La atracción del imán es irresistible. Por más que uno quiera, no podemos escabullirnos con facilidad de esos lazos embrujados que nos abrazan para atraernos hacia sí. Y si lo logramos –tal como todos hemos jugado de niños con estas piedras esotéricas- no es sin cierta violencia y obstáculos interpuestos.
El
inexplicable magnetismo del imán es una bellísima y ¿mecánica? metáfora del
amor.
¡Bendita piedra imán que nos llama! ¡Bendito
amor que nos enlaza con el ser querido! ¡Bendito amor siempre regalado y nunca
mendigado ni pedido!
Amar más, acercarnos más. ¡Linda misión! Experimentar el sano influjo
del amor que da lo que tiene a condición de que el otro haga la misma entrega.
Y
mientras escribo, medito en los “imanes” que tengo con mi señora; con mi
familia; con mis dos grandes amigos. Pienso en el imán poderoso y misterioso de
mi primer sobrinito que crece y me espera en el vientre de mi hermana.
Pienso en el gigantesco imán que Dios, el Señor, ha puesto a mi
disposición para que lo ame y lo busque apasionadamente ya que Él tanto me ha
buscado a mí.
Amar más, acercarnos más al otro. ¡Flor de tarea para nuestro imán!
Ignacio Leonetti
Muy bueno!!! Y cuantos imanes tenemos en la vida! Amar mas, acercarnos mas al otro... en sintesis permitirnos VIVIR la caridad y asi regalarle a nuestro buen Dios,la posibilidad de una sonrisa.
ResponderEliminar¡Qué buena imagen Ignacio! ¡Qué lindo moverse por atracción! Es la forma más facil y natural de moverse, ¿no?
ResponderEliminarYo también había pensado en la palabra "imán", aunque finalmente no la usé, y también la pensaba como metáfora del amor. De esa atracción a veces tan irracional pero que a la vez tiene tanto sentido seguir. Sin embargo hay algo que nunca supe responderme, y que veo también en tu texto, así que me animo a preguntar. Vos decís, y comparto plenamente, que el amor siempre es dado y nunca mendigado ni pedido. Yo creo que el amor es, por definición, gratuito. Amamos porque sí, no porque el otro lo merezca, o porque sea bueno, o lindo, o lo que sea. Amamos porque amamos. Pero a la vez está la contrapartida del amor propio y del respeto por uno mismo (al dar, a veces, amor a quien no nos ama). Y vos también lo ponés, cuando decís que es nuestra misión "Experimentar el sano influjo del amor que da lo que tiene a condición de que el otro haga la misma entrega.". Y nunca termino de entender, si el amor es gratuito y sólo se da, ¿por qué tiene como condición que el otro haga la misma entrega? ¿Por qué damos sin esperar recibir, pero en el fondo esperando que el otro también quiera dar(nos) sin esperar nada a cambio? No encuentro la solución a tal (al menos aparente) paradoja...
ResponderEliminar(por cierto, muy bueno el texto)
Querida Mery: gracias por tus apreciaciones y reflexiones. Personalmente creo que la paradoja encuentra su salida en la esperanza siempre presente e irrenunciable a ser personas completas. Por eso uno siempre quiere dar gratuitamente y espera del otro lo mismo dado que en el dar gratuito experimentamos -al menos como primicias- ese estado de completud.
EliminarQué coincidencia con lo de "imán"!
Bueno, espero que haya aportado algo mi reflexión.
Saludos!
Ignacio.
Una coincidencia más. Anoche un contacto de facebook, que no conoce este blog ni de lejos, puso como estado: "Estar enamorado es como si uno se tragara un imán y el otro fuera de hierro.". Me causó mucha gracia.
EliminarY sí, puede ser lo que decís vos, que aspiramos a ser personas completas y esa completud está en la comunión con el otro, es decir, en el darnos plentamente y recibir al otro que se entrega gratuitamente. Es complicado depurar las intenciones y esperar recibir al otro, pero sin que eso condicione nuestra entrega amorosa.
Aportó tu reflexión, aportó mucho y sigo rumiando el tema. ¡Gracias!