba lentamente la jovencita con gran dificultad, apoyada en su bastón, en medio de la procesión que se encaminaba al altar para recibir a su amado Jesús en el Sacramento de la Comunión. Hace unos años la camioneta que la subía a un cerro sufrió un accidente. Murió allí el hermano del que en ese entonces era su novio y ella, luego de atravesar por  un largo coma, quedó con serios problemas de motricidad. Debió comenzar una nueva vida, con grandes  limitaciones físicas y cognitivas. Ahora la vemos primero cantando emocionada en el coro del templo  y luego cuando llega el momento de comulgar, pelándose con sus limitaciones para llegar a recibir a su Jesús. ¡Cuánta nobleza hay en ese andar lleno de espasmos! ¡Cuánta amorosa fe! La jovencita no patalea contra el orden del mundo, soporta, confía, acepta el alto precio del billete del orden de la vida y se suma con todas sus heridas a la peregrinación de los fieles.
¿Y  Jorge? Jorge padeció una enfermedad en su cerebro que le quitó progresivamente facultades. Silla de ruedas, sonda, pañales, la inmovilidad fue adueñándose implacablemente de cada región de su cuerpo durante 13 años, luego perdió la vista, el oído, el habla, se fue apagando de a poco. Y Jorge sonreía cada vez que llegábamos a visitarlo.
¿Y Rosa? A Rosa de chica sus padres le pegaban duro si no  lograba juntar algunos pesos en la calle. Dormía toda la familia en la misma habitación. Vivian hacinados. Ustedes imaginarán la historia. Cuando creció inhalaba tóxicos, tuvo su primer hijo a los 15 años y a su novio-marido lo mataron de un tiro cuando estaba durmiendo a su lado. Ahora Rosa se lleva bastante mal con la gente. Cada día enfrenta el desafío de la ignorancia, el  hambre y la violencia.
Podría seguir contándoles muchas desgracias. Algunas más cercanas aún. Desgracias que todos conocemos. Y aunque ahora no las conozcamos, en algún momento las sufriremos en carne propia. Aunque más no fuera, el hecho de envejecer, enfermar, perder habilidades, es una desgracia.
La vida humana es muy difícil. Estamos expuestos a grandes vulnerabilidades físicas. ¡Y espirituales! Cargamos con heridas nuestras y ajenas. Heridas nuevas y viejas. Heridas de nuestros padres. ¡De nuestros abuelos y bisabuelos y quién sabe de cuántas generaciones más!   Y con todo eso a cuestas debemos emprender nuestro propio viaje, derribar  fantasmas y aprender a vivir con la certeza de que nunca alcanzaremos nada en esta vida de lo que podamos decir más que de a ratos, “aquí me quedo”, “no busco nada más”, “así esta bien”.
Habrán notado que estoy tratando de poner la lupa en el aspecto doloroso de la vida. Lo que ocurre es que hace unos días alguien, comentando un pasaje del Evangelio  en que Jesús camina sobre el agua en medio de la tormenta, llenó de reproches por su poca fe a la actitud  de Pedro y los apóstoles (y en ellos a todos los seres humanos).  ¿Recuerdan? Pedro se hunde en el agua cuando Jesús lo llama y luego le tiende la mano para sostenerlo.
 ¿Pero acaso no vivimos caminando sobre las aguas? ¿Acaso Jorge, la jovencita del accidente, Rosa, todos nosotros, no estamos permanentemente caminando sobre el agua? Prefiero contemplar  la mano tendida del Señor que  la poca fe de Pedro.  Él sabe lo que nos cuesta caminar sobre el agua y sin embargo lo seguimos intentando. Hace siglos que lo intentamos

Marisa Mosto

9 comentarios:

  1. Que linda meditación Marisa!Gracias! Coincido con vos, todos vivimos caminando sobre el agua, haciendo equilibrio y yo tambien prefiero ver la mano tendida de Jesús. Será porque sé, que yo soy Pedro,escaso de fe, débil,con la mochila llena de dolor, temeroso,tan humano!, y esa mano tendida es el salvavidas....y creo que el tema de fondo, es que depende de mi, si estiro mi mano para tomar la de Jesús y me dejo salvar, le permito hacerlo....creo que ahí está la clave.

