martes, 3 de septiembre de 2013

Éxodo o Exilio (Josep Comas)


Luis Ccosi, dibujos de Machu Picchu (ilust. blog)
http://www.yinyangperu.com/peru_historia_cultura_luis_ccosi_dibujos_machu_picchu_parte_7.htm



[Viene de “Wajyariway kunan chisi”]


En silencio, el viejo permaneció quieto hasta que U, a su espalda, abrió la boca para saludarlo. En ese momento levantó la mano en un gesto suave que hizo que U se arrepintiera de lo que estaba por hacer. No llegó a decir nada. Esperó a que el otro bajara la mano: por lo menos un cuarto de hora en el que la oscuridad se hizo casi completa. U entendió que debía saludar al hombre en su idioma.
–Rimaykullayki–dijo.
El hombre se dio vuelta y le sonrió desde la penumbra.
–¡Rimaykullayki!
Luego desapareció detrás de la casa. En seguida, U distinguió un débil resplandor y luego vio el humo que reclamaba el cielo. El viejo le gritó que se acercara.
Vio entonces el rostro del viejo quechua iluminado por el fuego, un rostro primigenio, un rostro de primer hombre. Y escuchó, sin comprender más que unas pocas frases, la historia de Manco Cápac, aquel otro primer hombre que partió desde el Titicaca en busca de tierras fértiles hasta que su vara de oro, regalo del dios Sol, se clavó en suelo cuando llegó al Valle Sagrado para marcar el lugar oportuno.
Y aún por dos años más escuchó cada noche la historia, diferente cada vez, hasta que aprendió a hablar el idioma por el poder evocador de sus palabras. Y entonces alcanzó a vislumbrar, como a tientas, que era la historia de un éxodo, de un camino de ida que abre, que da lugar. No era tanto el relato de la fundación de un imperio como la celebración del primer día, tiempo sin tiempo en el que todas las posibilidades están abiertas, en el que el horizonte es demasiado grande para la tierra que pende de él, en el que hay lugar para que advenga lo imposible. El primer día de lo originario, de lo siempre nuevo, de la vida que nace y vuelve a nacer. El camino por trazar.
−¿Qué pensás?
De nuevo esa pregunta. Ella lo miraba y a él le gustaba que lo hiciera, porque imaginaba que le regalaba un poco de la belleza de sus ojos, bañándolo como con efluvios violetas. En este nuevo primer día, después de la noche del colectivo, de la hospitalidad y de la tormenta, U se sentía sin embargo con otra plenitud. La plenitud apocatastática de quien vuelve a mecerse en brazos de su madre o de quien avista la geografía de Ítaca, de quien encuentra familiar un rostro. Él de alguna manera estaba de vuelta. Era un exiliado vuelto a su tierra.
−En si la vida es un camino de ida o de vuelta.
Quizá, pensaba U, nunca había vuelto realmente, no porque no hubiera hecho el camino de regreso, sino porque no había a dónde volver.
Ella se levantó de la cama, con toda la gracia de la desnudez, como ofreciéndole la esencia de su manifestación.
−No hay camino. Sólo caminamos en el desierto –se acercó a U, y le acaricio el cuello con el dorso de su mano. La delicadeza de su piel descubierta parecía contradecirla−. Y si sólo caminamos en el desierto, no hay ni partida incondicionada ni regreso de consuelo.
−Sos demasiado linda para decir cosas tan terribles, pequeña. Aun en el desierto, aun para el viajero errante –U la tomó de la mano y la trajo hacia su cuerpo tendido, obligándola a recostarse sobre él−, y aun para quien está perdido, queda la posibilidad de la paciencia.
−¿Esperanza? –en su sonrisa se adivinaba la burla− La esperanza es una ilusión.
−No, no la posibilidad de la esperanza, sino de la paciencia. No una espera esperanzada sino una espera desesperada, pero que saca de su propio desesperar la fuerza para resistir.
Ella acercó sus labios al oído de él. U pudo sentir la forma y el peso precioso de los dos volúmenes que se aplastaban contra su pecho.
−¿Quién sos, U? ¿Quién sos para convertir toda la experiencia del caminante en la sabiduría del peregrino? –y luego, con desesperación, se arrojó a sus labios para que él pudiera partir a fundar un imperio en el Valle Sagrado, o para que retornara al uno que será todo en todos, o para que esos labios resecos por el desierto calmaran su sed en el manantial que ella le ofrecía esa mañana.

Josep Comas 


3 comentarios:

  1. Abriendo más el juego, ¿no Josi? La historia se despliega en el tiempo, hacia el pasado... un poco más; en el espacio, hacia otras tierras; hacia universos espirituales que parecen diferentes pero tienen un punto de intersección: el amor. El amor como el lugar y el tiempo en que coinciden las coordenadas humanas. El amor el hogar del hombre.
    Me encantó.

    ResponderEliminar
  2. Qué bueno empezar a conocer cómo piensan y cómo sienten tus personajes. Parecen tan distintos y sin embargo tan afines. Me intriga qué habrá pasado todo este tiempo por la cabeza de ella, porque la de U piensa y piensa.
    Qué profundamente viven los personajes este exilio, éxodo o camino en el desierto. Y me encanta el viejo quechua, qué pueblo maravilloso!

    ResponderEliminar
  3. Josep, es increíble: tus palabras hoy me han hecho sentir como siente un varón.

    ResponderEliminar