miércoles, 18 de abril de 2012

Insomnio (Federico Caivano)

Apolo y Dafne, John William Waterhouse (1849-1917)


Me despierto. Estoy incómodo. ¿Será cuestión de cambiar de posición, estar boca arriba en vez de boca abajo? No. ¿Es la almohada el problema, o quizás las sábanas? No. ¿Soy yo?
Tengo sed. Debería tomar algo. Me levanto. En la oscuridad intento sostenerme de las paredes del pasillo que recorro tambaleándome, desorientado.
“-Un momento, yo estaba soñando algo…”

Parado en la plataforma en altura de un equilibrista la vi, del otro lado. Un poco difusa, pero ahí estaba, jugando con sus cabellos, como siempre, despreocupada aunque estuviera ella también a tantísimos metros del suelo.
Mi momento era éste. Puse un pie en la cuerda floja y comprendí de repente la terrible verdad de tal nombre. Lentamente empecé a avanzar, tentado de volver a pisar la firme soledad de mi propia plataforma. Pero ya no podía; debía llegar al medio y esperarla allí o dejarme caer deshonrosamente.
Alejé la vista de mis pies y la interrogué con la mirada. Pero ese fue el paso en falso definitivo que me hizo dar cuenta de que ya el primero lo había sido, junto con todos los que le siguieron, pues su rostro tenía nariz, boca, orejas y cabello… y nada más.
En ese momento la vara con la cual me equilibraba se convirtió en una serpiente que me mordió la mano. Quise gritarle pero mi voz se apagó. El horror se apoderó de mí: otro hombre, sin ojos él también, había cruzado en un segundo toda la cuerda y ahora le susurraba cosas en el cuello mientras ella volvía su inexistente mirada al suelo. “¡Absurdo! ¿No se dan cuenta? No tiene sentido.”, pensaba yo.
De ahí en más fui volviéndome progresivamente más consciente del sueño, pues caí ya sin nada que me mantuviera en pie hacia el vacío, el cual se convertía en fin en una mediocre red de seguridad. De ahí en más, entonces, humillación. Pues viéndola ahora desde más lejos todavía que antes y fuera de juego, distinguía menos aún si me invitaba a subir de vuelta o volteaba la cabeza por casualidad.

Ya recuerdo. Pero, ¿ahora qué? Quiero dormir y no puedo. Necesito descansar y no encuentro ningún lugar cómodo por más que lo intente.
Recordando mejor mi sueño entonces, me respondo a mí mismo: ¿No es absurdo también, precisamente, hacer un esfuerzo por quedarse quieto? Y sin embargo…



Federico Caivano

6 comentarios:

  1. Al menos tu inconsciente tiene la delicadeza de tirarte una red y de dar una razón a tu caída, la atracción de esa mujer. Una mujer sin mirada. ¡Esa chica no te conviene Fede! Pero te la jugaste igual. Un grande.
    Me gusto como vas agrandando la letra conforme el recuerdo se hace mas nítido y como la inestabilidad en el caminar te lleva al sueño de equilibrista. Y la manera en que cerras el relato de la experiencia con la idea de la búsqueda del reposo, de alcanzar el centro de equilibrio, para poder descansar.

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  2. ME ENCANTO FEDE, ME SENTI MUY IDENTIFICADO. EXCELENTE COMO MANEJAS LOS TIEMPOS DE ATENCION Y TENSÍON LITERARIA, MIRA FEDE NO CREO QUE HAYA TIPO MAS DESGRACIDADO QUE YO EN EL AMOR, jajajaja Puedo escribir una novela. CAPAZ QUE COMO DICE MARISA, NO ERA PARA VOS. PERO TU NATURALEZA DE ENTREGA Y AUTENTICIDAD, CON RESPECTO AL AMOR, ES LO MAS IMPORTANTE.

    Sólo con mis ojos veo tu corazon,
    porque tengo mis latidos ciegos de dolor;
    el ensueño de mis llagas, dejan la sustancia
    de aquella consistencia
    Su ambición de mujer terrenal,me aleja
    y mis pálpitos de busqueda me interrogan
    sobre los latidos que todavía dejan su patencia.

    GRANDE FEDE. esto es muy sentido. UPA ESTAS MUJERES!!! jajaja



    Parado en la plataforma en altura de un equilibrista la vi, del otro lado. Un poco difusa, pero ahí estaba, jugando con sus cabellos, como siempre, despreocupada aunque estuviera ella también a tantísimos metros del suelo.
    Mi momento era éste. Puse un pie en la cuerda floja y comprendí de repente la terrible verdad de tal nombre. Lentamente empecé a avanzar, tentado de volver a pisar la firme soledad de mi propia plataforma. Pero ya no podía; debía llegar al medio y esperarla allí o dejarme caer deshonrosamente.
    Alejé la vista de mis pies y la interrogué con la mirada. Pero ese fue el paso en falso definitivo que me hizo dar cuenta de que ya el primero lo había sido, junto con todos los que le siguieron, pues su rostro tenía nariz, boca, orejas y cabello… y nada más.
    En ese momento la vara con la cual me equilibraba se convirtió en una serpiente que me mordió la mano. Quise gritarle pero mi voz se apagó. El horror se apoderó de mí: otro hombre, sin ojos él también, había cruzado en un segundo toda la cuerda y ahora le susurraba cosas en el cuello mientras ella volvía su inexistente mirada al suelo. “¡Absurdo! ¿No se dan cuenta? No tiene sentido.”, pensaba yo.
    De ahí en más fui volviéndome progresivamente más consciente del sueño, pues caí ya sin nada que me mantuviera en pie hacia el vacío, el cual se convertía en fin en una mediocre red de seguridad. De ahí en más, entonces, humillación. Pues viéndola ahora desde más lejos todavía que antes y fuera de juego, distinguía menos aún si me invitaba a subir de vuelta o volteaba la cabeza por casualidad.

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  3. Gracias a ambos por sus comentarios :)
    La verdad es un texto del que estoy muy orgulloso. Y sí... uno aprende así a concentrar sus fuerzas en otro lado cuando la cosa no va a ninguna parte. Pero bueno, gracias a este conflicto, pude sublimarlo y escribir lo que leen jejeje. Freud estaría orgulloso, creo.

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  4. Me encantó la representación por medio de ese equilibrista y la cuerda floja! genial! felicitaciones

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  5. Un cuento breve de Dulce Chacón. La moraleja, Fede: siempre podría haber sido peor! Mirá al pobre protagonista.

    "Antes de estrellarse contra el suelo, la miró con asombro. Saltaremos juntos -le había asegurado la bella bellísima-. Una. Dos. Y tres. Y él se precipitó. Y la bella bellísima le soltó la mano. Y desde lo alto, asomada bellísima en azul, le juró que le amaría hasta la muerte"

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  6. ¡Fede, estos días estuve con Insomnio! No me habrás contagiado, ¿no? Quizá también me esté sintiendo un equilibrista...

    ¡Muy bueno el escrito, por cierto!

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