Westminster Abbey-Capilla de Henry V
“Thou hast me, if thou hast me, at the worst, and thou
shalt wear me,
if thou wear me better and better.”
(Me
presento ante ti, si aceptas esta presencia, en mi peor estado, y con el trato,
si me trataras, estaré mejor y mejor)
Shakespeare,
Henry V acto 5
Fue una experiencia interesante. Cuatro amigas decidimos leer, juntas y en voz
alta, la obra Henry V de William Shakespeare. Me compenetré de tal forma que
llegaba a encontrarme con la imagen de Henry V, de su reina Kate, y de su
entorno por donde fuera. Esta aparición
reducía, ¿o ampliaba?, mi existencia. La
imagen de Henry V usurpaba lo real, la dejaba sin fuerza propia, transparente. Con el pasar de los días esta imagen se
desdobló, y apareció una segunda imagen, la del rey Henry V, no el de la obra,
sino la de aquel que fue de carne y hueso y cuyos restos yacen en Westminster
Abbey.
Su espíritu me hablaba. Yo sentía que
estaba perplejo frente a la imagen creada por Shakespeare. Era un monólogo, como
si hablara o pensara para sí mismo. Así
decía:
“En el fondo, ¿Cuál es el sentido
de todo? (¿Does anything make
sense?) ¿La inmortalidad, por ejemplo, o
la trascendencia? Fue corta mi vida,
apenas 35 años. ¡Pero fue vida de rey,
de conquista, de valor! Sabía que
pasaría a la historia, pero: ¿podría imaginarme que me convertiría en un
personaje literario, en el héroe de una obra de teatro? Y, lo que es más grave, más inquietante, cómo
imaginar que esa imagen fuera más potente, más inmortal, más inspiradora, que
mi propia y real persona. Este
dramaturgo, quienquiera que sea William Shakespeare, (whoever he may be), dos siglos después de mi muerte decide
aprovecharme. Entonces, por fuerza de su capricho e imaginación, o de
lo que sea -algunos parece que lo llaman talento- revivo y surjo una y otra vez ante un grupo
de personas, que creen, ingenuamente, que ése soy yo. Esto puede suceder en cualquier momento y en
cualquier lugar del planeta: en Asia, en un nuevo (para mí) continente llamado
América, en la Patagonia, (¡qué nombre!), y no me extrañaría que algún día
aparezca en Marte.”
“Debo agradecer algunos discursos que
pone en mi boca por lo sabios, lo poéticos.
No me hubiera disgustado haberlos pronunciado tal cual. Si uno lo piensa, no es justo, pues él tuvo
tiempo de meditarlos y pulirlos, mientras yo los pronunciaba según mi ánimo me
los dictaba, en la urgencia del tiempo que obliga a actuar. Viví en medio de dificultades, de desafíos,
de circunstancias inciertas que debí afrontar como rey. Aquella vez que, antes de la batalla de
Agincourt, reuní para animar a mi pobre ejército antes de ir al combate contra
los franceses que nos superaban cuatro a uno, que eran fuertes, no estaban
reducidos por el cansancio y el desgaste que teníamos nosotros debido a la
travesía del mar, y a los muchos días de campamento con sus pestes. Estuve
bien, infundí ánimo, puse sentido en ese sinsentido que es un campo de
batalla. Éramos unos pocos, pero
valientes, unidos como hermanos.
Shakespeare me hace decir poéticamente, musicalmente: “we few, we happy
few, we band of brothers”. ¿Acaso estuvo él alguna vez frente al enemigo en
algún campo de batalla, cara a cara con la muerte? ¡No!
Por supuesto que no. Pero pone palabras muy sonantes en mi boca y recibe
los aplausos. Recibe la fama, la
inmortalidad, y su imagen de mi prevalece sobre mi verdadera e histórica
personalidad.”
“No puedo terminar de entender el valor de esa imagen evocada una y otra
vez por actores, por muy excelentes que sean ¡son simples actores! El teatro, ¿acaso no es para divertir un
poco? ¿Se puede tomar eso en serio? En la obra, Shakespeare me hace decir, ¡oh!
¡perdón!, le hace decir a su Henry, que no es poeta ya que no posee ni las
palabras ni su medida. Muy cierto. No puedo comprender más que la espada, la
ley, el poder. Yo fui rey. Siento, sin embargo, que debería hacer un
esfuerzo para entender lo que sucede.
Estoy francamente impresionado por la fuerza de esta imagen.”
La lectura de esta obra, que emprendí
gracias al ánimo puesto en conjunto por las cuatro amigas -leer Shakespeare no
es una empresa fácil- tuvo para mi varios descubrimientos. Los más valiosos tienen que ver con lo
artístico-literario. La manera en que
Shakespeare se compenetraba con el tema, se sumergía en su propia creación
hasta identificarse con cada detalle, cada episodio. Cómo jugaba con el lenguaje, variando la
forma de expresión según quien la usaba.
