(Ilustración de la Fábula de la Lechera y el Cántaro; Autor desconocido tomando
dé :
“O lo uno o lo otro”, repetía
ella sin cesar, “no se pueden las dos cosas”. “¿Por qué no?” Se contestaba otra
vez. Y seguía preguntándose, ¿qué camino?, ¿qué puerta?, ¿a qué lugar tenía que
ir? Pero nada, el silencio era mudo no había indicaciones y ella se seguía
repitiendo “o lo uno o lo otro, no hay otra manera de salir. ¿O la hay?” Quizás
si ensanchase el corazón para no olvidarse de su Señor…. No…. En esta vida
siempre hay que elegir, tomar decisiones; “o lo uno o lo otro”. Pero si ella no
quería, si veía que podía ambas cosas, todas las cosas, después de todo no
quería perderse nada, pero volvía a repetir “o lo uno o lo otro”. Todo esto
mientras caminaba, apretando el paso para llegar a la oficina. ¡Momento! ¿Para
qué trabaja? Para poder elegir entre lo
uno y lo otro, las posibilidades del primer día de trabajo se le agolpaban una
tras otra en la cabeza mientras seguía caminado y su cabeza cual metrónomo de
dos por cuatro seguía canturreando “o lo uno o lo otro”. No podía, no
encontraba soluciones a todas sus palabrerías, vanos devaneos de castillos
invisibles se presentaban delante de ella y mientras tanto la melodía seguía “o
lo uno o lo otro”. El camino se alargaba, subida al colectivo tenía más tiempo
para seguir meditando, tantas cosas…. Las seguía queriendo todas, como al
principio, ni una menos… pero la canción seguía golpeando “o lo uno o lo otro”
y ella repetía de nuevo “¡Lo quiero todo!” La melodía con su tempo constante,
le volvía a decir “o lo uno o lo otro”,
se bajó del colectivo estaba a dos paso de su concreto destino, pero en su
cabeza una lucha que la mantenía a años luz… “Vamos apurando” le gritó una voz
de mal humor… “cierto “apurar” se dijo ella, “en esta ciudad no vale
contemplar”; miró la hora llegaba tarde…. Apuró el paso después de todo la
lechera moderna trabaja para poder elegir entre lo uno y lo otro…
María Sol Rufiner
¡Muy bueno Sol! Hasta ahora en los tres textos, el tuyo el de Teresita y el de Paola, aparece ese deseo de totalidad del hombre y su impotencia de alcanzarla. Tus palabras al hacer alusión a la historia de la lechera, creo que suman la reflexión acerca del impulso hacia lo abstracto en que nos sumerge ese deseo. Es como una trampa: dejamos de ver lo que tenemos frente a nuestras narices y empezamos a flotar en abstracciones. Quizás la pequeñez de lo concreto sea la verdadera puerta al todo.
ResponderEliminarQué insoportables son esos "vamos apurando", siempre cortando de cuajo las elucubraciones y divagaciones mentales. Le pegaste en la tecla con las presiones de la vida moderna!
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