domingo, 13 de mayo de 2012

Jinete (Mateo Belgrano)







Perdidos en el horizonte, los dos, por esos paisajes inhóspitos donde los hombres nunca van. (¿Qué son las tierras de los horizontes sino las que se miran desde lejos?). En los confines donde se recuesta el sol, allá van los dos, buscando algo que sólo ve el corazón por el desierto de la desazón.
La tierra era dura, seca y pocas plantas se retorcían bajo el mediodía. Pero ellos, locos, como cuerpo y alma, corrían siguiendo un aroma, un murmullo a lo lejos, un sueño que alguna vez se cruzó y prometió calmar su sed. Jinete y equino sedientos por este desierto al galope, noche y día, día y noche.
Desde potrillo soñó con verlo,  acariciarlo, escucharlo rugir alguna vez. Le dijeron que era inmenso, que nada sus ojos vieron tan colosal. Allá iba, ¿buscando qué? Un no sé qué, algo de qué atajarse, de qué aferrarse, de qué agarrarse, una respuesta, algo más que este desierto duro y seco.
Al fin, luego de la eterna jornada, el jinete desmonta y cae de rodillas. La bestia, mientras tanto, se abalanza a beber hacia el arroyo que corría por detrás. Arrodillado en la orilla ante la inmensidad del océano, intenta tomar el mar entre sus manos pero el agua se le escurre entre ellas. Sólo pudo dejar una lágrima entre las olas, ya que ni el ancho mar pudo aplacar esa insaciable sed.


Mateo Belgrano

3 comentarios:

  1. ¡Gracias Mateo! Muy linda la imagen del hombre llevado a la grupa de su deseo sin saber a dónde y nunca llegando.

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  2. Ay, ay, ay... ¿porqué tendremos siempre tanta sed?
    muy buena la alegoría Mateo!

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