Lydia Zubizarreta
"A su manera floreció en primavera" Toma digital del original.
“Yavé me llamó desde el vientre de mi madre, conoció mi nombre desde antes de que naciera”
Isaías 49
¿Quién no desea ser
original? ¿Quién o quiénes deciden si lo
somos? ¿Acaso, los otros? ¿Esos otros que en tan alta consideración
tenemos? ¿Ese grupo, de identidad
indefinida, que a veces toma el rostro de una persona y a veces el de otra e
incluso puede tomar el mío para desde allí observar y evaluarme? ¿Cuántas veces me he preocupado de la
originalidad y cuántas de la aceptación del entorno?
No hace mucho, mi amiga Sandy
dijo que la vida era un largo proceso de aceptación de sí mismo. Si es así, y
yo creo que lo es, lo primero es conocerse.
Pues ¿qué valor tiene aceptar aquello que no se conoce? Es imprescindible volver al origen, al
“conócete a ti mismo”. Asignatura
siempre pendiente, postergada las más de las veces a pesar de que vamos
aprendiendo tantas cosas en la vida.
¿Cuándo podemos decir que sabemos
algo sobre nosotros mismos, en realidad?
Recuerdo que al finalizar el estudio secundario y a pesar de haber sido
buena estudiante, le dije a mi padre, con mucha impertinencia, que me sentía
analfabeta en áreas, para mí importantes, como el arte. Ahora sé que tampoco
sabía de otras cuestiones más cercanas.
¿Qué conocemos de nuestro
cuerpo? Al llegar a la adolescencia lo
vemos casi exclusivamente en función de “me gusta o no me gusta”. ¿Estamos mejor instruidos con respecto a
nuestra mente? ¿Vemos hacia dónde
estamos orientados? ¿Dejamos que
nuestros talentos nos señalen un sentido?
¿Respetamos nuestros sentimientos?
O ¿postergamos estos cuestionamientos para seguir un camino marcado por
los otros? Imaginé un bosque de árboles
idénticos, con ramas que crecían de igual tamaño y forma, todas alineadas. Al instante siguiente visualicé los desfiles
delante del palco de Hitler.
Origen, palabra latina de la
misma raíz que oriente, indica nacimiento. Nuestro origen es creación por
amor. El ser original puede llegar a no
ser, se trata de una posibilidad: no hay original y copia. El famoso “to be or not to be” de Hamlet
¿quién no la ha vivido?
Los amigos, los seres con quienes
podemos compartir una experiencia, a quienes podemos abrir el corazón, en
quienes podemos confiar, las personas a quienes admiramos, son para nosotros
importantes, van dejando en nosotros huellas reconocibles. Nosotros mismos estando en paz y en silencio,
en contacto profundo, en oración, creamos huella. Dice Machado: se hace camino al andar. El misterio de la vida nos va dando la forma
original. Va surgiendo en cada uno si se
le permite. A su debido tiempo, que no
es el mismo en todos.
Lydia Zubizarreta
Tuve un profesor que siempre nos hacía reflexionar sobre la inmensa diversidad de los seres. "¡Fíjese, no solo no hay una persona igual a otra, ni siquiera hay una hoja de árbol igual a otra" Y uno se maravillaba de solo pensar en esa multiplicidad inabarcable de los seres creados.
ResponderEliminarEso me hizo pensar tu reflexión: no hay que esforzarse por ser original porque no podemos no serlo. Como dice Isaias, es un designio divino.
Los testimonios de los místicos también afirman que se sienten amados por Dios como su fueran únicos para Él. Me gusta pensar que sea así. Que eso sea cierto.
¡Gracias Lydia!
Me quedé pensando, Lydia, en eso el largo proceso de aceptación a sí mismo que es la vida. Uno cuando lo piensa o lo ha escuchado en diversas charlas o conversaciones, supone que esa aceptación es una sola vez y para siempre. Pero con esto que te decía tu amiga Sandy, esta aceptación es siempre y muchas veces, novedosa y exige como un esfuerzo. Como si nunca llegara a la plenitud esa virtud. Pero creo que ahí está la esencia de vivir. No sabernos llegados nunca.
ResponderEliminarGracias, Marisa, gracias, Héctor!
ResponderEliminarFeliz Navidad! Tratemos de tener un festejo original, siendo quien uno es y no lo que los demás esperan que seamos.