martes, 9 de abril de 2013

Saldos (Marisa Mosto)

 
 



Suicidio en el Shopping:
Un hombre de 40 años se suicidó ayer por la tarde arrojándose al vacío  desde uno de los niveles de un paseo de compras de la localidad bonaerense de Martinez,  informaron voceros policiales. (…)   (Infobae, 28 de marzo de 2006)

Una mujer se suicidó en un shopping.  Ocurrió ayer por la tarde en Unicenter. Fuentes.  Según los testigos, iba caminando cuando imprevistamente se arrojó desde el tercer nivel. 
(La Nación, 1 de abril del 2003)



Cuando voy a Unicenter me invade siempre un raro nerviosismo. Lo atribuyo al exceso de objetos que reclaman mi atención. De pronto ya no sé hacia dónde mirar. De todos los frentes susurran sirenas plásticas sus falsas promesas y no encuentro un mástil que me sostenga en la navegación por sus pasillos iluminados con luces de neón oalgoasí, mientras afuera el sol ya un poco enfermo por el maltrato que hemos dado a la atmósfera para producir esas sirenas, sigue iluminando el largo día de nuestra indiferencia. Y me quiero ir.

La arquitectura del espacio que habitamos nos habla a veces de quiénes somos o creemos ser.

Si entramos a un templo vacío por ejemplo, nos sentimos traspasados por la mirada de lo divino. Una mirada a veces muy silenciosa, a la que cada uno  atribuye los diferentes matices que haya podido captar a lo largo de su historia acerca de Cómo sea o Quién sea la presencia que se esconde en el ámbito de lo sagrado. Y allí sabemos que no estamos solos en la morada del Ser. Que hay Alguien que nos espera. Siempre.

 Los elegantes museos, las grandes bibliotecas, los cuidados teatros nos hablan del orgullo del hombre por su historia como hacedor.

Cada lugar que atravesamos nos trae una enseñanza sobre nosotros mismos. Las callecitas empedradas habitadas por la señora que baldea la vereda, los chicos en bicicleta, el señor que pasea el perro, nos cuentan que hay muchas cosas en la vida que se resuelven en el mano a mano con los otros. En la libertad y el azar de la calle. En lo imprevisto y lo fuera de control. Que la vida en el fondo es un viaje, una aventura llena de circunstancias nuevas, de corazones por descubrir.

Me gusta mirar las casas suburbanas e imaginar el movimiento de sus integrantes. Cada espacio es un mundo, una cosmovisión con un lenguaje propio que invita a quien lo habita a desplegar algunas de las facetas de lo humano.

Algunas muy negativas. Basta leer El proceso, y experimentar la nulidad del sujeto en los pasillos del edificio judicial que confirmara la hoja del cuchillo en el descampado en que asesinan a Josef K.

O las autopistas que reclaman una velocidad impersonal que imperativamente trasladamos al sistema nervioso de la vida cotidiana.
Los barrios de emergencia que crecen debajo de las autopistas. La marginalidad que busca atajos de integración.

¿Qué le habrán musitado al oído o quizás gritado   a ese hombre y a esa mujer los pasillos atestados de gente del shopping aquellas tardes  dramáticas  en que decidieron irse no sólo de allí sino también de sus vidas? No creo que sea casual que sus "no va más" personales fueran eco de ese entorno. Ese coloso artificial, inconmensurable, fuera de escala humana, ese exceso de imágenes y objetos, la gente caminando para matar el tiempo ya muerto de un lunes feriado con la novedad siempre vieja de los objetos de consumo. Quizás buscaban algo que no se pudiera comprar, alguna presencia, una tonalidad vital o aturdirse en la muchedumbre para atrapar la ilusión de ser parte de una comunidad. Quizás se sintieron invitados a desaparecer como una mercancía que no halla su lugar en la estantería, a quien nadie  reclama, ni siquiera en la mesa de saldos.


 Marisa Mosto


16 comentarios:

  1. Qué real y triste Marisa el final en un entorno tan inhumano. El encierro claustrofóbico de los shoppings, sin ventanas, sin luz natural, sin silencio. No es un hábitat que ayude a la vida, evidentemente. El final aludiendo a los "precios" que hoy tenemos los humanos muestra la otra cara de los sobrevaluados, la imagen de la mesa de saldos es lapidaria...

