martes, 14 de agosto de 2012

Llanto (Estanislao Zuzek)

Vista panorámica de las Ardenas (Ilust. blog)



                Escribir sobre el llanto es lo mismo que escribir sobre la vida.  Hay tantas historias como vidas; y todas ellas son distintas y, a la vez únicas, irrepetibles – de edición única, diríamos. La vida nos brinda cosas hermosas, agradables, y también de las desagradables, tristes, desgraciadas, dramáticas y trágicas; implicando estas últimas sufrimiento, dolor, congoja, hasta desesperación. Cuando todo ello excede un cierto umbral, se nos hace intolerable… algo se afloja en nosotros y nos ponemos a llorar… Para mí, el llanto es un gran misterio. Seguramente y en la mayoría de los casos es una manifestación de sufrimiento, de desconsuelo y mucho, mucho  más que no sé si es expresable en palabras… pues, cala demasiado hondo. De nuestra parte, el sufriente sólo merece profundo respeto y compadecimiento efectivo, práctico. Hay también llantos de alegría, de emociones fuertes que quiebran nuestra actitud ‘estoica’. Y esto es también un misterio. Pero también hay llantos, que por su sola presencia son indicio de acontecimientos felices, como por ejemplo, el del recién nacido…

                Con mi esposa y dos nenes chiquitos – uno y dos años -  siguiendo en auto al ómnibus de excursión del club de pasantes extranjeros que tenía ‘nuestra’ institución, bajábamos en las estribaciones de las Ardenas a velocidad reducida por una pendiente no tan pronunciada, para virar unos pasos más adelante a derecha hacia el puente sobre el río Deulin. Ahí, de golpe, el auto “enloqueció”. No respondía al volante, a nada, haciendo algún zig-zag, viró en redondo, cruzando la mano ascendente se topó con el paredón de la colina, rebotó hacia la calzada y, finalmente, se puso de sombrero sobre la misma.  La película de esos instantes, eternos, aun la tengo presente en mi mente; pero todo pareció transcurrir en un raro silencio, en cámara lenta, y yo encontrándome totalmente impotente, contemplando la situación – lleno de interrogantes, al estilo de: ¿qué sucede? y ¿esto, cómo terminará? y ¿los  míos…? Detenido el vehículo, emergí del mismo con bastante facilidad, aunque no recuerdo cómo. Debe tomarse en cuenta que adentro todos habíamos estado cabeza abajo. También salió mi esposa. La vi que estaba bien, ilesa; igual que yo mismo. Gracias a los cinturones de seguridad.  Ahí tomé conciencia de un  silencio denso, ominoso. No sabía el por qué del mismo. Claro: ¡faltaba algo!, ¿pero qué?, ¡Qué instantes aquéllos…! ¿Qué era lo que faltaba, pues…? Hasta que me percaté sólo al rato: nuestros dos nenes comenzaron a ¡llorar! Ah, el llanto, ¡qué felicidad! Estaban. No importaba cómo, pero sí, ¡estaban vivos: lloraban!… Aún se encontraban dentro, cada cual estaría asegurado a su butaca de bebé con el cinturón del caso debidamente ajustado pero, obviamente,  también cabeza abajo, colgando del asiento trasero. Mientras tanto, los demás excursionistas ya se habían acercado y con su ayuda los sacamos con premura de ahí. Salvo algún rasguño en la cabecita del mayor, los dos nenes estaban intactos. Pero muy, muy asustados… por algo lloraban, ¿no? El resto de la historia es de imaginar: el arribo de la ambulancia y paso por la guardia del hospital local para observación de las dos criaturas, visita a la chatarrería local, trámites de rigor…  y al día siguiente ya estábamos camino de casa. Felices de seguir los cuatro juntos y gozando todos de buena salud. Lo que, en definitiva, es lo esencial.

                Lo que deseo destacar aquí es cuán feliz, inmensamente feliz, me hizo ese llanto. Fue la señal de vida de nuestros dos hijitos. Puedo decir que para mí ése fue el llanto más precioso que escuché en mi vida. Aun ahora, para mí, llanto es vida.

 Estanislao Zuzek


8 comentarios:

  1. Qué experiencia...
    me gustó mucho eso de concluir ampliando la predicación de la vida a todo llanto. Si bien ese en particular fue una muestra clara de que estaba la vida, tenés razón, ya que por menos felíz que sea un llanto, está manifestando la vida que le subyace.
    Cuántas llantos en este mes!

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  2. Estanislao: ¡qué buena frase la inicial!: "Escribir sobre el llanto es lo mismo que escribir sobre la vida" Impresionante. Así es, si llegamos entre llantos a este mundo y nos vamos también a su compás. ¡Vaya riquísima paradoja que entre llantos nos den la buena noticia de estar vivo!

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  3. Cuánto suspenso! Muy bien contado todo el episodio, muy vívido. Qué bueno que todo salió bien!!!!

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  4. Me gustó mucho la introducción al texto, Estanislao. Cómo va desarrollando la idea de lo más general a lo concreto de una situación vital, uno puede ir reconociéndose en los dos momentos.
    ¡Qué bendición el final de esa historia!
    Ya le conté que nosotros pasamos algo parecido subiendo al Chapelco y comprendo muy bien esa alegría por el regalo de la oportunidad de seguir estando juntos. Estar frente al desastre temiendo lo peor y luego comprobar que lo que uno ama sigue estando allí.
    Gracias por compartir esa experiencia. A mi me sirve para mirar con nuevos ojos a los míos. A sacudirme la "costumbre" de su presencia y volverla a pensar como un milagro.

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    1. Sí, Marisa, coincido con Ud. de que ello debe ser considerado como un milagro. Además, gracias a ese milagro ya tenemos unos nietos encantadores.

      Aprovecho para agradecer todos los demás comentarios.

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  5. El llanto es vida, nunca se me había ocurrido pensarlo así. O tal vez sí, pero me resistía por alguna razón a la idea. Tu texto, Stane, me derriba algunas de esas resistencias. Y creo que me va a ayudar a ver los llantos, propios y ajenos (pero cercanos) de otra manera. Hvala!!

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  6. Que historia...gracias a DIOS con un final feliz.
    Yo siempre relacioné el llanto con la vida, será porque el primer sonido que emitimos al nacer es un llanto, que a los alli presentes, padres, medicos etc, emociona hasta las lágrimas el milagro de la vida.

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    1. Sí, Marcela. Obviamente, sólo los que poseemos vida podemos llorar o, a la inversa: el que llora posee vida. No en vano en una de las oraciones a la Virgen se hace mención de este "valle de lágrimas" que es el mundo, lleno de desgracias y sufrimiento. En muchísimos casos ese sufrimiento es tan atroz,tan sobredimensionado que los que lo padecen, quizás, quisieran dejar de existir, simplemente para... dejar de llorar inconsolablemente. Como cristiano que digo ser, a veces me cuesta admitir que todo ello esté en los planes de la Divina Providencia. En fin, el "milagro de la vida" es, a la vez, un misterio, dónde se entrelazan dichas y desgracias, placeres y sinsabores, risas y llantos y desconsuelos... en camino hacia la Vida.

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