Se disipó todo,
la gota de rocío lo esfumó y nos dejó a oscuras. Hago fuerza con los párpados,
como si ayudara a ordenar todo lo que me ataca al despertar. Un silbido marca
las 8:00 am, pero me digo diez minutos más. Cierro los ojos para despertar,
pero duermo para volver a un lugar del que no me puedo acordar.
Y los diez se
hicieron quince. Creo que mejor será sacrificar la ducha, si en el fondo no
vale la pena esta lucha, valen más diez minutos más. Más de dormir, más de
nada. La luz me ciega, y los diez se hicieron quince, pero en fin, no hace
falta desayuno. Nunca fui un rey en el fondo.
Y los diez se
hicieron veinte. Llegaré tarde a trabajar. ¿Qué le hace una mancha más al
tigre? Preferible aguantarme al patrón, que levantar ahora este peso
inaguantable.
Ya no hace
falta abrir los ojos para saber que los diez se hicieron treinta y que no voy a
ir a trabajar. ¿Y si llamo y digo que estoy enfermo? El teléfono está tan
lejos, me tendría que levantar.
Mis párpados me
apagan, ya no hay nada. Ya no se cuanto se hicieron cuanto, pero el almuerzo
fue olvidado. La mañana se hizo la tarde entre las idas y venidas a las
sábanas. Ni el hambre pudo despertarme. Y como llegó la tarde, llegó la noche,
para que luego llegue la mañana.
Llegó un día en
que se acabaron las pilas del despertador y así no supe más que era noche y que
era mañana. Ya no hay nada, solo sueño. ¿Qué sueño? Creo recordar un
despertador y una mañana.
Mateo Belgrano
MUY BUENO MATEO, YA NO ES LA PRIMERA VEZ, QUE ME GUSTA LO QUE LEO DE VOS.
ResponderEliminarESTA PARTE ME GUSTO MAS:
Mis párpados me apagan, ya no hay nada. Ya no se cuanto se hicieron cuanto, pero el almuerzo fue olvidado. La mañana se hizo la tarde entre las idas y venidas a las sábanas. Ni el hambre pudo despertarme. Y como llegó la tarde, llegó la noche, para que luego llegue la mañana.
MAX HUNICKEN
Muy bueno Mateo, parece la contracara del argumento de Aristóteles contra los escépticos. La verdad que desde cierta perspectiva poner todo entre parentesis y medir su poca importancia, nos llevaría a la "inacción" (Aristóteles) o en tus palabras a no levantarnos más. El desayuno, la ducha, el trabajo, la tranquilidad de que no nos recriminen nada, todo parece sucumbir al valor de ese lugar de sueños donde todo desaparece. Ahora... tampoco tu personaje disfruta especialmente estar haciendo fiaca tirado en la cama, lo suyo parte de la pura negación de fuerzas para romper la inercia horizontal. Da para analizar mucho!
ResponderEliminarMe imagino a vos en esa situación, y de pronto pensando "Uuuuy, esto lo tengo que escribir, pero... ¡qué fiaca levantarme para buscar la birome y el papel!"
ResponderEliminarJajajajaja me sentí muy identificado, sobre todo en la primera parte, negociando con el día a ver quién le saca tiempo a quién.
Jjaja gracias max!! Gracias Angeles, nunca se me hubiese ocurrido relacionarlo con Aristóteles y Guillo...fue exactamente así, salvo que después de un rato me levanté y lo escribí.
ResponderEliminar¡Ahora me explico tantas cosas! Lo de "quedarte dormido" el sábado no ha sido una excepción, ja.
ResponderEliminarMe gustó la interpretación escéptica de Ángeles, aunque sigue habiendo una opción que refutaría el escepticismo.
Quizás el exceso de activismo y estímulos epidérmicos a que estamos sometidos traigan como contrapartida esta especie de hartazgo que suena en tus párrafos, Mateo. Una resistencia primitiva (biológica, inconciente, aún no deliberada) frente al estado de sacudón en que se ha convertido la existencia.
Me gustó cómo lo relatas. Me llega esa situación de letargo pesado y soporífero.
Me sentí muy identificada! Lo que cuesta levantarse de la cama!!
ResponderEliminarMuchas veces me encontré pensando que no sabía si me costaba tanto por el hecho mismo, del sueño, cansancio, etc. o si era, como le pasa a tu personaje, que las cosas por las que nos levantamos todos los días no nos atraen lo suficiente, no nos interesan como para que valga la pena levantarse...