martes, 10 de septiembre de 2013

XXXL (Dolores Castaños)


Fernando Botero, Una celebración, (Ilust. Blog)





XXXL 
(Por Lola Castaños quien reside en USA desde 2002 y trabajó de intérprete un tiempo)

Llegué a la recepción de la sección “outpatients surgery” y me dispuse a recibir a mi cliente. Esta mañana haría de intérprete en un procedimiento un poco complicado. Y Juan era el paciente. Cuando lo vi estaba desbordando dentro una silla de ruedas. Lo acompañé a registrarse y el camillero lo dejó ahí. Así que al terminar de entregar papeles y dar datos que eran entrados prolijamente en el “sistema”, tuve que ser yo quien empujara la silla hasta la puerta donde iba a ser ingresado. No soy chiquita ni débil, pero empujar la silla me costó mucho esfuerzo. Juan era enorme y doblemente obeso. Me produjo una instantánea reacción de aprehensión, asco, rechazo y más… “Jesús, que encuentre la manera de respetar a este hombre para darle el servicio de calidad que corresponde”.

Nos pusimos a conversar. Juan se disculpó por ser tan pesado y por haber sido abandonado dejándome a mi empujando la silla. Después me contó su vida entera. Abogado en su país, emigado a USA, respetado en su trabajo y enfermo de un cáncer de hígado terminal. Su hija se había “mal casado” a los 17 años, para huir del dolor de su padre y el marido la obligó a abandonar el colegio sin terminar el secundario y se la llevó a otro país. Así y todo Juan sonreía y la conversación se ponía cada vez más interesante. Su mujer no le daba respiro al teclado del telefonito ignorando nuestra presencia, pero Juan me miraba y profundizaba en nuestra conversación. No esquivaba los temas espinosos, las preguntas “indiscretas” que con cautela le hacía, ni las historias que podrían dejarlo no muy bien parado… Hablamos y hablamos y ya no veía la masa informe y gigantesca de su cuerpo, sino a Juan.

Para cuando fue recibido en el cuarto donde iba a ser intervenido ya nos sentíamos cómodos el uno con el otro. Me paré en la cabecera de la camilla para estar cerca y poder traducirle en el oído apenas hablaran los médicos. Eran tres hombres jóvenes y fuertes (¡gracias a Dios!) y tenían que sacarle líquido del abdomen. El operativo fue largo, aburrido y lento porque tuvieron que esperar pacientemente que el líquido drenara por la cánula. Llenaron 8 botellas de litro, con un líquido turbio que aumentaba la presión interna y le producía mucho dolor al pobre Juan. Con cada litro que salía él se sentía más aliviado. Teníamos tiempo y seguimos conversando…

Me fui cuando ya habían terminado, él tenía que quedarse para estabilizarse un poco, no necesitaba más a la intérprete y yo me tenía que ir a buscar a mi hijo al colegio. Caminaba por el pasillo del hospital dando gracias por haber sabido abrir el corazón para descubrir a Juan; por haber superado los prejuicios y por la lección de vida que acababa de recibir. Y recordaba lo que le había dicho al despedirme: “Juan, busque a su hija, consiga que vuelva a este país y que luche contra el ostracismo que le impone su pareja… aunque duela, ella y Ud. necesitan que ella esté acá a su lado…” No sé si hice bien, pero era lo que pensaba en ese momento.

Seguramente Juan ya dejó esta vida… espero que San Pedro le haya dado unas alas XXXGrandes… parecía ser un muy buen hombre.


Dolores Castaños


3 comentarios:

  1. ¡Qué conmovedora la historia Lola! Todo un camino de aprendizaje a la "xenofilia" de la que hablaron otras entradas. Algo que ha sido dicho como en "teoría" aquí aparece en concreto y con su inmenso poder de crear lazos que ayudan a vivir.
    Y pensándolo bien cada uno de nosotros es "distinto" ante los ojos del otro.
    Me encantó lo de las alas XXXL.

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  2. Qué linda experiencia, Lola!
    Me gustó además, que es bastante más esperanzadora tu mirada que la que yo manifesté en mi escrito. Y eso que tu protagonista usa un talle más grande todavía!

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  3. Quizá el haberme convertido de un día para otro en un xenos, me haya hecho cambiar, para siempre, la perspectiva... Es importante aprender a abrirse a los extraños, pero también on fundamentales el ansia y la necesidad de pertenecer... Lo familir, lo predecible, lo entendido y entendible... Desde lo psicológico hasta lo físico necesitamos de la familiaridad... Y también de lo nuevo y extranjero ara expandir nuestros horizontes y crecer... En mi trabajo de intérprete (que hice durante 6 mese nada más) tuve que practicar ese abrirse al otro diferente todos los días, y descubrí historias y personas increíbles que atesoro en mi memoria...

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