martes, 9 de abril de 2013

Salga, por su salud (Marcelo Gobbi)



(Cuatro días en la Reina del Plata)




La doctora Manfredi dice que mi tratamiento marcha bastante bien pero que a la medicación hay que ayudarla con hábitos saludables. Ella opina que debo cambiar mi tendencia a recluirme y a trabajar todo el tiempo (y que debo moderar ciertos apetitos desordenados que, por pudor, dejo para otro informe). Dice que esa costumbre que tengo de no aceptar ninguna invitación social es negativa para mi situación anímica, todavía algo inestable, y que no debo abandonar a los amigos porque son una fuente de bienestar. Algo dijo sobre el Síndrome del Lobo Estepario. De reojo pude ver lo que anotaba en mi ficha: “bicho canasto”.
Conmigo la doctora la viene pegando desde el momento mismo en que empezó a atenderme dos veces por semana, hace catorce años, seis meses y dieciocho días. Así que en noviembre de 2012 puse manos a la obra, mandé el traje a la tintorería y me dispuse a seguir su consejo. Nada perdería con probar unos pocos días esto de tener vida social. Comenzaría yo a disfrutar de cocteles, inauguraciones, cumpleaños, con su combinación de elegancia, champagne, bocaditos y gente que sonríe y sólo habla de cosas gratas.
Miércoles 7. Quedamos con María José en encontrarnos a las siete y media de la tarde en el Centro Cultural Recoleta para acompañar a una amiga pintora en la inauguración de su muestra. Salí de mi oficina (Puerto Madero Sur) a las siete menos veinte, en medio de la tormenta. Los semáforos no funcionaban, la gente cruzaba la calle oscura agitando sus teléfonos celulares encendidos a modo de antorcha como en los recitales, no para festejar nada sino para evitar convertirse en un cadáver NN, al tiempo que esquivaba como podía la basura que se había acumulado por la huelga de recolectores. Durante los cuarenta y cinco minutos que estuve parado sobre Leandro N. Alem viendo gente desesperada por saber cómo diablos llegaría a su casa (había problemas con los subtes y los trenes) hasta imaginé que aparecería un ataque aéreo y que llovería Napalm. Llegué a Recoleta a las ocho y treinta y cinco, cuando en el vernissage no quedaba ni un sanguchito. Decidimos irnos para casa, pero camino hacia el Norte nos topamos con otra sucursal del infierno: un concierto de Kiss en River, no sé si me explico.
Jueves 8. Movernos fue, digamos, un poco difícil debido a la marcha que llamaron agudamente 8-N, nombre apropiado para un desembarco o un operativo militar de ocupación. Para tener algún respiro decidimos con mi hijo Marcos quedarnos a comer en el centro y volver bien tarde a casa. Por suerte, mi amigo Hugo, el dueño de “La Brigada”, me permitió dormir un rato sobre la mesa, a pesar de lo incómodo que se sentía cuando los demás clientes le preguntaban si yo estaba desmayado o borracho. “No, no, cansado, nomás”, repetía Hugo.
Viernes 9. Debía estar a las ocho de la noche en Caballito en una misa por las bodas de plata matrimoniales de unos amigos, a lo que seguía el festejo en un restaurante de Flores. Como continuaban los cortes de luz en toda esa zona, como muchos semáforos seguían sin funcionar desde la tormenta del miércoles, como la Avenida Rivadavia estaba bloqueada por la protesta de vecinos oscurecidos de la calle Senillosa, como además era viernes a la tarde y llovía, una hora y veinte después de salir de mi oficina descubrí que no llegaría a la misa ni para el “podemos ir en paz” (una forma de decir) y que debía marchar directamente al restaurante, para lo cual manejé otros cuarenta y cinco minutos hasta Flores. El sitio, lamentablemente, no contaba con un sistema de recuperación cardiopulmonar pero los anfitriones juntaron cuatro sillas para que yo descansara un rato (mido un metro noventa) mientras el resto de los invitados brindaba a la salud de los esposos, y así pude juntar fuerzas para volver a casa, a eso de las tres y media de la mañana.
Sábado 10. Por la noche se casaba en la iglesia de San Ignacio la hija de un gran amigo. Pensaba que nada podía haber más desierto que la zona de Plaza de Mayo un sábado por la noche, y que seguramente por una vez en la vida podríamos llegar sin problemas a destino. Después de doblar desde el Obelisco hacia Diagonal Norte quedamos atrapados durante cincuenta y cinco minutos en medio de miles de autos y del más descontrolado concierto de bocinas de que tengamos memoria. Nadie nos había indicado que la zona estaba cercada y que habían cerrado al tránsito varias calles porque en ese mismo momento estaba ocurriendo por allí la Marcha del Orgullo Gay, Lésbico y Transexual. Cuando llegamos a la iglesia ya no estaban los novios (que según supe eran heterosexuales, al menos en apariencia) y los padrinos terminaban de saludar en el atrio. Tal vez sospecharon que no habíamos estado en la ceremonia, por la transpiración y las caras desencajadas que traíamos después de correr ocho cuadras desde el estacionamiento, o acaso cuando, en medio de jadeos, le dije a mi amigo “¡qué linda estaba Florencia!”, en alusión a su hija Agustina.
Del domingo 11 no tengo mucho registro. Sólo un vago recuerdo de la sonrisa de una enfermera que me dijo que venía a cambiar el suero y que pronto me iría a casa, listo para continuar con la encantadora vida social que nos ofrece esta ciudad y que los parientes que se quedaron allá en mi pueblo nunca tendrán, pobres.
Marcelo Gobbi


