http://periodismomisterio.blogspot.com.ar/2011/10/los-neutrinos-se-enfrentan-la-teoria-de.html
Cuando de niño escuché hablar por primera vez de la teoría de la
relatividad me imaginé que debía tratarse de un asunto sumamente complicado,
difícil o incluso imposible de explicar. Me imaginé pizarras colmadas de
fórmulas impenetrables hasta sus más angulares extremos y páginas de ecuaciones
ininteligibles con no pocas tachaduras y correcciones. Cuál no habría de ser mi
sorpresa, e incluso desengaño, al anoticiarme de que la teoría de la
relatividad se expresaba en la brevedad quasi-cómica de la fórmula E=mc2.
¡Tanto lío para eso!
Intuía, claro está, que detrás de esa fórmula simple habría un
enjambre de complejas cuestiones y enrevesados razonamientos, y que para
arribar a esa conclusión hubo que escudriñar laberintos de alto rigor y
obscuridad científica. Pero me recuerdo cuando niño y vuelvo sobre la citada
fórmula, y vuelve a sorprenderme su simplicidad.
¿No era más o menos también así cuando en el colegio nos tocaba hacer
algunos ejercicios matemáticos de cierta complejidad? Enunciados, pasos a
seguir, simplificaciones, distribuciones, búsqueda de factores comunes… pero,
al final, si el enredado recorrido era transitado con éxito, se dejaba ver bajo
una aireada luz “el resultado” – y el resultado era, finalmente, algo simple.
La vida no es una cuestión matemática, lo sé, pero en este aspecto me
resulta análoga. En determinados momentos, que en verdad son muy pocos pero me
parecen los más luminosos, de repente la cuestión se manifiesta increíblemente simple. Y bien digo “de repente”, pues
es algo que sucede en la intransitoriedad de un instante, aunque para llegar a
ello hiciera falta atravesar un trabajoso y prolongado trayecto, al igual que
en algunas ecuaciones matemáticas. De
repente, después de razonar, de meditar, de preguntar, hipotetizar,
objetar, de hurgar entre media sombras, se enciende la luz de una respuesta,
que uno logra divisar en una curiosa intuición instantánea. En esos extraños
momentos me parece ver que las cosas, en el fondo, son llamativamente simples;
que es simple la cuestión del sentido de la vida, que es simple el asunto del
amor y el de la muerte, que es simple la respuesta a la pregunta sobre el
origen y el destino de todas las cosas. Tan simples se manifiestan en esas
(pocas) oportunidades, que hasta creo ver que a todos esos interrogantes se
podría contestar con una única y simple respuesta. Tan simple que nuestro
complejo lenguaje no lograría expresarla.
Algunos querrán tildarme de simplista; créanme que no es así. No me
falta talento para complicar las cosas, para empantanarme en esos asuntos y
otros similares, para perderme en embrollos – a veces con el alma, a veces con
el cuerpo – y para perder el rumbo en asfixiantes complejidades. Que la
cuestión en sí misma sea simple no significa que sea simple para mí. Por el
contrario, lo más simple es lo que me resulta más complejo, tal es mi capacidad
para enredarme. Si se me tilda de simplista es porque no se me ha comprendido
bien, y eso a su vez se debe a que seguramente soy yo el que no logra
expresarse con simplicidad. ¿Ven qué fácil complicamos las cosas?
Pero no abandono la idea: en su núcleo íntimo las cosas han de ser
increíble e inefablemente simples. Es una idea que me persigue hace ya unos
años, o mejor dicho, quizás soy yo el que la persigo, con éxitos apenas
esporádicos.
Me gustó tu texto! Al principio pensé que sólo ibas a hablar de ecuaciones, que me encanta! Es esa sensación de tener algo bajo control, solucionarlo es un momento de alegría inmensa, al menos para mí que casi nunca llego al resultado (el año pasado inverti horas y horas y hojas y hojas tratando de solucionar el teorema de Fermat con mis escasos conocimientos matemáticos). Y como decís, en la vida esos momentos de ver que los problemas son simples y claros,y las cuestiones complicados no son tales, sino que simplemente son. Esos momentos son escasos pero se experimenta esa felicidad de 'lo tengo!' que se pierde ante la próxima ecuación de la vida...
ResponderEliminarIgual, sin tildarte de simplista, está buena esa simplicidad porque quizás, muy probablemente sí sea así. Marisa nos dio un texto el año pasado que creo que Lewis decía que seguramente nuestras preguntas sobre el Mal sean en el fondo, o para Dios, como preguntar si el amarillo es cuadrado o redondo. El hablaba del Mal, pero quizás lo podemos aplicar a la vida en general, a la existencia. Seguramente sea tan pero tan simple que lo que estemos haciendo cuando nos preguntamos y complicamos sobre la vida sea estar preguntandonos: ¿es verde el teorema? ¿es cuadrado el amarillo?
Martín, creo que la referencia al E=MC2, grafica muy bien que tan arduo puede ser alcanzar la simplicidad de la vida. Es más decir "de la vida" ya es complejo a pesar de sus escasas letras. "Vida" implica todo y todo desde la posición del que está en el laberinto no es simple. Fácil, si es que lo vemos desde arriba, complejo si lo tenemos que transitar.
ResponderEliminarSiempre me gustó esa frase de Marechal (creo) que dice "De todo laberinto se sale por arriba". La formulación es simple, la ejecución demanda más que solamente unos buenos brazos y piernas para trepar las paredes.
Martín... Qo 7,29 pero no cualquier traducción, buscate la de la Biblia de Jerusalén.
ResponderEliminar"Mira, sólo esto descubrí: Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complicó con tantos razonamientos."
ResponderEliminarGracias Gabriel (vos también la complicaste con tu mensaje cifrado, jajaja. Pero soy muy curiosa y tengo la BJ)
Martín, creo que habla el músico que sos. Para vos la complejidad de una melodía se traduce en una armonía que te resulta fácil de "visualizar".
Probablemente sea así como vos decís o haya sido así en algún momento y vuelva a serlo en otro. Evidentemente algo pasó que complicó las cosas. Cuando yo empecé a vivir ya estaban bien compicadas...
Quizás al final de los tiempos alcancen la sencillez de su figura. Y el enigma halle su resolución simple como en un gesto. Como cuando nos basta expresar un inmenso amor con abrazo o un beso.