    ResponderEliminar
  2. Pedro camina, victorioso, unos dos o tres pasos. Se lleva al mundo por delante. Camina con la confianza de que él que le dice que camine, tiene poder sobre esa situación. Sin embargo, el mar encrispado, lo hace dudar y se empieza a hundir. Un acto lo sostiene y otro lo hunde: Uno es "fe", y el otro, simplemente, "no fe". ¿Qué es la vida en esta perspectiva? ¿Un hundirse permanente sabiendo que siempre hay una mano tendida? ¿O más bien, y tal vez para la mayoría, es un caminar lento, sin hundirse, pero siempre con los zapatos mojados, como una denuncia silente de nuestra fragilidad para poder sostener la relación capaz de darnos la única vida?

    Ahora, y para los que no tiene el dilema "Fe/No-Fe", ¿existe un hundirse, un caminar sobre agua, una mano tendida, la sensación de los zapatos mojados? ¿Cuál sería para ellos, una imagen apropiada de la vida? Acaso, ¿una selva artificial de cemento con "un sol terrible, sin ocaso, [que] brilla definitiva y despiadada" sobre ellos? (La cita es de Borges).

    ResponderEliminar
  3. Qué gran enseñanza, Marisa, esta de leer el fragmento (este y tantos otros) desde el lugar que es, de hecho, el nuestro... Gracias por tu profundidad y tu capacidad comtemplativa para con las situaciones cotidianas. Ayuda a sobrellevar la a veces angustiante incertidumbre del "qué será lo que me va a tocar...".
    Mi saludo también a todos los héroes, en especial a aquellos que son ejemplo a seguir.
    Y mi agradecimiento a vos, Marisa, ¡siempre joven!

    ResponderEliminar
  4. Querida Marisa, justamente ayer, haciendo mi examen de conciencia ya que mañana pienso confesarme, (es parte de la preparación de la Pascua), pensé en los miedos, pensé en confesar eso como una falta de fe, que lo es, porque el Señor te da fuerzas y está cerca nuestro cuando uno lo busca, y sobre todo cuando uno está sufriendo. Pienso que el miedo es un pecado. Si miramos más a Jesús podremos caminar mejor sobre las aguas. Qué me dirá el sacerdote? Posiblemente me preguntará porqué adelantarme a las circunstancias, me dirá que a cada día basta su afán. En el presente está la vida, agradecer y tener fe.
    Gracias por compartir tu reflexión tan íntima con nosotros. Un beso, Lydia

    ResponderEliminar
  5. MUY BUENO, QUERIDA MARISA. ESTE FRAGMENTO La vida humana es muy difícil. Estamos expuestos a grandes vulnerabilidades físicas. ¡Y espirituales! Cargamos con heridas nuestras y ajenas. Heridas nuevas y viejas. Heridas de nuestros padres. ¡De nuestros abuelos y bisabuelos y quién sabe de cuántas generaciones más! Y con todo eso a cuestas debemos emprender nuestro propio viaje, derribar fantasmas y aprender a vivir con la certeza de que nunca alcanzaremos nada en esta vida de lo que podamos decir más que de a ratos, “aquí me quedo”, “no busco nada más”, “así esta bien”.
    ME GUSTO MUCHO.


    MAX HUNICKEN

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias por todos sus lindisimos comentarios!
      Lo que vos señalas Max fue el punto de partida que me llevó a la reflexión.

      Eliminar
  6. Estos son los héroes de los que nadie habla! Los héroes de todos los días en la batalla de la vida!
    Muchas gracias por esta reflexión Marisa!

    ResponderEliminar
  7. eugenia guastavino14 de marzo de 2012, 16:18

    Encontrarse con una sonrisa como la de Jorge conmueve nuestros simientos, nos hace recordar la fragilidad en la que caminamos pero también cuánto se puede sobrellevar dejándose sostener por la fe.
    Gracias Marisa, me gustó mucho.

    ResponderEliminar