martes, 17 de julio de 2012

Logoterapéutico (Martín Susnik)








Canción: "Barve (Colores)" Letra, música e interpretación: Magdalena Jerman y Martín Susnik
Traducción de la letra del esloveno: al final de la entrada




“Mientras el sujeto tiene en sí su centro y sólo a sí se pertenece, aún no es propiamente él mismo. Mas cuando sale de sí y tiene en más al otro que así mismo, recibe de su mano su verdadero «yo».”
Romano Guardini



Cuando comencé a prestar un poco más de seria atención a aquella enseñanza evangélica según la cual el que ama su vida la perderá, en cambio quien la pierda la ha de encontrar (Mt 16, 25; Mc 8, 35; Jn 12, 25), debo confesar que mi respuesta no podía evitar cierta actitud de desconcierto. Por un lado, la enseñanza era completamente compatible con las cosas que en casa se educaban y se vivían, de modo que no tenía dificultades para sospechar que ahí se decía algo importante y además verdadero. Pero, a la vez, había en esa formulación algo que no cerraba. En primer lugar, siendo sincero conmigo mismo, no tenía dudas de que lo que deseaba para mi vida era ciertamente no perderla. Pero ¿se me estaba aconsejando acaso que no debía amarla para lograrlo? ¿Para encontrar lo mejor para mí tenía que no querer lo mejor para mí? ¡Caramba, pero si justamente de eso se trataba! Por amar mi vida es que quería encontrar lo mejor para ella, ¿cómo podría entonces alguien decir que para encontrar lo que uno busca tiene que dejar de buscarlo justamente? Si lo quiero encontrar se da por descontado que lo estoy buscando, de modo que la laberíntica formulación presentaba no pocas dificultades a mi comprensión. En segundo lugar, y manteniendo la sinceridad conmigo mismo, debía reconocer que no solamente buscaba lo mejor para mí, sino que estaba convencido además de que lo deseaba necesariamente, de modo inevitable. ¿Cómo evitarlo entonces? ¿Cómo iba a querer perder mi vida, si el deseo de encontrarla se manifestaba como una exigencia de la propia naturaleza? ¿Acaso podía un consejo bíblico incitarme a ir en contra de mí mismo? ¿Había que tender hacia la autoanulación? ¿Me estaban tratando de decir que tenía que negarme a mí mismo?
La idea en consecuencia no resultaba del todo convincente, no sólo por su paradojal formulación, sino por su aparente inaplicabilidad. Uno quiere lo que es lo mejor para uno, y no puede evitar quererlo, pues está arraigado a semejante ley de gravedad del alma. Y si había que dejar de quererlo para poder alcanzarlo, es porque en el fondo uno seguía queriéndolo alcanzar, o bien, alcanzarlo dejaba de tener, por dejar de quererlo, sentido alguno. La cuestión bien podía quitarme el sueño.
Y fue justamente el insomnio juvenil de aquellas épocas el que me permitió vislumbrar una posible comprensión de tan intrincada cuestión. En alguna de aquellas interminables noches, mientras la obstinación de mi cuerpo no paraba de dar vueltas y enredarse torpemente con las solitarias sábanas, la insistencia de mi mente no paraba de dar vueltas también, con la misma torpeza, en la necesidad de conciliar el sueño cuanto antes. Y ya se sabe cómo es el asunto: uno quiere dormirse, mira el reloj que avanza con inusitada celeridad, sabe que es imperioso tratar de conciliar el sueño ya, y sin embargo no hay caso. Más se empecina uno en dormirse, más lejos parece estar de alcanzarlo. Descubrí así que, en lo que respecta a dormir, no hay nada peor que centrar todos los esfuerzos en lograrlo. La paradoja era de lo más llamativa y tuve la ocurrencia de que en ella se escondía alguna suerte de secreto sobre la existencia misma pues no es éste el único caso en que la vida funciona de semejante manera. Piénsese por ejemplo en los momentos en que uno intenta obligar la inspiración creadora, o cuando tratamos de forzar una expresión que se encapricha en quedarse en la punta de la lengua, o cuando queremos apurar la comprensión de un asunto... más lo quiere imponer uno, menos parece poder darse.
Tiempo después encontré en las enseñanzas de la logoterapia algo que se relacionaba con la misteriosa cuestión. Frankl lo llama “intención paradójica” y consiste en señalar que el miedo hace que suceda lo que se teme, mientras que la hiperintención estorba y hace imposible que suceda lo que uno desea a la fuerza. Intuí que el concepto puede aplicarse también al problema planteado al principio de esta página: cuanto más se empecina uno en buscar exclusivamente lo mejor para sí mismo, más lejos está de encontrarlo; por el contrario, no parece haber mejor camino para encontrar lo mejor para uno que buscar lo mejor para el otro y centrar en ello la atención y las fuerzas. Algunas reflexiones de tiempos más cercanos, de esas que podrían venir caratuladas con el título de “memento mori”, han fortalecido la intuición. “Existimos por aquellos de cuya sonrisa y bienestar depende plenamente nuestra propia dicha” dice Einstein, y creo que tiene razón. Al fin y al cabo, lo que cuenta es que nos ocupemos en la felicidad de los que caminan a nuestro lado en esta cosa curiosa e indescifrable que es la vida. Tal vez enfocarnos en ello posibilite incluso que se torne menos indescifrable. Tal vez preocuparnos angustiosamente por nosotros mismos no conduzca a otra cosa que a una angustiante perdición. Tal vez haya que confiar en que la ocupación por la sonrisa ajena es la mejor manera, y acaso la única, de alcanzar también la propia de modo auténtico.
Me frustra, y no poco, la conciencia de saber que a pesar de la intuición aún no he hecho mucho al respecto. Pero quizás sea al menos un comienzo, una luz de vela que habrá que cuidar y fortalecer. Quizás haya encontrado en esta paradoja el lógos que para mi existencia resulte poderosamente terapéutico.

