lunes, 21 de octubre de 2013

Yesca (Estanislao Zuzek)

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Un hongo y, para colmo, parásito sobre árboles frecuentemente enfermos. ¡Puah! ¿Quién daría algo por él? U otro material orgánico reseco… casi al final de su cadena de degradación biológica, ¡un desecho! Sin embargo, la humanidad entera de aquellos tiempos… y del nuestro goza de vida más digna y más plena, gracias a ello. Calor, luz, energía…

            Una ínfima chispita que anide en esa masa fofa y reseca que, avivada con algunos soplos, basta para para generar una llamita. A su vez, ésta alimentada con ramitas, hojas secas, astillas u otro elemento combustible menudo se transforma, luego, en una llama que brinda calor, luz y que hace más posible a la vida. Esa chispita pudo haber sido generada fortuitamente, por la caída de un rayo, por ejemplo y, luego capturada por esa masa fofa que la multiplicó – para convertirse en fuego beneficioso y en casos extremos, en dantescos  y destructores incendios naturales – a modo de renovación. Pero en general, es ello fruto de la voluntad, de golpear el pedernal con eslabón para provocar chispas o de ir generando calor por frotamiento entre sí de elementos de madera, en presencia de esa materia fértil para ignición que es la yesca. Todo lo cual implica experiencia, maña, esfuerzo y mucha perseverancia. Digamos, finalidad, voluntad y mucho tesón del hombre. Obviamente, al presente ya no recurrimos a esos métodos para encender y generar calor y energía. Sin embargo, el concepto permanece, aunque sea como figura.
           
            A la yesca le encuentro una gran afinidad con la vocación de maternidad – por la predisposición de recibir siempre y, luego, alojar en su seno las chispitas de la vida, alentarlas a que prosperen y cuidarlas para que crezcan; consumiendo la madre para ello su propia vida, por amor. Ese amor que consume pero que, paradójicamente, al mismo tiempo renueva y enriquece; a la manera de un círculo virtuoso: Darse totalmente para descubrir luego que en devolución se recibe mucho más… sin haberlo pretendido.

            Al inicio estaba la yesca, siempre dispuesta a albergar la chispa que en dado momento impactaría en su seno, ávida de entrar en ignición y de consumirse abnegadamente para dar lugar a una llamita…

            Escrito en el mes que celebramos el día de la madre.

Estanislao Zuzek


2 comentarios:

  1. Qué lindo homenaje para las madres, Estanislao!
    Me gustó mucho esa metáfora escondida del "arder" como disponibilidad.

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  2. ¡Muy linda esa metáfora de la yesca como actitud espiritual! Lo más importante termina siendo lo que parecía insignificante. Uno de esos cambios totales de paradigma de comprensión de lo real que son tan evangélicos.
    ¡Gracias Estanislao! Da mucho que pensar su Yesca.

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