miércoles, 4 de septiembre de 2013

Experiencia, la vieja historia (Mateo Santillán)





A mis nietos:    
Tengo la certeza de que todo hombre que se descubre frente a la inminencia de la muerte necesita dedicar un momento de su tiempo a dejar por escrito sus memorias, sean largas, sean cortas. Es una idea que nació en mí hace algún tiempo, cuando con ustedes celebré mis ochenta años de vida. En ese momento nació como un soplo suave en mi corazón pero que hoy se agita  y me llena de impulso en forma de conciencia de un deber, de una deuda que tengo que saldar.
        No puedo dejar de recordar en este momento a aquellos que no pueden transmitir  como yo su experiencia, muchos amigos  a los que la enfermedad privó de este tesoro. Tantos que tanto aprendieron pero perdieron el poder de enseñar. Y en honor a ellos hoy me siento a recordar que puede llegar a significar volver a padecer.
          Fue en la delicada vida que aún vivo donde los vivos me enseñaron lo que sé, donde me forjé como soy. Tuve amigos fieles que conocí bien y si bien la vida nos llevó a su capricho por experiencias distintas, tuvimos el valor de permanecer. Miren al costado, vean que el que camina con ustedes no está caminando con otro. Vivimos sobre el segundero de un reloj que nos pertenece  y son muchas las vueltas que eché a perder. Probablemente no lo entiendan y ya lo hayan escuchado pero el segundero no va para atrás. Muchas veces pensé en lo lindo que hubiese sido ser de otra época, vivir otros tiempos. Y recién ahora me doy cuenta de que en esos tiempos no existían los que hoy existen, los que pelearon conmigo hombro a hombro este camino. Los veo a ustedes y mi alma se ensancha, volviendo a sangrar las heridas que creía cerradas. Cada uno de sus actos sin excepción (en especial los hechos a consciencia) tiene efectos impensables en el vivir de cada uno.  Son muchas ideas y espero que llegue a transmitírselas bien algún día.
           Se me vienen a la memoria esas imágenes que nunca se aprenden pero siempre se saben, que son las más valiosas por estar escritas en la sangre del hombre. Hay un árbol y cada una de sus hojas trabaja día y noche para producir el fruto. Y éste pertenece al árbol y la historia de cada hoja es parte esencial de la historia del fruto. Sepan que todos pertenecemos a éste árbol y que si se escribiera la historia de cada hoja “pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran”.
          Y para aquel de ustedes que aún tenga ganas de conocer la historia de esta hoja, les cuento mi vida que, como verán más abajo aún resquebrajada siempre fue alumbrada por el Sol y recibió mucho de la tierra…

Mateo Santillán

1 comentario:

  1. Otra vez Mateo, te ponés en la piel de alguien mayor para transmitir algún saber. Es un lindo recurso

    Comparto esa idea acerca de que todos somos un aspecto protagónico de la trama de una historia que nos excede ampliamente y que sería diferente sin nosotros. Volver a esa idea me ubica: ni soy el centro ni estoy demás.

    ¡Qué linda la música que elegiste!

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