lunes, 15 de abril de 2013

Silencio (Estanislao Zuzek)






 



No tengamos miedo de hacer silencio fuera y dentro de nosotros si queremos ser capaces no sólo de percibir la voz de Dios, sino también la voz de quien está a nuestro lado, la voz de los demás.
Benedicto XVI, Sulmona, Italia, 4 de julio de 2010



Ausencia de voces, sonidos, ruidos, ecos… Todos en conjunto o ausencia de sólo alguna de esas categorías, posibilitando concentrar más la atención sobre el objeto de interés o si no, sencillamente, gozar el silencio. Quizás, esa ausencia también debería abarcar ciertos elementos visuales que “gritan” y distraen,  en detrimento del “silencio visual”.  Todo esto tiene lugar al nivel de los sentidos – medible, cuantificable… Algo exterior a mí, pero que me envuelve. Una tal ausencia también puede darse en el ámbito del intelecto, alma y espíritu… en mi propia interioridad – no mensurable. El silencio ¡en mí!

            El silencio del sosiego, de la armonía y paz íntimas. Cuando nada me lo interfiere ni  apantalla, me predispongo para escuchar – a percibir y recibir voces ajenas  – para un posible inicio de diálogo con otro o con El Otro. Éste se manifiesta preferentemente a través del silencio y cuánto mayor el silencio, tanto más elocuentemente lo hace. Es en la comunión de espíritus que ello tiene lugar; y cuánto más profunda es aquélla las palabras intercambiadas son tanto más inefables y que, en este caso particular, sólo yo puedo inteligir. En el caso del entendimiento extremo, las palabras ya no son necesarias: el amor en plenitud no necesita de ellas – es darse y recibir recíprocamente. Es actitud pura y entrega mutua total… en silencio.

            En análogas circunstancias, al encontrarme libre del ruido de fondo interior, puedo entablar tal diálogo también conmigo mismo -  a modo de reflexión y búsqueda de respuestas a mis inquietudes, dudas, dilemas y pesadumbres - un transcurir de la memoria, depurada previamente a instancias de la conciencia, por el presente. Un silencio que trae redención y paz del alma.

            Habitualmente asocio silencio y paz. Ese silencio consistente en la ausencia de factores discordantes o invasivos que afecten a la sonoridad natural que, justamente, hace agradable a la vida; y no el silencio “químicamente puro”, vacío. Es el ‘silencio’ del matutino trinar de los pájaros, del susurrar de las copas de los árboles movidas por la brisa, del arrullar del arroyo, del batir de las olas, del lejano croar de las ranas y zumbido ocasional de moscas, … y ésto en ‘consonancia’ con ese “silencio visual”… Ese silencio integral que posibilita concentrarme en “mis cosas” - gozar de la música preferida, de la plática con un ser querido, ocasional o una amistad, de la lectura, escritura… y compartirlo con los que me rodean… o hacerle caso al llanto de la criatura en la cuna . Si a ello le sumamos todavía la paz interior, habremos logrado el ámbito perfecto para que el ser humano pueda ser humano en plenitud. Mi anhelo es que todos puedan cultivar ese silencio creador y acercarse lo más posible a esa plenitud.
           
            Hay ocasiones en que el silencio se vuelve opresor, mudo y sin rostro, preñado de incógnitas y amenazas. Es ese silencio oscuro y denso – casi viscoso – que desalienta y que desliza hacia la apatía, que causa horror y ¡que tanto esfuerzo cuesta para superarlo!... Está el silencio de la desorientación y del no saber qué hacer, de la cavilación… ¿de la desesperación? o, por el contrario, ¿del desafío?... Y el silencio que grita - de pura y reprimida bronca - desde la impotencia del pisoteado o ninguneado y, parecería, que nadie se molesta en escuchar… O el de los silenciados en el vientre materno para siempre, cuya identidad fue, lisa y llanamente, suprimida y asimilada a los residuos patógenos.

            Desgraciadamente, no todos los silencios son placenteros ni deseables y, menos aun, codiciables.
            
            Estanisalo Zuzek

2 comentarios:

  1. Me resultó muy interesante esa distinción que hace Estanislao entre un silencio pacífico que se establece como un horizonte para recibir los sonidos del mundo que invitan al encuentro y el otro que implica aislamiento o violencia.

    El primer modo de silencio me hizo pensar si nuestra existencia en realidad no vive en el ámbito de "silencio espectante" que surgió luego del "fiat divino".

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  2. También a mí me sorprendió la distinción de "silencios", no se me había ocurrido pensar en ese lado "viscoso", nisiquiera mientras iba leyendo. Me gustó mucho tu texto, Stane, me parece profundo, como proveniente de tus íntimos silencios y por lo tanto, creadores de esa comunidad con el lector. ¡Gracias por la reflexión! Y por este silencioso diálogo...

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