viernes, 9 de marzo de 2012

Hermoso (Lydia Zubizarreta)

Vincent Van Gogh, Botas, 400x323, 400 × 323  400 × 3231886


¡Oh, cuanto más bella parece la belleza
                                                                          Con el dulce ornamento de la verdad!

                                                                                   Shakespeare, Soneto LIV


“¿Acaso amamos algo fuera de la belleza?”,  se preguntaba San Agustín. 
En nuestro siglo lo bello perdió su lugar de privilegio.  Pareciera que lo hermoso es un valor menor, superficial.  Otra de esas palabras, o mejor dicho de esos conceptos, que van inconscientemente perdiendo vigencia.  
             Sin embargo, ¿quién no desea ser hermoso?  O, hacer algo hermoso. 
“Lo bello consiste en la debida proporción, porque los sentidos se deleitan con las cosas bien proporcionadas”, así lo enunció Santo Tomás de Aquino. 
            Lo hermoso es amable, nos hace una especie de caricia.  Estamos al atardecer en un jardín.  En un momento dado todo se va coloreando suavemente a medida que el sol envía sus últimos rayos, los sonidos van disminuyendo, se siente una gran paz, la paz que nos da confianza, alegría de vivir.  Hemos presenciado algo que nos ha llenado el corazón.  Un solo de flauta surgiendo con sus notas que poco a poco van llenando el espacio y nos invade esa misma sensación de paz y de amor, tan benévola para el alma.  Una parejita de vacaciones, ella sonríe para la foto, detrás está el paisaje que ellos quieren recordar, integrar a sus vidas, la situación es hermosa.
            En una pintura muy conocida de Van Gogh aparecen sus botines.  Pintó sus dos botines oscuros, gastados, con los cordones que trazan una curva en el piso.  ¿Puede haber algo más banal, menos hermoso?  Pero están pintados con un sentimiento que los saca de lo banal y les da categoría de hermosa vivencia.  No vale menos esta pintura, estéticamente hablando, que la de un gran paisaje o de una catedral. 

En arte no es el tema lo que otorga el elemento de belleza, sino el tratamiento del mismo; y la honestidad, la pureza de alma, la verdad, como dice Shakespeare.  Es la forma exterior unida a algo más sutil.
            Muchas veces, en mis caminatas por el bosque me he detenido frente a una zona oscura, con su follaje mezclado, debajo corre el agua de un arroyito que pasa entre los árboles, lo veo tan hermoso y tan difícil de trasmitir que siento toda la impotencia de lo que me sobrepasa.  O, navegando el lago en un día calmo, el lago como un espejo, mi mirada queda atrapada en lo que se refleja: cielo, piedra y bosque dándole color al agua, todos los verdes, todos los grises, ocres y azules.  El reflejo parece más hermoso que la cosa misma, el reflejo hace resaltar la belleza del entorno.        
            Lo hermoso sufre ataques.  Por ejemplo el aprecio por lo que es “simil”: simil piedra, simil cuero, simil madera, simil nieve en Navidad en los shoppings, flores artificiales, y todo tipo de artificio.  ¿Qué decir del uso que de algunas músicas se hace, por ejemplo, en los teléfonos en espera?  ¿Quién puede apreciar la Pequeña Música Nocturna de Mozart a través de la repetición de una línea telefónica?   Son abusos.
            Hay belleza en las vidas, simples o heroicas, en todas las vidas, con su dosis de tanta cosa como el Señor nos las da, siempre que en ellas exista esa búsqueda consciente, que es búsqueda del otro y de uno mismo, búsqueda de comprensión y sabiduría, de respeto y de verdad, de buenos sentimientos y de amabilidad.         
            Como todo lo valioso, lo hermoso necesita tiempo.  Antes que nada, tiempo con uno mismo, silencio, contemplación.  Estar atento porque se puede, se tiene ese espacio en la conciencia.  Entonces aparece lo hermoso, lo que no tiene un precio superior por ser hermoso, pero si un valor superior, que algunos son capaces de apreciar.  La vida empieza a mostrar su coherencia, su armonía, con, y a pesar de, las aparencias caóticas, violentas.  Aparece lo otro, lo que vale la pena, lo hermoso.
                                                                           

