jueves, 24 de octubre de 2013

Yugo (Martín Susnik)







El término “yugo” nos hace pensar automáticamente en opresión, sometimiento, carga… falta de libertad. Sin embargo, el primigenio significado no es ese, como sabe la mayoría. En su primer acepción castellana yugo hace referencia al artefacto al cual se uncen los bueyes, las mulas u otras bestias por el cuello o la cabeza a fin de formar una yunta que resulte útil en las labores campechanas de arado y acarreo. La palabra proviene del latín iugum, que podría estar relacionado con iugulum (cuello) y, según dicen, tiene su origen remoto en el sánscrito yeug o yug (unión, unir), de donde hemos heredado “yuxtapuesto”, “yoga”, “cónyuge”…
Algo extraño debe haber pasado para que lo que en principio hacía referencia a la unión nos terminara haciendo pensar en carga y opresión. Al notarlo, supuse rápidamente que tenía que ver con los pobres bueyes, así que amagué en ir a preguntarles. Desistí al punto y esto por dos razones. Por un lado, mi locación casi permanentemente urbana hace que salir a buscar un buey se torne una misión molestamente rebuscada y trabajosa. En segundo lugar, sospecho que aun si tuviera la suerte de encontrar un buey al que plantearle mis inquietudes no obtendría por respuesta más que un mugido poco esclarecedor (el único que me esclareció unas cuantas cosas fue aquel al que, paradójicamente, llamaban “el buey mudo”). Los bueyes, al parecer, no se plantean siguiera tales asuntos.
Pobres los bueyes… Por lo del yugo, digo. No por el hecho de que no se planteen estos asuntos, eso quizás hasta le evite disgustos. Pero lo del yugo sí me inspira cierta compasión. Resulta que para que trabajen en unión, para que formen yunta, hay que encajarles el artefacto este, de lo contrario no lo harían. Puede uno gastarse horas y saliva en querer explicarles que la unión hace la fuerza, que el bien común redunda en beneficio del individuo, que es en el encuentro con el otro donde se abre camino la realización, que un yo se plenifica en la solidaridad con un tú… y el buey nada, ni bolilla. No hay manera de que entiendan, los muy bestias. Y entonces no queda otra que recurrir al yugo.
Menos mal que nosotros zafamos de eso. Porque… zafamos ¿no? Digo, nosotros sí nos planteamos el asunto ¿no? Y el premio de eso es que podemos entenderlo… que no somos pobres bestias… que lo del yugo no se aplica a nosotros… ¿No?


Martín Susnik





3 comentarios:

  1. ¡Muy bueno Martín! Me gustó mucho la ironía final. Esas preguntas "inocentes" que nos ponen frente al espejo de nuestra miseria, personal, comunitaria, política.

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  2. ME GUSTO MUCHO LA NATURALIDAD Y PECULIARIDAD DEL ESCRITO.

    SALUDOS MARTIN

    MH

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  3. Gracias Marisa y Max!!! Saludos a ambos!!

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