BODOQUIN VOLADOR, Papel maché y técnica mixta.- 2012 - Irena Zuzek
Ojos,
ojos, ojos… ¡por doquier! Ojos de mi esposa, hijos, vecinos, amigos, gente de
paso en negocios o en la calle o en el transporte público; de ancianos,
adolescentes, gente madura, infantes y niños y desahuciados; de mujeres y
varones; de famosos y los de “don nadies” – de esos que, al cruzársenos dónde
sea, bajamos la vista para… no verlos en su miseria y que, quizás, ello termine
reprochándonos nuestro modo de vida.
Ojos, ojos, ojos… ¡por doquier! Ésos que
rebosan de alegría, felicidad, esperanza
y ganas de vivir. Aquéllos que manifiestan angustia, tristeza, pesar,
preocupaciones, sufrimientos, desgracias…, de ésas que nadie les sabe encontrar
justificación ni sentido; o, también, que no se las quiera encontrar. Esos
otros que rezuman rencores y odios, despechos y sentimientos de envidia y
venganza; sí de ésos, con “la sangre en los ojos” – que causan escalofríos…
Aquellos otros ojos, perdidos e inexpresivos, como que no trasuntaran nunca
sentimientos ni emociones… son los ojos mudos - por apagados – carentes de vida
de los que la transitan “porque así se dio, largados al mundo nomás”.
Ojos,
ojos, ojos… ¡por doquier! Curiosos, observadores, de asombro, escrutadores, …
de los que buscan la verdad y sentido a las cosas; pero también los
inquisidores, que laceran y ejercen violencia en procura de información. Ojos
de aceptación, humildes y llanos, crédulos. Ojos de rechazo, repugnancia, de
recelo, de miedo y de horror. Ojos de autosuficiencia, de soberbia, de
impudicia del poder ejercido en exclusivo beneficio propio. ¡Oh, sí!: Ojos
iluminados por los pecados capitales que, naturalmente, nos mueven a condenar,
¿no? Pero, ¡ojo!, con la pajita en el ojo ajeno. No sea que otros ojos vean en
el nuestro… alguna viga.
Ojos de
enamoramiento, de pasión – ciega, por cierto y que arrastra… Ojos de amor. Pero
sobretodo ojos de ese amor incondicional, profundo y por siempre: conyugal,
maternal – paternal - filial, fraternal; entre amigos o simplemente hacia el
prójimo por ser persona, criatura de Dios. Ésos son los ojos pacientes, tolerantes
y serenos, que transmiten paz.
Ojos
extasiados, místicos, soñadores, visionarios… Ojos orientados hacia la visión
interior, hacia la belleza íntima del ser y su infinita profundidad. Ojos que
trascienden lo físico y lo temporal – iluminados por la eternidad… en procura
de la dimensión esencial de todo lo existente.
Y ¿por qué
no?: Ojos de mascotas, que nos son tan fieles y que tanto dependen de nosotros
y que, como solemos decir, ‘sólo les falta hablar’. Análogamente, los de todo
otro ‘bicho que camina’, repte, vuele o nade. Todos ellos tienen algo para
decirnos – si es que nosotros ‘los reyes de la creación’ condescendemos a leer
sus ojos.
Unos
ojos. Un rostro. Una persona – una vida, una existencia; real o figurada,
imaginaria. Un ser único – irrepetible. Un alma singular - que habita este
mundo de multitudes fluyendo por las calles y avenidas, viajando en colectivos
y subtes o en autos, en tiendas y restaurantes, plazas, boliches… Mirando su
fluir, aunque sea parado en una esquina, en cada momento yo trataba de ver a
‘la persona’ en particular - su expresión, sus ojos – para intuir su estado de
ánimo, sentimientos, y si fuera posible: (com)padecer con la misma. Esas visiones
solían ser fugaces, acorde al ritmo alienante del transitar urbano: todos
ensimismados, ‘en piloto automático’, tratando de esquivar esos semovientes
bultos humanos - sin rostro - que se les venían encima y sus ojos,
despersonalizados, más bien parecían
enfocados al infinito y al vacío cual objetivos de cámaras robot. Sólo de vez
en cuando detectaba ojos con destellos de interés por algo o alguien y,
naturalmente, el distinto andar de su portador. El reino del anonimato… de los
sin rostro, de ojos inexpresivos y disueltos en la masa pública. ¿Esos rostros,
cuando se reintegren a la intimidad de su ámbito privado, hogareño, en el
‘ojo-a-ojo’ cotidiano, reaparecerán como personas? Quiero creer que sí.
Personas.
Ojos
que nos hablan. Ojos a los que con la mirada de nuestros ojos hablamos y compartimos la existencia. Ojos que, en su inmensa totalidad,
nos comprometen a la real y profunda dimensión de ésta, la tan misteriosa vida.
Sí, ¡todos los ojos!
Estanislao Zuzek
Te salió una veta más poética que lo normal, Estanislao. Muy lindo. Ese recorrido tan minucioso en un momento me dio como pánico... tantos ojos y ojos y ojos... pero tu final es, por suerte, bien tranquilizador.
ResponderEliminarJa! ya conocía al Bodoquín Volador de Irena!!! Me encantó encontrarlo tan simpáticamente acompañándonos en el blog!
Angeles, gracias por el comentario. Me gustaría saber, cómo ubicaste en internet al Bodoquin?
EliminarY... tengo mis contactos...
Eliminarno, en realidad, cuando Irena lo hizo lo mandó a un grupo por mail en la que estoy incluida. Ahí lo conocí!
Gracias, Angeles! Está satisfecha mi curiosidad...
Eliminar¡Muy lindo Estanislao! Tiene mucho ritmo su escrito. Y me pasó como a Ángeles, me sentí rodeada de ojos como en medio de un torbellino. ¡Una invasión!¡De todos los tipos!
ResponderEliminar¿Sabía que la palabra ofthalmós (no sé si esta bien la transliteración) del griego antiguo significa tanto ojo como rostro? En su texto también pasa de lo uno a lo otro con mucha naturalidad.
Precioso ese bichito que hizo su hija. Muy alegre.
¿Qué significa Bodoquín?
Marisa, no conocía esa dualidad del significado de 'ofthalmos'. ¡Gracias! A medida que iba redactando el texto me iba dando cuenta que el ojo - los ojos - es un conjunto que, evidentemente, está basado esencialmente en el "globo ocular" propiamente dicho; pero su expresividad está ligada inseparablemente a los órganos que lo rodean. Y, éstos, a su vez, son parte integrante de la cara. Por consiguiente, lo que uno percibe es la expresión de toda la cara y, a mi parecer, lo que uno registra es la imagen que se formó de los ojos en función de ese contexto que es (toda)la cara. Por lo tanto, el pasaje de 'los ojos' a la cara y viceversa, me parece lo más natural. Al fin de cuentas, son dos facetas de la misma manifestación del corazón; al estilo de la conocida frase popular dada vuelta: corazón que siente lo muestra a través de los ojos - o sea, del semblante, unido a sonidos (gritos, risas, llantos, imprecaciones...), gestos e incluso la postura corporal propia del momento. Y lo que yo suelo retener en primerísimo lugar de la memoria: ésos ojos - que contienen en sí todo su contexto vivencial que mi mirada captó. 'Bodoquín' es una síntesis de bodoque y adoquín
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