lunes, 14 de mayo de 2012

Júbilo (P. Andrés Rambeaud)





¿Por qué no alcanzan las palabras? El diccionario dice que júbilo es una “viva alegría”. La misma palabra alegría debería alcanzar para expresar lo vivido, como si un resorte de la memoria se activara en las múltiples experiencias de nuestro crecimiento que asociamos a la alegría. No hace falta que nos expliquen la alegría, basta que nos hagan recordarla en el día en que aún niños, abrimos un regalo que resultó ser justo aquello que habíamos pedido. Alegría contenida, alegría desbordante, exultante… cada una añade un matiz de la misma y radical experiencia de la gratuidad. La alegría es más plena, es júbilo, cuando sabemos que no hemos pagado nada a cambio de conseguirla, no hubo transacción comercial que le ponga una tasa, que haga que le exijamos una satisfacción compensatoria si no nos agrada el resultado o no estamos conformes con lo invertido. ¿Será por eso que hallamos rastros de  esta alegría en momentos íntimos y a la vez simples de la vida con nuestros seres queridos (una madre o un padre que sostienen por vez primera a su recién nacido, un hijo que se siente incondicionalmente querido por sus padres)? ¿O que la asociamos a momentos de gran creatividad personal y al desarrollo de nuestras potencialidades (nuestro primer trabajo o experiencia profesional, el primer día que vivimos independientes en nuestra casa, el día que sentimos que estábamos siendo parte de algo que realmente importaba)?
Si el júbilo es una “viva alegría” lleva implícita la idea de un cierto renacer dentro de la vida misma. Las horas muertas van dando paso a la vida que irrumpe en sus aún no pensadas posibilidades. Allí podemos compartir con Heidegger que el origen no está detrás, sino delante de nosotros, acechándonos para salvarnos de la monotonía y recordarnos que toda nuestra vida es fruto mismo de la gratuidad del amor de Otro.
¿Por qué las palabras no alcanzan? Más bien, ¡Gracias al Cielo que no alcanzan! Si no, no hubiésemos tenido a la poesía. Y en pocos lugares he visto expresada la experiencia del júbilo como en este poema de pluma criolla.


Resurrección de la alegría
Ya no me acuerdo del olvido
ni de la ausencia lastimando,
sólo recuerdo tu silueta,
dulce habitante del paisaje.
Resurrección del cielo tuyo
entre mis manos y la tarde.
Ya no me acuerdo del olvido,
ando de sol con tu milagro.

Desde el amor todo regresa
como los pájaros y el alba,
resurrección, digo su nombre
y lleno el aire de campanas.
Porque el que nace a la ternura
vence a la muerte cotidiana,
abre las puertas de la vida
y lleva un niño en la mirada.

Amor que vuelve,
amor que espera,
amor que grita,
amor que nace
amor que crece.

Resurrección de la alegría,
estoy de fiesta con mi sangre.
Porque el que nace a la ternura
vence a la muerte cotidiana,
abre las puertas de la vida
y lleva un niño en la mirada.




P. Andrés Rambeaud

3 comentarios:

  1. ¡Gracias Andrés! Y Bienvenido. Un honor tenerte con nosotros en el taller. Contagia alegría tu texto.
    A mi me gusta también la reflexión de Spaeman que más que de origen habla de fundamento. El fundamento que sostiene esta siempre presente, ni atrás, ni adelante: aquí, ahora

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  2. Me encantó!!! Cuan cierto es: una viva alegría es un renacer dentro de la vida misma... y ...la vida que irrumpe en sus aún no pensadas posibilidades ... Buenisimo el poema, me hizo pensar en el amor, la ternura y la esperanza.
    GRACIAS!!

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  3. Bienvenidísimo Andrés! Comparto la idea de la felicidad como renacer, como implicando que el ser feliz es despertarse, tener una experiencia llena de sentido y abrir los ojos para darse cuenta de lo bello y bueno de la Vida. Por eso mismo me pregunto (con una honesta duda, porque a veces no parece tan claro) si la felicidad donde no interviene el ser consciente de ella es verdadera o no, o si es de menor grado.

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