viernes, 25 de octubre de 2013

Yuyo (Ingacio Leonetti)



Google Imágenes: yuyos silvestres en patios viejos





  El hombre llegó agotado a su casa tras el entierro.
  Dejó su saco, colgó las llaves, se sirvió agua y miró el jardín trasero de su casa bañado en la luz estival de un verano implacable.
  Preguntas demoledoras acechaban su interior.
  No pudo o no quiso dormir siesta.
  Se preparó unos mates, haciendo caso omiso a la caprichosa altura del termómetro y se sentó a la sombra para saborear algo de la humeante infusión amargamente atractiva.
  En el viejo patio, a un costado de las silvestres macetas repletas de malvón, llamó la atención de nuestro hombre el pequeño montículo de escombros, ladrillo y piedra. Pero lo que más le sorprendió fue un pequeño yuyo silvestre que, obstinado, crecía orgulloso hacia el cielo en medio de tanto desecho inerte.
  Sorbió el mate.
  La visión lo había sosegado.


Ignacio Leonetti




4 comentarios:

  1. Uy, Ignacio, me vinieron a la memoria los versos de Machado en los que habla del milagro de la primavera.

    "Al olmo viejo, hendido por el rayo
    y en su mitad podrido,
    con las lluvias de abril y el sol de mayo.
    algunas hojas nuevas le han salido"

    Lograste meterme en esa escena agobiante de calor y soledad en la que el alma sin embargo no se abandona y la vida le sale al paso a socorrerla. Basta saber mirar alrededor.

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    1. Sí, en la atmósfera hace calor y mucho me recuerda a el viejo patio de la casa familiar donde me crié.

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  2. Muy bueno, Ignacio. A mí también me sorprende esos yuyos que crecen en los lugares menos pensados. Me acuerdo que una de las primeras cosas que vi en Buenos Aires, fue árbol que había crecido en la pared de un viejo edificio en San Telmo o Monserrat (no recuerdo). A parte, había crecido en el 3º o 4º piso. Pero más allá de la anécdota, es cómo la naturaleza nos da lecciones de supervivencia que muchas veces, nosotros no somos capaces de asumir. En fin...

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