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  2. Siempre me llamó la atención que la gente camine tan rápido e intranquila en el shopping. Quizá sean esas miradas plásticas, esas erinias en vidriera que nos rumorean en el oído.

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  3. "Quizás se sintieron invitados a desaparecer como una mercancía que no halla su lugar en la estantería, a quien nadie reclama, ni siquiera en la mesa de saldos"
    Me entristeció mucho esta frase. Siempre pensé mucho en la gente que se suicida, quiero meterme ahí adentro, no sé, cuán 'fuera de lugar', como decís en esa comparación con la mercancía, debe sentirse alguien para tomar la drástica decisión. Siempre me conmovieron mucho también. como que dan ganas de consolar a alguien, mi tía abuela se tiró abajo de un tren y si bien no la conocí yo rezaba tanto por ella de chiquita que sentía que nos conocíamos de toda la vida y me sentía muy cerca, me dan mucho miedo las vías. Pero pensaba en esa infelicidad infinita y me inspiraba una pena tremenda. A eso sumémosle lo frío y desamparado de los shoppings....

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  4. ¿Qué le habrán musitado al oído o quizás gritado a ese hombre y a esa mujer los pasillos atestados de gente del shopping aquellas tardes dramáticas en que decidieron irse no sólo de allí sino también de sus vidas? No creo que sea casual que sus "no va más" personales fueran eco de ese entorno. Ese coloso artificial, inconmensurable, fuera de escala humana, ese exceso de imágenes y objetos, la gente caminando para matar el tiempo ya muerto de un lunes feriado con la novedad siempre vieja de los objetos de consumo. Quizás buscaban algo que no se pudiera comprar, alguna presencia, una tonalidad vital o aturdirse en la muchedumbre para atrapar la ilusión de ser parte de una comunidad. Quizás se sintieron invitados a desaparecer como una mercancía que no halla su lugar en la estantería, a quien nadie reclama, ni siquiera en la mesa de saldos.

    muy BUENO MARISA

    MAX HUNICKEN

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  5. Marisa, leyendo tu texto, me acordé de ·Escenas de la vida posmoderna· de B. Sarlo. Ahí ella hace un análisis de la dinámica de los shoppings, su arquitectura y como esa estructura circular, cíclica, sin relojes era una invitación a entrar para no salir. Supongo que el shopping es la construcción más idonea para este consumismo tan voraz. Es impúdicamente atrevida en sus objetivos tan claros y epidérmicos.

    Por suerte, aún quedan los otros espacios que mencionás y que pueden ser un refugio en medio de tanto atropellamiento.

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  6. Extraordinario Marisa! Gracias por tu lucidez y el hábil recurso de las paradojas bien empleado.
    Al leerlo pensaba en dos cosas: por un lado, cuánto habrá de templo, calle empedrada o de shopping en el corazón de los hombres. Allí ya se presentan las "cosas siempre viejas que parecen nuevas" o Dios que ama y llama o la vida repleta de experiencias.
    Por otro lado, se me ocurre que los shopping terminan siendo la triste caricatura de los templos. El shopping hoy es "una catedral"...
    Gracias!

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  7. Qué lugar horrible para morir, un shopping. Hasta en ese estado, el cadavérico, los cuerpos deben haber sido despachados rápidamente, porque en la extraversión que fuerza la sociedad de consumo no hay lugar para una situación límite ni para nada que rompa la armonía artificial del ambiente cuidado y pulcro. Si el shopping ocupa hoy el lugar de las viejas catedrales, un suicidio es, definitivamente, la más grave profanación: es la afirmación más radical de la levedad y superficialidad inhumana que envuelve ese ambiente innatural.

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    1. No creo Santi que el suicidio sea algo "leve o superficial" en ninguna circunstancia. Por eso me causa un tremendo pesar el hecho de que esas personas tan dolidas y desesperadas hayan querido inútilmente encontrar refugio allí en una especie de marea zombie rodeada de mercancías.
      Pero es uno de nuestros sitios de "reunión". Antes podía ser la plaza o el café. ¿Dónde ir si uno se siente infinitamente solo un lunes feriado? ¿Cuál es la propuesta que llama con mayor intensidad?
      Ese contraste entre una búsqueda visceral de comunión en una muchedumbre de rostros mirando objetos en las vidrieras es la imagen que me llevó a escribir el texto. Creo que es una imagen de nuestra época.

