(Cuatro días en la Reina del Plata)
http://www.lajiribilla.co.cu/2007/n327_08/327_19.html (Ilust. Blog)
La doctora Manfredi dice
que mi tratamiento marcha bastante bien pero que a la medicación hay que
ayudarla con hábitos saludables. Ella opina que debo cambiar mi tendencia a
recluirme y a trabajar todo el tiempo (y que debo moderar ciertos apetitos
desordenados que, por pudor, dejo para otro informe). Dice que esa costumbre que
tengo de no aceptar ninguna invitación social es negativa para mi situación anímica,
todavía algo inestable, y que no debo abandonar a los amigos porque son una
fuente de bienestar. Algo dijo sobre el Síndrome del Lobo Estepario. De reojo
pude ver lo que anotaba en mi ficha: “bicho canasto”.
Conmigo la doctora la
viene pegando desde el momento mismo en que empezó a atenderme dos veces por
semana, hace catorce años, seis meses y dieciocho días. Así que en noviembre de
2012 puse manos a la obra, mandé el traje a la tintorería y me dispuse a seguir
su consejo. Nada perdería con probar unos pocos días esto de tener vida social.
Comenzaría yo a disfrutar de cocteles, inauguraciones, cumpleaños, con su
combinación de elegancia, champagne, bocaditos y gente que sonríe y sólo habla
de cosas gratas.
Miércoles 7. Quedamos con María José en encontrarnos
a las siete y media de la tarde en el Centro Cultural Recoleta para acompañar a
una amiga pintora en la inauguración de su muestra. Salí de mi oficina (Puerto
Madero Sur) a las siete menos veinte, en medio de la tormenta. Los semáforos no
funcionaban, la gente cruzaba la calle oscura agitando sus teléfonos celulares
encendidos a modo de antorcha como en los recitales, no para festejar nada sino
para evitar convertirse en un cadáver NN, al tiempo que esquivaba como podía la
basura que se había acumulado por la huelga de recolectores. Durante los cuarenta
y cinco minutos que estuve parado sobre Leandro N. Alem viendo gente desesperada
por saber cómo diablos llegaría a su casa (había problemas con los subtes y los
trenes) hasta imaginé que aparecería un ataque aéreo y que llovería Napalm. Llegué
a Recoleta a las ocho y treinta y cinco, cuando en el vernissage no quedaba ni un sanguchito. Decidimos irnos para casa,
pero camino hacia el Norte nos topamos con otra sucursal del infierno: un concierto
de Kiss en River, no sé si me
explico.
Jueves 8. Movernos fue, digamos, un poco difícil
debido a la marcha que llamaron agudamente 8-N, nombre apropiado para un
desembarco o un operativo militar de ocupación. Para tener algún respiro
decidimos con mi hijo Marcos quedarnos a comer en el centro y volver bien tarde
a casa. Por suerte, mi amigo Hugo, el dueño de “La Brigada”, me permitió dormir
un rato sobre la mesa, a pesar de lo incómodo que se sentía cuando los demás
clientes le preguntaban si yo estaba desmayado o borracho. “No, no, cansado,
nomás”, repetía Hugo.
Viernes 9. Debía estar a las ocho de la noche en
Caballito en una misa por las bodas de plata matrimoniales de unos amigos, a lo
que seguía el festejo en un restaurante de Flores. Como continuaban los cortes
de luz en toda esa zona, como muchos semáforos seguían sin funcionar desde la
tormenta del miércoles, como la Avenida Rivadavia estaba bloqueada por la
protesta de vecinos oscurecidos de la calle Senillosa, como además era viernes
a la tarde y llovía, una hora y veinte después de salir de mi oficina descubrí
que no llegaría a la misa ni para el “podemos ir en paz” (una forma de decir) y
que debía marchar directamente al restaurante, para lo cual manejé otros
cuarenta y cinco minutos hasta Flores. El sitio, lamentablemente, no contaba
con un sistema de recuperación cardiopulmonar pero los anfitriones juntaron
cuatro sillas para que yo descansara un rato (mido un metro noventa) mientras
el resto de los invitados brindaba a la salud de los esposos, y así pude juntar
fuerzas para volver a casa, a eso de las tres y media de la mañana.