11 comentarios:

  1. BRILLANTE. ME ENCANTO:

    ESTA PARTE INTERESANTE, JAJAJA

    Sábado 10. Por la noche se casaba en la iglesia de San Ignacio la hija de un gran amigo. Pensaba que nada podía haber más desierto que la zona de Plaza de Mayo un sábado por la noche, y que seguramente por una vez en la vida podríamos llegar sin problemas a destino. Después de doblar desde el Obelisco hacia Diagonal Norte quedamos atrapados durante cincuenta y cinco minutos en medio de miles de autos y del más descontrolado concierto de bocinas de que tengamos memoria. Nadie nos había indicado que la zona estaba cercada y que habían cerrado al tránsito varias calles porque en ese mismo momento estaba ocurriendo por allí la Marcha del Orgullo Gay, Lésbico y Transexual. Cuando llegamos a la iglesia ya no estaban los novios (que según supe eran heterosexuales, al menos en apariencia) y los padrinos terminaban de saludar en el atrio. Tal vez sospecharon que no habíamos estado en la ceremonia, por la transpiración y las caras desencajadas que traíamos después de correr ocho cuadras desde el estacionamiento, o acaso cuando, en medio de jadeos, le dije a mi amigo “¡qué linda estaba Florencia!”, en alusión a su hija Agustina.

    MAX HUNICKEN

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    1. Toda la historia me parece encantadora, divertidísima y terriblemente real. Por eso, cada vez que voy a BsAs me convenzo más sobre mi decisión de vivir acá.
      Gracias, Marcelo!!!

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  2. Yo quiero saber mas de esos apetitos desordenados que decís al principio...
    Que después de esas jornadas se deben de haber recrudecido
    Tendré que revisar el cuaderno de la Dra Manfredi.

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  3. Magistralmente divertido, como siempre!! Ahora te imagino queriendo salir a caminar lo más pancho por Puerto Madero hasta que se te encima la nube tóxica jaja.

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  4. Marcelo, como siempre muy divertido leerte. Al parecer tus hábitos sociales los seguiste desarrollando porque tuvimos el placer de conocerte en la presentación del libro de Marisa. (Estaría bueno saber si esa tarde de lluvia pasó algo interesante de contar, igual no te quedaste para la foto) Bueno, el 20 de abril tenés otra oportunidad para aceptar una invitación social y comenzar a construir esa fuente de bienestar que dice la Dra. Manfredi.

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  5. Gracias, chicos. La introducción psiquiátrica es falsa y hay algo de cotillón en la forma de presentar los hechos, pero lo "fáctico" que nos pasó durante esos tres días es absolutamente real. abrazos y nos vemos a tomar la leche en lo de MM.
    Marcelo G.

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  6. Muy divertido Marcelo.
    Se disfrutan mucho tus escritos.

    Esperemos que el 20-A no sea un día con un final trágico para vos.
    José Manuel.

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  7. Marcelo, BUENÍSIMO!!!! Me hiciste reír un montón, menos mal que el humor nos ayuda a sobrevivir las situaciones delirantes e increíbles de la vida cotidiana. gracias

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  8. Jajaja, ¡sublime Marcelo! Marisa sabe lo mucho que disfruto de esta manera tragicómica de narrar las cómicas tragedias. ¡Gracias! Voy a recordar tu texto mañana, cuando a las 6.30 esté atascado en Puente La Noria.

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  9. Oh por Dios, me estresé solo de leerlo y recien son las 10.30 AM !! Qué realismo literario Marcelo.

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  10. Sí Marcelo, ocurrió en Buenos Aires, la Reina del Plata. Algo devaluada después de tantos siglos. Hoy diría que es una simple dama de compañía. Excelente la descripción de las situaciones que viviste, tan hilarantes.
    Oscar

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