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    2. Me expresé mal Marisa, es la "denuncia", no la afirmación. Es la protesta más radical. Es la rebeldía absoluta y más profana. No hay lugar para el dolor ni la muerte ahí, que son, al fin y al cabo, partes inherentes de la vida. Los grandes lugares de encuentro, los verdaderamente humanos, son los que pueden darle espacio tanto a la alegría como al pesar: la plaza, la iglesia, el club, la escuela...
      Es uno de nuestros sitios de reunión, sin dudas! Y ese contraste es tremendo... Un beso!!

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  8. Chica, esto que has puesto es portentoso y "reflexígeno". Cada uno se suicida adonde puede. En Japón hay protocolo hasta para eso. A mí me encanta ir a Unicenter para descubrir, como Diógenes, cuántas cosas hay que yo no necesito (no consumo nada: una vez en el colegio de mi hijo, al ver mi auto, me preguntaron "¿remise de qué familia sos"?), pero admiro la inventiva humana para generar consumo. Mucho hicieron por nosotros los que inventaron movidos por las ganas de tener, no de carecer. Por mí podrían desaparecer de la tierra los globos de Bob Esponja y las velas aromáticas, pero necesitamos que mucha gente compre esas "imbecilidades" (¿quién soy yo para calificarlas?) para que un codicioso invente la herramienta que permite, por ejemplo, que funcione este blog, que no es producto de un eremita ni de un burócrata sino de un codicioso. Tal vez Unicenter sea el lugar que yo escoja para suicidarme, si no es mucha molestia. M. Gobbi

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    1. Pero no esta mal tampoco que de ese modo aparezcan también quienes cuestionen las prioridades. Preguntale sino a la Dra. Manfredi. Vas a ver que me da la razón.

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  9. Ahora lo volví a pensar. Suicidarse en Unicenter es medio cutre (“berreta” en España). Yo prefiero que comenten que fue en Tyffany’s 5th Ave, o en alguna tienda en Via dei Condotti, o mejor Fauchon en París, en medio de quesos, salames, vinos (¡un anticipo del Paraíso!). MG

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  10. Marisa: que reflexión! muy buena pero tan triste y casi cotidiana! Es tan asi lo que describis, esa soledad profunda que siente hoy la persona en medio de multitudes,esa busqueda desesperada y silenciosa de comunidad, del otro que se de cuenta de mi presencia, que me mire y me vea, se de cuenta que soy.... que tristeza que esas personas no hayan dirigido sus pasos solitarios y desesperanzados a una catedral de verdad, o a una pequeña capillita, porque aunque estuviera vacía de prójimo, allí está EL, siempre esperando poder envolvernos y darnos su amor y compañía , resucitarnos la esperanza y recordarnos que para El somos y estamos, nos quiere y necesita.
    En fin, el mundo de las vidrieras y el consumo nos llena de cosas y nos vacía por dentro,que triste, no?

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  11. Que cuestión!
    Ruido, suicidio, cosas, vacio.
    Seguido pasa en el tren Sarmiento, tristemente algún desesperanzado se lanza suicida. Lo que más impresiona es la insensibilidad y la indiferencia de la gente que va arriba de la formación. Cuando pasan estas cosas, me ha tocado escuchar comentarios como: "Hoy se tenía que tirar este" "No encontró otra forma" "Mira ahora toda la gente que va a llegar tarde por sus boludeces". Una barbridad.
    José Manuel.

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  12. Marisa, me gustó mucho lo que escribiste, gracias!

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  13. Marisa, qué interesante darme cuenta de que lo que yo siento con respecto a los ambientes otras personas lo comparten. Eso de mirar las casas suburbanas e imaginar la vida en ellas, las calles con la gente caminando y uno imaginarse lo que sienten, o lo que necesitan, y los shoppings también yo los odio y miro la luz afuera y pienso que malgasto el tiempo. Me pareció interesantísimo todo lo que pusiste, es una reflexión muy rica.

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