       Lydia Zubizarreta
  Quila Quina

10 comentarios:

  1. Gracias, Lydia, muy buena imagen y reflexión sobre lo hermoso.
    Heidegger comenta muy bien la belleza y todo lo que hay detrás de ese cuadro e Van Gogh. ¿Lo leíste?
    Personalmente, nunca me terminó de convencer esa definición de belleza que da Tomás. ¿La belleza es proporción, armonía? ¿O a veces escapa a esa armonía que queremos imponer a las cosas? Creo que muchas veces la belleza (y el arte) es ruptura y desequilibrio.
    Te mando un abrazo.
    Guillermo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Guillermo! No leí lo de Heidegger a propósito de los botines de Van Gogh, lo voy a buscar! Me parece que el concepto de belleza va cambiando. La ruptura y el desequilibrio pueden también tener una armonía. Anoche vimos en casa West Side Story, film de 1961, es una obra maestra, muy contemporánea, a pesar de tener ya 60 años, y de que eso se nota en el maquillaje y el aspecto de los actores, pero no en la música y en los bailes. Creo que hay algo más que eso de armonía y perfección, en todo caso: en que consiste la armonía? Gracias por tu valioso comentario, un beso, Lydia

      Eliminar
  2. "... lo hermoso necesita tiempo. (...)Entonces aparece lo hermoso (...)que algunos son capaces de apreciar." Quizás en este mundo caracterizado por la inmediatez y celeridad se nos va atrofiando el sentido de estar dispuestos y atentos para percibir eso - lo bello - que requiere tiempo, sosiego, ¿no? ¿No nos estaremos robotizando al grado que "lo bello" será lo que nos señale como tal la industria del consumo?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Estanislao! Justamente, estamos perdiendo mucho por la industria del consumo y todo nuestro apuro permanente. Eso me duele mucho, y por eso escribí algo al respecto. Me da mucho gusto el que hayas leído mi escrito!

      Eliminar
  3. Qué dificil hablar de la belleza, sobre todo cuando se aplica a tantas realidades diferentes y a tantas experiencias personales distintas. ¿Qué habrá en común en todas ellas?
    Me ilumina un tanto el pensamiento de Platón acerca de que amar es engendrar en la belleza. La belleza nos hace subir un escalón en la experiencia vital, engendra una vida nueva en nosotros. Es algo en sí y para mí. Sin el puente al para mí, no tengo idea que es la belleza.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida Marisa, gracias por tu reflexión! La experiencia de la belleza es eso: un puente al "para mi", y desde ahí la posibilidad de engendrar. Decía Matisse: nada de odio, nada que no sea amor, para poder crear.
      Qué maravilla "El Banquete" de Platón, 2400 años de vigencia!!!!!, eso es Inmortalidad, (pero ya me adelanto a la I). Beso, Lydia

      Eliminar
  4. Gracias Lydia. El texto hace honor al título.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a vos, Martín, me siento muy honrada con tu comentario!

      Eliminar
  5. Muy profundo Lydia!
    La belleza representa un plus de calidad que el hombre contemporáneo lamentablemente no se permite. Es hora de echar a volar las alas del espíritu para recuperar en lo que nos rodea la Belleza, que es Buena y Verdadera.
    Estuve en Quila Quina de Luna de Miel el año pasado: UNA BELLEZA!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Ignacio, me alegro tanto de que te haya gustado mi reflexión y que conozcas Quila Quina! Cuando vuelvas por acá pasá a visitarme, vivo acá con mi marido, Jorge.
      Si podés mandame un mail antes. Te espero!

      Eliminar