Cabo Sunion, Templo a Poseidón
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En griego,
xenos quiere decir extraño.
Mi conocimiento
del griego termina ahí nomás.
Pero esta
palabra, de pronto, me atrajo…
¿Mis recuerdos
de aquella visita a la Acrópolis?
¿La emoción,
una vez más reiterada, de ver la realidad de todas esas imágenes halladas en
mis libros de juventud que tan profundas
huellas dejaron en mí?
Imágenes
dormidas que, de pronto, despertaron ante el Pórtico de las Cariátides, los
restos aún estremecedores del Partenón, las ruinas del templo de Poseidón en la
cima del cabo Sunion, sumergidas, invadidas, deleitándose aun con su baño de
siglos en la luz del Egeo.
Xenos.
Extraño.
Tiene que ver
con mi historia:
La sensación de
ser un extraño, al salir de la niñez.
La sorpresa, el
miedo al percibirme de pronto, a la vuelta de un día, diferente a los demás.
Mi familia era
como tantas otras. Mi aspecto era el de tantos otros. Pero no me sentía igual.
Ni siquiera semejante.
Eran los años
40. Huí de esa angustia refugiándome en mis fantasías secretas, en una larga
historia que iba inventando como en episodios, en momentos en que me aislaba de
la realidad y me imaginaba como héroe de las historias de guerra que veía en el
cine.
Traté de ser un
buen alumno y eso me ayudó a ir abriéndome a la realidad, pero mis intereses
siguieron siendo diferentes a los de mis compañeros. Nunca me aficioné a ningún
deporte, nunca aprendí a bailar bien, nunca me les animé a las chicas. Tuve
pocos y muy selectos amigos.
Todo esto creó
en mí la sensación de ser alguien diferente,
un extraño. Alguien que estaba
afuera, en un afuera impreciso, inasible, indescriptible.
Un afuera de
cuya existencia solo yo sabía, pero muy poco.
Quizá lo único
cierto era esa desazón que me invadía,
al entrar a algo, pensando que iba a ser rechazado.
Pudo haber
ocurrido alguna vez. Pero en general no y fui aprendiendo las astucias del
entrar.
Seguí
explorando mi zigzagueante sendero.
Con azares,
trabajos y penas.
Con audacias y
pocas glorias.
Sin olvidar lo
que siente el extraño.
El que no es de
acá.
El diferente.
14 al 19 de
Agosto, 2013. En casa. Una inmersión en el pasado lejano.
Jorge Oscar Marticorena
Aparece otra cara tuya Jorge, tus versos a menudo en sintonía con la vida ahora la miran como "detrás de un vidrio oscuro". No queriendo zambullirse en nada o en nadie, no terminándose de identificar con algo o alguien que nos incite a dar un primer paso.
ResponderEliminarTransmitís muy bien esa sensación de "ajenidad". De estar en un "afuera" que tampoco nos termina de ser familiar.
Fui exactamente así. Luego busqué, intuitivamente, cómo ser otro. Una vez más, se me ocurre la metáfora del sendero que se va descubriendo. De la ajenidad cautelosa pasé al gusto actual por los desafíos que voy seleccionando. A esta cierta inquietud de fondo por ver lo que hay detrás del vidrio oscuro. Qué metáfora esta de Bergman!
EliminarCreo que al haber aprendido "las astucias del entrar" es lo que te hace ser hoy un tipo tan agradable! Y no digo "entrador" que es lo que hace que alguien sea principalmente bien aceptado al principio independientemente de cómo sea después. Esa mezcla de constancia, cortesía y amabilidad desinteresada debe ser el fruto de tus primeras sensaciones. Seguramente valieron la pena los sinsabores y sufrimientos. Muy linda la foto!!!
ResponderEliminarExtraño, ajeno, y a la vez, "las astucias del entrar".Me hizo en pensar en "xenos" que significa 'extranjero' y también 'huésped' -huésped con el que uno se comprometía a una hospitalidad recíproca bajo la protección de Zeus. Esta visión del extranjero como un enviado también me parece extraña y misteriosa. Me gustó cómo expresaste la desazón del vivirse 'ajeno', descripción que ya parece integrada a un sendero nuevo.
EliminarAngeles: Sí. Siento que ha sido tal como lo describís
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