Opas (Clemencia Campos)

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Cuando los opas duermen a nadie molestan.

Los opas son como los duendes. Están, sin hacerse notar. Si nunca viste uno es porque su naturaleza es NO HACERSE VER. Pero los opas son así. Son pellizcones en el brazo, son los molestos paraguas rotos. Son huevos sin yemas. Son los opas.

¿Qué sería el mundo sin los opas?

Un mundo sin decoración. Extrañaríamos ver a los opas mojándose sus pies inflados resbalándose con una baldosa floja.

Los opas barren las veredas cuando se caen por culpa de las ordenadas hormigas en fila.

Opiamente, un opa usa pantuflas de conejo, bien peludas, a los 25 años.

¡Qué opas los opas que comen sopa! Se tragan las “eses” y sin disimulo.

Los opas son inútiles; y sus pies, son oposos y gordos.

Siempre están opeando. Duermen, y duermen, y duermen y …zzzzzzzz. ¡Se durmió! Shhh…

No lo molestes a Don Opito. El es vabagundo y dormilón. Duerme cercano a la pulga que se hospeda en mi perro en una casucha donde hace fresco.

Pero los opas también tienen sindicato. Y los opas, también tienen un himno, y Don Opito con un moño en el cuello, en mis sueños una noche me lo cantó:

Los opas pateamos a los patos.

Ojo con los opas que opados somos.

Opan, bailan, y opinan sin saber.

Suelen opuntar con su opito a un opal

Y son hábiles para opar.

Lo sacuden y lo opan de odio.

Opados son los opas,

¡Ojo con los opas!

Pues somos aburridos,

Somos opontos,

Pero somos opusinos.

Opante y galopante, el opa tomó su caballo, y le dio órdenes a Sancho Panza de que lo siguiera. Se creía Don Quijote, aunque sin su opulcinea.

 Clemencia Campos