Noté su falta de amaneramiento, su estilo directo, su conocimiento del
ser humano en lo más íntimo, no importando su complejidad. Me maravilla que la lectura de esta obra haya
logrado producir en mi tan fuerte impresión.
Parafraseando al rey Henry V: “estoy francamente impresionada por la
fuerza de esta imagen”.
Lydia Zubizarreta
Parece que ahora hay tres Enriques. Los otros dos más el tuyo, Lydia. jajaja
ResponderEliminarNo leí la obra. Ahora me dieron ganas de hacerlo. Debe haber sido un personaje muy singular para dejar tanta estela.
¡Gracias Lydia! Y cuidado con las apariciones... Ya viste lo que le ocurrió a Hamlet. Estate prevenida.
Si, talvez estaba necesitando un buenmozo valiente como Henry V. No me pienso cuidar.
EliminarJajaja, ¡Tenes razón! ¡Apariciones las hay de muchos "tipos"!
Eliminar¿Muchos tipos? ¡¡Genial!!
EliminarMuy linda y original esta nueva aparición Lydia. Te recomiendo, por si no la viste, la versión en cine de la obra de Shakespeare que hizo Kenneth Branagh. Yo la vi a instancias de un amigo filósofo que ya apareció citado en este blog, Martín Bidau. Ahí representan la famosa arenga inolvidable del rey antes de la batalla! Y con el tema del titulo y de las apariciones que nombra marisa, en la gnoseología medieval las imágenes mentales podían ser llamadas "phantasmas" también! A tener cuidado en las noches patagónicas de luna y viento...
ResponderEliminarGracias, Ángeles, vi la película de Branagh, me pareció muy buena, sin embargo disfruté más del texto que de la versión cinematográfica, talvez por eso que decía Unamuno, que prefería leer teatro porque en la representación los actores, sus voces, sus gestos, le daban la sensación de que se interponían.
Eliminar¡Te agradezco el comentario simpático!
HOLA LYDIA. MUY BUENO.
ResponderEliminarESTA PARTE ME ENCANTO:
“Debo agradecer algunos discursos que pone en mi boca por lo sabios, lo poéticos. No me hubiera disgustado haberlos pronunciado tal cual. Si uno lo piensa, no es justo, pues él tuvo tiempo de meditarlos y pulirlos, mientras yo los pronunciaba según mi ánimo me los dictaba, en la urgencia del tiempo que obliga a actuar. Viví en medio de dificultades, de desafíos, de circunstancias inciertas que debí afrontar como rey. Aquella vez que, antes de la batalla de Agincourt, reuní para animar a mi pobre ejército antes de ir al combate contra los franceses que nos superaban cuatro a uno, que eran fuertes, no estaban reducidos por el cansancio y el desgaste que teníamos nosotros debido a la travesía del mar, y a los muchos días de campamento con sus pestes. Estuve bien, infundí ánimo, puse sentido en ese sinsentido que es un campo de batalla. Éramos unos pocos, pero valientes, unidos como hermanos. Shakespeare me hace decir poéticamente, musicalmente: “we few, we happy few, we band of brothers”. ¿Acaso estuvo él alguna vez frente al enemigo en algún campo de batalla, cara a cara con la muerte? ¡No! Por supuesto que no. Pero pone palabras muy sonantes en mi boca y recibe los aplausos. Recibe la fama, la inmortalidad, y su imagen de mi prevalece sobre mi verdadera e histórica personalidad.”
MAX HUNICKEN
La parte que destacás es la que pude escribir más directa y libremente. ¡Qué bueno que te gustó!
EliminarHola Lydia, me encantò tu texto. Me hace pensar en què estaràn pensando de sus imàgenes muchos personajes que fueron reproducidos por artistas. ¿Cuàn cercanos estaràn a esas imàgenes?
ResponderEliminarSi, yo también pensé después en eso que decís. ¡Gracias por tu interés y por leer mi texto!
EliminarLydia, me encantó la profundidad de su visión del personaje en ése, su mundo real.¡Gracias! - La imagen de él creada por el genio de Shakespeare dos siglos después aun permanece y, diría, que hace a la historia, pues es imagen perenne de alguien que fue "alguien" realmente. Por contraste, me induce a pensar en la dependencia tiránica de la "imagen", y de su culto, por parte de los "famosos" de toda índole, que la van (des)cincelando instante a instante en las redes sociales para adecuarse a los requerimientos circunstanciales del momento... ¿Alguno de ellos dejará materia para un Shakespeare del futuro?
ResponderEliminarEstanislao, con el concepto de imagen se podía hablar de tantas cosas, primero que nada con lo del Génesis, hechos a imagen y semejanza de Dios, y luego con la manía de la imagen que existe actualmente. Lo que me pareció extraordinario es que Shakespeare logra con sus personajes algo tan vivo que perdura a pesar de los siglos. El verdadero arte completa la Creación, se puede decir, y también, qué importa ser contemporáneo en arte.
EliminarAl final, la última frase mía se expresa mejor si digo que ser contemporáneo en arte no es lo que importa, pues el gran arte siempre es contemporáneo.
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