lunes, 8 de agosto de 2011

Barrio cerrado/Bulevar (Marisa Mosto)


Xul Solar, Vuelvilla, 1936, Acuarela sobre papel, 34 x 40, Museo Xul Solar.



Barrio cerrado


“No hables con extraños”
           
Dice Zygmunt Bauman que los barrios cerrados son algo así como la “última reliquia de las antiguas utopías sociales”. Ya que no creemos más en la Revolución y como no pudimos instalar ninguna construcción utópica en la sociedad grande, nos conformamos entonces con fabricar  una pequeña comunidad homogénea cuya heterogeneidad si la hubiera, será prolijamente encerrada en las cuatro paredes de las casas de sus habitantes atendiendo al reglamento de admisión, luego  cercamos el barrio con alambradas y dejamos fuera con un gesto resignado todo lo que nos incomoda y tememos. Sin embargo la experiencia del que llega, tanto del visitante como de quien lo habita, de aquel que tiene que identificarse, dar razones de su presencia  y obtiene el visto bueno del agente de  seguridad que le levanta la barrera al pequeño Edén, es la  de quien arriba a la sede de la Penitenciaría, o la de quien visita a un enfermo al sanatorio y la recepcionista le indica el piso y el número de su habitación. La vida «plena», con todas sus miserias y grandezas, con sus diferentes colores, queda a sus espaldas. Ahora se encuentra en una especie de laboratorio construido ad hoc, como contrapunto  a los males que hemos generado con nuestro  sistema de vida y nos creemos incapaces de superar que se parece más al infierno que al paraíso, al infierno petrificado del abandono, (por temor a la violencia) de lo diferente.




Bulevar

            “que arriba mi calle se vistió de fiesta”

Sería lindo entonces reconstruir el bulevar. En el pueblo donde nació mamá había un bulevar ancho con plazoletas centrales, árboles en fila y bancos de madera donde las señoras mayores se sentaban en verano con sus batones a tomar la fresca y a hablar de sus cosas. Los chicos andaban en barritas de casa en casa,  comían un helado en lo de la Chela frente al Club Social  o hacían “mandados”: en el almacén del turco Chalú,   la panadería de la esquina,  la mercería de Porota. En febrero se montaba allí el escenario del corso. Bombitas y banderines  de colores atravesaban el bulevar; serpentinas, papel picado, pomos con agua o con espuma y gente, mucha gente. Todo el pueblo salía a la calle con o sin disfraz.  Disfraces muy precarios como podrán imaginar. Un año sin embargo, nos disfrazamos de  “Los Beatles” con mis primos. Fue una producción increíble. La modista nos hizo trajes dorados y el carpintero unas guitarritas (siluetas de guitarras) de chapadur forradas con papel metalizado. Hasta nos compraron unas pelucas de cotillón con flequillo que trajeron desde Rosario. Nos subieron a los seis Beatles a la caja de una camioneta y dimos vueltas y vueltas alrededor del bulevar, horas y horas por tres noches como en una calesita, y nos saludaba el turco Chalú, la señora Porota de la mercería, el zapatero Dominguez, la Chela de la heladería, mientras nosotros cantábamos como perros: “Ocho días tristes que pasé sin ti, desde que te fuiste nunca más te vi” (porque en inglés no la sabíamos). Todo el pueblo en la calle, esas noches de verano.
Sería lindo entonces reconstruir el bulevar. “¿Será mucho pedir?” como dice Sofi Montagnaro.


Marisa Mosto

4 comentarios:

  1. Después de leer Barriletes y Bolitas me encuentro con tu texto que plantea una misma melancolía.
    Siento que poco a poco (o no sé si tan de a poco en realidad) caminamos al mundo de Farenheit.
    Un mundo sin barriletes, sin disfraces, sin juego asusta. Menos mal que todavía quedan Clarisses que marcan y nos recuerdan lo que está pasando y que tengan un destello de esperanza de que todavía no es demasiado tarde y que no todo está perdido!
    Siento que los dos textos tienen ese tinte melancólico, pero que a la vez gritan para ser escuchados y ser tenidos en cuenta!
    Cariños!

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  2. "Barrio Cerrado" me trajo a la mente o imaginación esas burbujas ficticias, como de vidrio/plástico que adentro tienen una casa y polvo blanco que simula la nieve y cuando lo agitas, o lo movés desesperadamente porque se muestre lo fantástico, se ve un pequeño jardín nevado con una casa con techo colorado en el centro. (Son de esos juguetes de repisa que algún conocido trae de recuerdo de algún viaje). Mientras tanto...afuera, quien agita el jueguete, está en su cuarto mirando al jardín a través de la ventana, preguntándose desconcertada porqué no nieva en Bella Vista. El punto donde se une la fantasía y la realidad.
    Muy lindo escrito Marisa.

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  3. Marisa! Su texto también es tanguero, jaja! Sobre "Barrio Cerrado", coincido plenamente con la cuestión de la vieja utopía. Allí todavía se piensa que el infierno "tiene" que ser únicamente social y se niega puerilmente que pueda estar dentro nuestro, sin alambrados que cerquen el corazón.
    Qué le vamos a hacer: nos cuesta encontrar la integración social enla calle, tendremos que armar el corso en la fecundidad de nuestra mesa familiar en un living grande que reciba ¡a todos!
    Muy buen texto!

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  4. Qué lindo Marisa!! Qué ganas de estar en ese bulevar!!! La frescura de tu relato me reconforta, y enseguida me hizo acordar a los primeros párrados de tu escrto LA "PERCEPCIÓN" DE LO SAGRADO, te cito: "Caminar despacio contemplando el celeste radiante de una mañana de otoño. Los rojos, ocres, amarillos, marrones, naranjas y verdes de las copas de los árboles, los rayos de sol colándose entre las ramas iluminando una tenue bruma, resto de rocío nocturno (...) Habitar una noche de verano, el ritmo de sus grillos, el aroma de azahares reflejando el blanco de la luna." Dibujás con las palabras lugares donde uno quisiera estar! gracias!

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