domingo, 10 de junio de 2012

Kibbutz (Clemencia Campos)

http://www.repulp.es/2009_05_01_archive.html 



La ilusión, el deseo y los sueños, son los motores propios de las almas inquietas que pretenden salvar al hombre de su angustia y de su hueco existencial.
En Rayuela, en el capítulo 36, Cortázar habla del Kibbutz del deseo. Independientemente, de haber leído o no este libro, mi comentario es el siguiente: El Kibbutz podría ser bien reemplazado, a mi entender, por ese objeto de deseo que todo hombre busca incansablemente, llámese paz, tranquilidad, felicidad estable o perenne, ese “rincón elegido donde alzar la tienda final”, lo imposible, o bien, la luna de Calígula.
Todo hombre ciertamente busca su Kibbutz. Pero para buscarlo, hay que tener fe que existe. Pues de no tener fe, no se lo buscaría. Tener fe en la existencia del Kibbutz permite al hombre escoger un camino, y tomar el timón del navío para empezar a andar por insaciables mares en pos de encontrar aquél Kibbutz que quién sabe en qué maldita isla se hallará escondido, tal vez esperando ser encontrado, o tal vez esperando ser deseado, soñado…
¿Existe tal Kibbutz?
Si existe, ¿es real o sólo existe en la mente del hombre, creado por el hombre tan sólo como objeto de deseo? Es decir, ¿existe sólo porque es deseado?
Quizá, al modo de Calígula, poseemos ese inocente sentimiento profundo de la necesidad de lo imposible, porque las cosas tal como son, no satisfacen.
Quizá, estamos tan desesperados por alcanzar el Kibbutz  que nos fabriquemos uno a gusto y placer.
Quizá, ante la sed desesperada de estabilidad, nos imaginamos un objeto de felicidad, nos creemos nuestro propio cuento, y vivimos… simplemente, vivimos en la cuna de una tranquila conciencia acobijados por la irrealidad.
¿Quién no está loco?
“La esperanza, esa Palmira gorda es completamente absurda, un borborigmo sonoro, mientras que el kibbutz del deseo no tiene nada de absurdo, es un resumen eso sí bastante hermético de andar dando vueltas por ahí, de corso en corso. Kibbutz; colonia, settlement, asentamiento, rincón elegido donde alzar la tienda final, donde salir al aire de la noche con la cara lavada por el tiempo, y unirse al mundo, a la Gran Locura, a la Inmensa Burrada, abrirse a la cristalización del deseo, al encuentro. Hojo, Horacio”, hanotó Holiveira sentándose en el parapeto debajo del puente, oyendo los ronquidos de los clochards debajo de sus montones de diarios y arpilleras.


Clemencia Campos

6 comentarios:

  1. ¡Qué linda y triste Rayuela! Me gusta mucho como escribe Cortázar. Ese capítulo que decís y la morelliana del 71 estan muy en sintonía con lo que él llama "la búsqueda del Reino". Y su cuento El perseguidor... Parece que estamos todos en lo mismo. Por lo menos esperamos en buena compañía, ¿no? Digo, por tu texto y por vos Clemencia y por Cortázar. De la impaciencia de los Calígulas prefieron mantenerme alejada, (como de las cucaráchas de Angeles).
    ¡Muy buena palabra elegiste Clemencia y muy oportuna la imagen! Me gustó tu oscilar entre la búsqueda de la "maldita isla" en el mar insaciable y "la cuna de una tranquila conciencia acobijados por la irrealidad."
    Por todos lados para bien o mal aparece la Palmira gorda, con que se amasa la esencia del hombre.

    ResponderEliminar
  2. Me gustó como trataste el tema de la búsqueda por una visión causada por el deseo. Si, es lo que nos mueve, a cualquier edad, hacia adelante.

    ResponderEliminar
  3. Clemen, me encantó! Me voy a poner a pensar un ratito en mi kibbutz. Me parece que su "inencontrabilidad" es lo que lo hace tan especial, si te lo encontraras mañana, de repente, cómo seguirías viviendo?

    ResponderEliminar
  4. Hay un textito muy lindo de Birmajer, La piedra negra, que podría metaforizar el kibbuts del deseo.

    ResponderEliminar
  5. Perdon la pregunta, soy italiano y no entiendo a que se refiere cuando dice que la esperanza es una Palmira gorda. Que significa Palmira gorda?
    Manuel

    ResponderEliminar