domingo, 15 de abril de 2012

Infancia(s) (Estanislao Zuzek)

Las edades de la vida, Benjamín Palencia, (ilust blog.)



                Después de una jornada agotadora Jorge regresaba a casa; ‘desensilló’. Merecía un descanso. A saborear un mate, con calma y en soledad. De su colección favorita de CDs agarró el de los conciertos de Bach. De entrada, el tercero de Brandenburgo.

Allegro – mesurado, armonioso… Se ensoñó. Estaban los cuatro: su esposa Amalia y los hijitos Marcelito y Jimena. Ésta era infante aun – no hablaba. Sin embargo, sabía expresarse con llantos, ‘ojitos’, muecas y gestos… ¡Qué linda época aquélla! Tantos recuerdos agradables pero también de sobresaltos…¿no? Sí, pero con el amor que fluía entre ellos, se pudo… De su propia infancia sólo tenía idea de lo feliz que fue… Ah, ¡la infancia, tan fugaz!

Adagio – Dejaron de ser infantes. Crecieron. Como a todos los chicos entre tres y cinco años les agarró la facundia – pasaron a ser ‘máquinas de hablar’, imparables. ¡La paciencia para escucharlos y, luego, contestarles sus innumerables preguntas!. Y algunas de ellas: muy de fondo, ¡eh! Para salir airosos siempre, ¡qué aprietos! Luego el jardín, el colegio, la secundaria… sin incovenientes. Eran aplicados – por supuesto con mamá Amalia detrás, de apoyo – y buenos alumnos… Una época maravillosa. Por supuesto, ya noviaban. A sus ‘invitados’ se los recibía siempre gustosamente. ¡La juventud!....

Allegro –  Sus primeros empleos. Y Amalia, más liberada,  pudo dedicarse a sus artesanías y cambiar un poco de “aire”. Los noviazgos de los dos jóvenes se hicieron firmes, soñando futuros concretos, reales. La familia se reunía las noches, después de cada jornada, al regreso. Armonía, paz - felicidad en la sencillez…

…concierto para dos violines. Bellísimo.

Vivace – Esta vez tampoco pudo soslayarlo: Los recuerdos irrumpieron “en vivo”, en pantallazos, palpables. La enfermedad de Amalia. Internaciones, tratamientos, postración… Esperanzas y decepciones.  Su temple en la adversidad. Su resignación, aceptando la voluntad de Dios y el sufrimiento para el bien de los suyos. El amor y prodigalidad de los hijos, juntamente con él mismo, en asistirla en todo momento y en especial para aliviarla con muestras de afecto: palabras, miradas, caricias cuando los cada vez más fuertes paliativos ya no surtían efecto. ¡Y qué bien que le hacían! Finalmente, él mismo renunció a su empleo para dedicarse sólo a ella –  y acompañarla hasta el final…

Largo ma non tanto.- Después su vida cambió. Descubrió el enorme valor del afecto brindado al sufriente, al reconfortarlo; y para él mismo, el de una sonrisa o mirada de agradecimiento, quizás apenas  perceptible: ¡todo un tesoro! Sin más, se alistó en esa misma clínica para dedicarse a personas desvalidas. Ello le mantendría vivos aquellos momentos compartidos con su ya difunta esposa. Lo asignaron al sector de hombres mayores; de eso hacía ya cinco años.

                ¡Cuánta miseria afectiva! Algunos ancianos iban encerrándose en sí mismos, como si fueran perdiendo el habla y él, a partir de gestos, miradas u otros signos, tenía que ir adivinando sus deseos, necesidades e incapacidades. Sí, como si se tratara de criaturas, totalmente desvalidas. Ahí se compenetró del profundo y drámatico significado del término “segunda infancia”. El deterioro corporal impediría al alma del geronte expresarse cabalmente con palabras; al contrario del alma de la criatura - cada día más vigorosa físicamente - que cada vez tratará de establecer mayor comunicación con el mundo externo, en especial mediante la voz y, luego, con la palabra. Cómo que en la criatura el alma fuera posesionándose progresivamente de su cuerpo, animándolo, más y más. En cambio, en sus pacientes se iría produciendo un abandono paulatino por parte del alma a medida que, deterioro mediante, sus respectivos cuerpos fueran muriéndose imperceptiblemente, “de a poquito’, durante tiempos largos… hasta quedar inservibles para aquella – lo que acontecería al instante mismo de la muerte…

                Se iniciaba la última obra del CD: el concierto para oboe y violín. Dos instrumentos complementándose. Lo iba vivenciando a modo de contrapunto:  Allegro -  concepción, gestación, nacimiento, infancia… Adagio – plenitud… vejez, senilidad y decrepitud – segunda infancia y … (segundo) Allegro - ¡la partida! o sea el nacimiento a la vida eterna, ¡inefable!
El ciclo de la vida - comenzando y terminando ¿con la infancia…?

Sonó el teléfono: “Papá, esta noche no podemos pasar… Estamos yendo con Huguito a urgencias. Está que vuela de fiebre. No sabés lo preocupada que estoy…” – “No es para tanto, Jimena. Se le pasará. Son cosas de la infancia… ¡Esperáááá…! Ya estoy saliendo para allá…”

Estanislao Zuzek

4 comentarios:

  1. Muy bueno Estanislao, la forma en que unís la música con el contenido! Y esa relación entre el alma que va vigorizando el cuerpo del niño y que se va "despidiendo" del cuerpo del anciano, buenisima la descripción!

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  2. Muy tierno y sereno su escrito Estanislao. Una sabia aceptación de la melodía de la vida.
    No es el caso de Bach, pero a veces también desafina y hay que aprender a adaptarse, ¿no?

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  3. Marisa, para mí la música de Bach es siempre sosegante y me induce hacia la trascendencia, hacia el infinito... Y a la luz de ello los escollos - "desafinantes"- que con el correr de los años se van acumulando, cobran una más justa dimensión en la vida, como para hacerle más fácil a uno el adaptarse a los mismos o de asumirlos - dentro de lo insondable que es cada vida.

    Angeles, ya después de enviado el texto, para el caso que mencionas se me ocurrió la expresión de que el alma se va "desposeyendo" o "desapropiando" del cuerpo, como más adecuada.

    A las dos, ¡muchas gracias por el comentario!

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  4. ¡Qué hermoso texto, Stane! Te juro que la música del gran Juan Sebastián iba resonando por mi interior a medida que avanzaba en los renglones. Me encantó la idea y cómo la volcaste en papel. Un texto lleno de lazos, así como las instrumentaciones bachianas. ¡Gracias!

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