Martín Susnik

Colores 
Sé fiel a tu vocación, pinta el mundo.
Desparrama por doquier un conocimiento violeta
y sonrisas amarillas.
Dibuja un sello rojo donde haya desprecio,
viste de escarlata la paciencia,
pinta de blanco la paz.

Que la mirada de la gente sea azul (*)
para que abran los ojos en lo invisible
y que el pincel anaranjado pinte abrazos
para que se multiplique la felicidad.

Si alguna vez te sorprende el dolor,
no te apresures, espera...
La tristeza puede enseñarte unas cuantas cosas,
no temas y abre tus alas de par en par.

Tu vuelo será más alto cuando vuelvas a ponerte de pie,
tendrás las fuerzas robustecidas para pintar el mundo.

La alegría de tus días se ensanchará
cuando participes a los demás todos tus colores.

Enciéndeles una vela en la caverna
cuando allí no haya belleza solar,
y aunque aquella se derrita con el tiempo,
será como una guía para los demás...
Será camino...

(*) “moder” que significa tanto “azul” en un estilo más antiguo, como “sabio” (modrost = sabiduría

Para leer la letra esn esloveno:
: http://www.povestutrip.blogspot.com.ar/2012/04/barve.html



5 comentarios:

  1. Abrumadora tu entrada Martín. El desarrollo impecable del tema, fiel a tu estilo y luego la música, la voz, el mensaje de la letra que invita a zambullirse en el desafío de ser uno mismo hasta el final... siendo para los demás. ¿Qué ley paradojal, no? Vos has sabido ponerla en palabras y te ha resultado sencillo también llevarla a la práctica a pesar de tu confesada frustración de que no has hecho mucho al respecto. Pues ¿qué es todo esto? Pensar,escribir, hacer música, poesía, canto, sino un verdadero "don de sí"?

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  2. Qué linda música!!! me recosté en el sillón de la computadora y me fui sorprendiendo increiblemente!

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    1. Gracias a la habilidad técnica del amante de los bórgovos fefos, es que la pudiste escuchar Anqui

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  3. Martín,
    Lo que planteás acá me hizo acordar mucho a lo que escribí en Insomnio, para la I. Ese esfuerzo por quedarnos quietos es muy molesto cuando queremos estar tranquilos y por eso tu texto nos invita a, en esos casos, dejarnos llevar.

    Marisa: los bórgovos son mucho más mansos una vez que le sabés las mañas.

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  4. Me encantó tu texto. Nunca le había dado tantos vueltas a esa enseñanza, leyéndote me dí cuenta lo poco que lo había pensado. La comparación con el paso del tiempo y el dormirse es genial, si lo pensamos así se ilumina un poco la cuestión. Me hizo acordar mucho al texto de Clemencia en la J que decía que al sonreír dibujo una sonrisa en el rostro del otro "Fui feliz... al verte sonreír" Muy emocionante la música, me gustó lo de que tu vela será camino. ¿Aparte, si para ser feliz uno tienen que ser felices los demás, para ser felices ellos tiene que ser feliz uno , no? Es un círculo de felicidad que me hace pensar que seríamos bastante egoístas de ser infelices, si podemos ser felices. Le da una nueva importancia a la sonrisa de cada día.

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