Sábado 10. Por la noche se casaba en la iglesia de
San Ignacio la hija de un gran amigo. Pensaba que nada podía haber más desierto
que la zona de Plaza de Mayo un sábado por la noche, y que seguramente por una
vez en la vida podríamos llegar sin problemas a destino. Después de doblar
desde el Obelisco hacia Diagonal Norte quedamos atrapados durante cincuenta y
cinco minutos en medio de miles de autos y del más descontrolado concierto de
bocinas de que tengamos memoria. Nadie nos había indicado que la zona estaba
cercada y que habían cerrado al tránsito varias calles porque en ese mismo
momento estaba ocurriendo por allí la Marcha del Orgullo Gay, Lésbico y
Transexual. Cuando llegamos a la iglesia ya no estaban los novios (que según
supe eran heterosexuales, al menos en apariencia) y los padrinos terminaban de saludar
en el atrio. Tal vez sospecharon que no habíamos estado en la ceremonia, por la
transpiración y las caras desencajadas que traíamos después de correr ocho
cuadras desde el estacionamiento, o acaso cuando, en medio de jadeos, le dije a
mi amigo “¡qué linda estaba Florencia!”, en alusión a su hija Agustina.
Del domingo 11 no tengo mucho registro. Sólo un
vago recuerdo de la sonrisa de una enfermera que me dijo que venía a cambiar el
suero y que pronto me iría a casa, listo para continuar con la encantadora vida
social que nos ofrece esta ciudad y que los parientes que se quedaron allá en mi
pueblo nunca tendrán, pobres.
Marcelo Gobbi
BRILLANTE. ME ENCANTO:
ResponderEliminarESTA PARTE INTERESANTE, JAJAJA
Sábado 10. Por la noche se casaba en la iglesia de San Ignacio la hija de un gran amigo. Pensaba que nada podía haber más desierto que la zona de Plaza de Mayo un sábado por la noche, y que seguramente por una vez en la vida podríamos llegar sin problemas a destino. Después de doblar desde el Obelisco hacia Diagonal Norte quedamos atrapados durante cincuenta y cinco minutos en medio de miles de autos y del más descontrolado concierto de bocinas de que tengamos memoria. Nadie nos había indicado que la zona estaba cercada y que habían cerrado al tránsito varias calles porque en ese mismo momento estaba ocurriendo por allí la Marcha del Orgullo Gay, Lésbico y Transexual. Cuando llegamos a la iglesia ya no estaban los novios (que según supe eran heterosexuales, al menos en apariencia) y los padrinos terminaban de saludar en el atrio. Tal vez sospecharon que no habíamos estado en la ceremonia, por la transpiración y las caras desencajadas que traíamos después de correr ocho cuadras desde el estacionamiento, o acaso cuando, en medio de jadeos, le dije a mi amigo “¡qué linda estaba Florencia!”, en alusión a su hija Agustina.
MAX HUNICKEN
Toda la historia me parece encantadora, divertidísima y terriblemente real. Por eso, cada vez que voy a BsAs me convenzo más sobre mi decisión de vivir acá.
EliminarGracias, Marcelo!!!
Yo quiero saber mas de esos apetitos desordenados que decís al principio...
ResponderEliminarQue después de esas jornadas se deben de haber recrudecido
Tendré que revisar el cuaderno de la Dra Manfredi.
Magistralmente divertido, como siempre!! Ahora te imagino queriendo salir a caminar lo más pancho por Puerto Madero hasta que se te encima la nube tóxica jaja.
ResponderEliminarMarcelo, como siempre muy divertido leerte. Al parecer tus hábitos sociales los seguiste desarrollando porque tuvimos el placer de conocerte en la presentación del libro de Marisa. (Estaría bueno saber si esa tarde de lluvia pasó algo interesante de contar, igual no te quedaste para la foto) Bueno, el 20 de abril tenés otra oportunidad para aceptar una invitación social y comenzar a construir esa fuente de bienestar que dice la Dra. Manfredi.
ResponderEliminarGracias, chicos. La introducción psiquiátrica es falsa y hay algo de cotillón en la forma de presentar los hechos, pero lo "fáctico" que nos pasó durante esos tres días es absolutamente real. abrazos y nos vemos a tomar la leche en lo de MM.
ResponderEliminarMarcelo G.
Muy divertido Marcelo.
ResponderEliminarSe disfrutan mucho tus escritos.
Esperemos que el 20-A no sea un día con un final trágico para vos.
José Manuel.
Marcelo, BUENÍSIMO!!!! Me hiciste reír un montón, menos mal que el humor nos ayuda a sobrevivir las situaciones delirantes e increíbles de la vida cotidiana. gracias
ResponderEliminarJajaja, ¡sublime Marcelo! Marisa sabe lo mucho que disfruto de esta manera tragicómica de narrar las cómicas tragedias. ¡Gracias! Voy a recordar tu texto mañana, cuando a las 6.30 esté atascado en Puente La Noria.
ResponderEliminarOh por Dios, me estresé solo de leerlo y recien son las 10.30 AM !! Qué realismo literario Marcelo.
ResponderEliminarSí Marcelo, ocurrió en Buenos Aires, la Reina del Plata. Algo devaluada después de tantos siglos. Hoy diría que es una simple dama de compañía. Excelente la descripción de las situaciones que viviste, tan hilarantes.
ResponderEliminarOscar