Las edades de la vida, Benjamín Palencia, (ilust blog.)
Después
de una jornada agotadora Jorge regresaba a casa; ‘desensilló’. Merecía un
descanso. A saborear un mate, con calma y en soledad. De su colección favorita
de CDs agarró el de los conciertos de Bach. De entrada, el tercero de
Brandenburgo.
Allegro –
mesurado, armonioso… Se ensoñó. Estaban los cuatro: su esposa Amalia y los
hijitos Marcelito y Jimena. Ésta era infante aun – no hablaba. Sin embargo,
sabía expresarse con llantos, ‘ojitos’, muecas y gestos… ¡Qué linda época
aquélla! Tantos recuerdos agradables pero también de sobresaltos…¿no? Sí, pero
con el amor que fluía entre ellos, se pudo… De su propia infancia sólo tenía
idea de lo feliz que fue… Ah, ¡la infancia, tan fugaz!
Adagio – Dejaron
de ser infantes. Crecieron. Como a todos los chicos entre tres y cinco años les
agarró la facundia – pasaron a ser ‘máquinas de hablar’, imparables. ¡La
paciencia para escucharlos y, luego, contestarles sus innumerables preguntas!.
Y algunas de ellas: muy de fondo, ¡eh! Para salir airosos siempre, ¡qué
aprietos! Luego el jardín, el colegio, la secundaria… sin incovenientes. Eran
aplicados – por supuesto con mamá Amalia detrás, de apoyo – y buenos alumnos…
Una época maravillosa. Por supuesto, ya noviaban. A sus ‘invitados’ se los
recibía siempre gustosamente. ¡La juventud!....
Allegro – Sus primeros empleos. Y Amalia, más
liberada, pudo dedicarse a sus
artesanías y cambiar un poco de “aire”. Los noviazgos de los dos jóvenes se
hicieron firmes, soñando futuros concretos, reales. La familia se reunía las
noches, después de cada jornada, al regreso. Armonía, paz - felicidad en la
sencillez…
…concierto para dos violines. Bellísimo.
Vivace – Esta vez
tampoco pudo soslayarlo: Los recuerdos irrumpieron “en vivo”, en pantallazos,
palpables. La enfermedad de Amalia. Internaciones, tratamientos, postración…
Esperanzas y decepciones. Su temple en la adversidad. Su
resignación, aceptando la voluntad de Dios y el sufrimiento para el bien de los
suyos. El amor y prodigalidad de los hijos, juntamente con él mismo, en
asistirla en todo momento y en especial para aliviarla con muestras de afecto:
palabras, miradas, caricias cuando los cada vez más fuertes paliativos ya no
surtían efecto. ¡Y qué bien que le hacían! Finalmente, él mismo renunció a su
empleo para dedicarse sólo a ella – y
acompañarla hasta el final…
Largo ma non tanto.- Después
su vida cambió. Descubrió el enorme valor del afecto brindado al sufriente, al
reconfortarlo; y para él mismo, el de una sonrisa o mirada de agradecimiento,
quizás apenas perceptible: ¡todo un
tesoro! Sin más, se alistó en esa misma clínica para dedicarse a personas
desvalidas. Ello le mantendría vivos aquellos momentos compartidos con su ya
difunta esposa. Lo asignaron al sector de hombres mayores; de eso hacía ya
cinco años.
¡Cuánta
miseria afectiva! Algunos ancianos iban encerrándose en sí mismos, como si
fueran perdiendo el habla y él, a partir de gestos, miradas u otros signos,
tenía que ir adivinando sus deseos, necesidades e incapacidades. Sí, como si se
tratara de criaturas, totalmente desvalidas. Ahí se compenetró del profundo y
drámatico significado del término “segunda infancia”. El deterioro corporal
impediría al alma del geronte expresarse cabalmente con palabras; al contrario
del alma de la criatura - cada día más vigorosa físicamente - que cada vez tratará
de establecer mayor comunicación con el mundo externo, en especial mediante la
voz y, luego, con la
palabra. Cómo que en la criatura el alma fuera posesionándose
progresivamente de su cuerpo, animándolo, más y más. En cambio, en sus pacientes
se iría produciendo un abandono paulatino por parte del alma a medida que,
deterioro mediante, sus respectivos cuerpos fueran muriéndose
imperceptiblemente, “de a poquito’, durante tiempos largos… hasta quedar
inservibles para aquella – lo que acontecería al instante mismo de la muerte…
Se
iniciaba la última obra del CD: el concierto para oboe y violín. Dos
instrumentos complementándose. Lo iba vivenciando a modo de contrapunto: Allegro
- concepción, gestación, nacimiento,
infancia… Adagio – plenitud… vejez,
senilidad y decrepitud – segunda infancia y … (segundo) Allegro - ¡la partida! o sea el nacimiento a la vida eterna,
¡inefable!
El ciclo de la vida - comenzando y terminando ¿con la
infancia…?
Sonó el teléfono: “Papá, esta noche no podemos pasar…
Estamos yendo con Huguito a urgencias. Está que vuela de fiebre. No sabés lo
preocupada que estoy…” – “No es para tanto, Jimena. Se le pasará. Son cosas de
la infancia… ¡Esperáááá…! Ya estoy saliendo para allá…”
Estanislao Zuzek