http://mivueltaalmundo.com.es/?p=3047
Siempre creí que yo pertenecía al
mundo entero, y que lo lógico era viajar por todos lados, y si fuera posible,
también por otros lados: la luna, Marte, Aldebarán. Todo cambió cuando volví a Italia después de
cinco años de no ir. Desde la llegada el aire, los olores, la luz, los sonidos,
todo me hablaba de algo finalmente mío, que me pertenecía, al que pertenecía,
que me hacía entenderlo todo, que lo explicaba todo. Mis raíces. La silueta de
las montañas vistas desde las ventanas de casa
parecían las únicas montañas posibles, las únicas habilitadas a ser tales; los
sonidos que subían desde la calle eran lógicos, verdaderos, confortantes. Viví
casi tres meses de inmersión completa en ese festival de reencuentros, emociones,
recuerdos. Hasta las viejas piedras de las antiguas murallas, en las que crecen
misteriosamente unas espléndidas plantas de alcaparras, interrumpiendo el ocre del muro con su verde lozanía, me
decían “Aquí estamos, como siempre:
mineral y vegetal, antiguo y nuevo, firmeza y flexibilidad.” Mis raíces estaban
a mi alrededor, dentro de mí, en el espacio, en el tiempo, en una pertenencia
mutua ininterrumpible y sanante. No era
posible vivir lejos de ahí. Por eso, en mi retorno a Buenos Aires, durante una
entera semana no quise, no pude salir a la calle, para no ver que todo había
cambiado. Pero el primer domingo después de la vuelta salí para ir a misa,
malhumorada o por lo menos triste, cuando un canto me llamó de mi destierro.
Era Coplas del Yaraví, casi un
lamento de voces y quena, sonido norteño entrañable, que me decía con toda
claridad que yo pertenecía aquí también “Señor,
que nuestra vida sea semilla suelta por el aire, para que Tú puedas sembrarla, sembrarla donde quieras.” . ¿Hay raíces que nacen después? No tuve duda
alguna: también éstas eran mías, y yo suya, raíces nuevas, argentinas y cristianas.
María Paola Delbosco
Cómo te entiendo!!!
ResponderEliminarA mí me pasó algo muy raro.... Habiendo pasado toda mi vida con sensación de "no pertenecer", aún sin salir de mi ciudad, me fuí lejos, muy lejos, y al llagar a donde estoy me sentí en casa por primera vez! Y nunca había estado acá, pero mis raíces desnudas encontraron un suelo acogedor y rápidamente se hundieron en la profundidad... Pasaron loa años y volví a Baires, y las calles me reconocieron, la ciudad me dio la bienvenida (aunque se gente ni se enteró de mi retorno) es raro... Mi mente no lo entiende y mi corazón no termina de aceptar lo que se siente tan bien y natural.... Las raíces están muy bien en esta tierra, pero la planta se pregunta cómo es posible...
Paola, me encantó tu escrito!! Muchas gracias por abrir tu alma con nosotros...
¡Qué lindo Paola! ¡Qué lindo que te sientas un poco de aca! Porque para nosotros sos "nuestro lujo" también. Las semillas que sembrás por todos lados, siembran Italia en Argentina. Eso nos hace muy bien. No sólo semillas espirituales. También hijos y nietos que un día irán a Italia y la sentirán un poco suya también. Es un gran círculo como el de tu Nonna.
ResponderEliminarMe gustó mucho cómo describís tus queridos paisajes. Todo tu cuerpo, con sus cinco sentidos habitando a gusto ese espacio amado. "Las únicas montañas posibles"
MUY BUENO Y CARGADO DE UNA EMOTIVIDAD ESPECIAL.
ResponderEliminarME ENCANTO PAOLA.
ESTA PARTE ME GUSTO:
La silueta de las montañas vistas desde las ventanas de casa parecían las únicas montañas posibles, las únicas habilitadas a ser tales; los sonidos que subían desde la calle eran lógicos, verdaderos, confortantes. Viví casi tres meses de inmersión completa en ese festival de reencuentros, emociones, recuerdos. Hasta las viejas piedras de las antiguas murallas, en las que crecen misteriosamente unas espléndidas plantas de alcaparras, interrumpiendo el ocre del muro con su verde lozanía, me decían “Aquí estamos, como siempre: mineral y vegetal, antiguo y nuevo, firmeza y flexibilidad.” Mis raíces estaban a mi alrededor, dentro de mí, en el espacio, en el tiempo, en una pertenencia mutua ininterrumpible y sanante. No era posible vivir lejos de ahí. Por eso, en mi retorno a Buenos Aires, durante una entera semana no quise, no pude salir a la calle, para no ver que todo había cambiado. Pero el primer domingo después de la vuelta salí para ir a misa, malhumorada o por lo menos triste, cuando un canto me llamó de mi destierro. Era Coplas del Yaraví, casi un lamento de voces y quena, sonido norteño entrañable, que me decía con toda claridad que yo pertenecía aquí también “Señor, que nuestra vida sea semilla suelta por el aire, para que Tú puedas sembrarla, sembrarla donde quieras.” . ¿Hay raíces que nacen después? No tuve duda alguna: también éstas eran mías, y yo suya, raíces nuevas, argentinas y cristianas.
MAX HUNICKEN
Qué belleza de texto, Paola!! Me encantó. Y me alegra que también sientas este como tu hogar, tu país. Yo también pienso que soy ciudadana del mundo, y que lo lógico es viajar por todos lados. Y trato de hacerlo, y lo disfruto muchísimo, en muchos lugares me hubiera quedado una vida o dos. Pero no hay nada como volver a casa después de un largo viaje.
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