ZUTANO
A Polanco y a Calac los
conocemos bastante bien, por lo menos los que estamos habituados a encontrarnos
perdiéndonos en las rayuelas del Cronopio, porque ya escribieron los chinos o
lo hubieran escrito que recorrer laberintos tiene muchas significaciones, aún
cuando se trate de ese breve laberinto lineal que es la rayuela… aunque ahora
que lo pienso me parece que no lo leí en el Sutra del Corazón Prajna Paramita, texto sagrado del budismo, sino en Consonancias 15, página 5.
Pero volviendo a Polanco
y a Calac, una pareja que los antecede y que aparecía en todo tipo de textos (y
más bien en las actualizaciones domésticas del derecho romano, en textos legales
y éticos y en los que recrean situaciones posibles de encuentros o diálogos entre
distintas personas de las que desconocemos o hemos olvidado los nombres o
preferimos no darlos a conocer) eran dos recontratatarabuelos de Polanco y
Calac, me refiero a Zutano y Mengano, entre otros –para no citar a Perengano y
los parientes más lejanos en los grados de afinidad superior, inferior y
lateral-.
El asunto es que a
Zutano lo tenía tan visto –o mejor tan escuchado- que cuando la Cronopia que orienta este yiro nocturno me avisó que
se terminaba la vuelta me entusiasmé para participar y la perezosa Z me dio pie
para convocar a Zutano a informarnos de sus últimas andanzas.
Fue bastante inútil. Se
ve que está siempre afuera y en el contestador de su zapatería hay una
grabación con bastantes opciones, ninguna de las cuales conduce a hablar con
Zutano. Después de avisar con gentil acento de algún país latinoamericano
central que uno está efectivamente comunicado con la Zapatería Zutano, se
escucha una serie de opciones: si quiere averiguar precios, marque Z 1; si
quiere dejar un mensaje, marque Z 2; si quiere conocer los horarios en días
laborables y feriados tradicionales, marque Z 3; si quiere conocer los horarios
en los feriados nuevos, desplazados, trasladados o puente, marque Z 4… Cuando
el contestador llegó a … marque Z 54 sin mencionar todavía la opción de hablar
con Zutano, entré en esa etapa que ni Sartre ni Heidegger conocieron y que
supera la náusea, el anonadamiento y el ataque de pánico: el estrés existencial
de seguir esperando en línea durante un eón indeterminado, o de colgar y mandar
al reverendo infierno a Zutano y al que grabó el mensaje, sabiendo que tal vez
tarde o temprano tendría que llamar de nuevo. Tal vez sea lo mejor. Me voy a tomar
unos mates, y cuando junte ánimo y haya leído los aportes de tantos yirantes
nocturnos, voy a volver a llamar. En esta vida-mandala que no para de dar
vueltas y más vueltas arrastrándonos en su girar, podemos o no alcanzar
respuestas, pero no podemos dejar de preguntar, dejar de llamar, dejar de
interpelar.
Carlos Taubenschlag
¡Muy gracioso Carlos!
ResponderEliminarMe gusta cómo te vas por las ramas y luego retomas el hilo allí donde lo dejaste. Uno te va siguiendo con interés y se deja llevar. Como cuando eramos chicos y escuchábamos a algún tío contar una historia con todos sus detalles.
Y muy simpática esa alegoría del filósofo que insiste hasta el final con sus preguntas en el contestador automático. ¡Y Zutano que no se digna contestar! Una alegoría del la filosofía y sus laberintos del siglo XXI.
Lo voy a tener en cuenta, Carlos. Soy taaaannn impaciente que si a la primera que pido o pregunto no me responden voy a otro lado. En algunos casos es intrascendente pero en otros es más grave. De puro renegada me pierdo respuestas que tal vez exigían un poco de paciencia de mi parte. Me pasa mucho esto que describís, pero sin llegar a la z 54!
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