domingo, 10 de noviembre de 2013

Yapa a la Y 1


Yira-Yira (José Martín Valle Riestra)



Marinera norteña, Perú (Ilust. Blog)
http://www.americabaila.ch/html/es/repertorio/peru.htm




Me acuerdo perfectamente de ese momento, tenía ocho años y un mundo por descubrir, papá me levantó muy temprano con una canción del polaco Goyeneche, con unas facturas de crema pastelera y frutilla –mis favoritas-, mate cocido con leche porque papá  no es de acá y el mate amargo mucho no le gusta; era un día de sol, un día hermoso, en los que te levantas como Frodo en Rivendel, esos días que te enamoras de nuevo de todo -¡Ay, de aquellos que subestiman a los que tenemos ocho años!- : la alegría de la familia, el limonero que tiene nuevos frutos, Manuelita que se esconde detrás de la heladera – Manuelita es mi tortuga gorda y bonita que me regalo la tía Mónica por mi cumpleaños – y mami…mami que nos saluda desde el cielo.

José, te tengo una noticia, pero agarrate porque esta noticia es magnífica – dijo papá.

Nos vamos a Perú- respondí con una sonrisa de oreja a oreja.

Pero… ¿Cómo sabías?- pregunto papi con una cara de sorpresa inesperada.

Ah…no sé…siempre creí que volveríamos –contesté.

Ese día comenzó una aventura inolvidable; la vida nunca fue igual. Las cosas tenían un nuevo color, la comida un nuevo sabor, las alegrías eran duraderas y las penas pasajeras, todo era una aventura, todo era un sueño.

Y pensé que seguiría siéndolo.

Pero seguí creciendo, fui conociendo más cosas, fui entendiendo la realidad, y me fui desencantando. La vida era sosa, los días eran los mismos y el asombro poco a poco fue desapareciendo. Y me fui odiando un lugar que había amado.

Regresé al lugar de donde había partido, sin esperar muchas sorpresas. Pero la vida te da  sorpresas. Las cosas no eran las mismas. El barrio era distinto, todo lo que era floreciente es sólo una sombra de lo que fue; los que fueron gente cercana ahora son fantasmas. Nostálgico por los tiempos pasados, no soportaba la ausencia de ese algo que había tenido y que me faltaba.

A una de las primeras personas que vi fue la tía Coca y se puso muy contenta cuando me vio. Hablamos sobre muchas cosas de mi vida desde que me había ido.

Nene, pásame los platitos para servir –dijo mi tía Coca.

Cuando me pasó el plato ya servido algo increíble sucedió, olí las marineras preparadas por mi tía, el aroma que subía hacia mi olfato me desarmó, el tiempo se detuvo y empezó a retroceder,  estaba en ese momento y en ese lugar pero ya no tenía veinte años sino diecisiete. Ya no diecisiete sino quince. No quince sino ocho. No me encontraba en la casa de mi tía Coca, sino en la casa de mis padres y las marineras estaban hechas por mi madre, mis ojos abiertos y sorprendidos duraron un segundo. Y volví a la realidad.

Y el mundo empezó a girar de nuevo, el mundo era pero ahora es.

Con una sonrisa supe que había algo en mí que se encontraba escondido pero lo había encontrado de nuevo: el asombro.

Estamos en el preámbulo de un cierre, pero acordémonos que el fin de uno es el  principio de otro, que el Kevin(o Diana) que cada uno tiene, seguirá con las peripecias de la vida vestido de una persona común, pero sigan asombrándose.

Me olvidaba: marineras para todos.

                                                                                                          José Martín.




3 comentarios:

  1. Me encantó ese entrelazamiento de tiempos, edades, sensaciones, nostalgias... amores, en fin, còmo la vida es: momentos de dicha y de sinsabores - como un todo integrado y que denominamos (perdón pòr la redundancia): vida

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  2. Me emocionaste José! Esas emociones que traen algunos platos, olores, sabores, o gente querida. El desencanto y el asombro y así sucesivamente, quién había dicho que el deseo mueve al mundo? Me encantó!

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  3. ¡Muy lindo José! Es como ir en una calesita a través de los años, se suceden imágenes dichosas y amargas. Y uno va sentado en su caballito de madera dejándose tallar por ellas aferrado al aroma de las marineras que nos recuerda que es posible la ternura entre los hombres.
    ¡No dejes de contarle a tu tía Coca el efecto de sus marineras!

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