Martin Susnik, Una vida nueva
Sea cuando fuere que me toque retirarme, doblando en la última esquina de la vida (cosa por la que no tengo ningún apuro, aviso), tal vez tenga la posibilidad de pispear hacia atrás envuelto en la tentación de consolarme con la idea de que, mal que mal, le dejé al mundo un par de cosas de regalo. Algunas clases bien dadas, algunas poesías de juventud y otras tantas de madurez (dos o tres de las cuales incluso quizás valgan la pena), algunas canciones y composiciones varias, un par de páginas bien escritas y otras miles escritas bastante mal… Pero intuyo que eso no logrará consolarme demasiado. Levantaré mi labio inferior tapando el superior, así como cuando me pongo serio, frunciendo un poco el entrecejo y rumiando si es que habré dejado también algo de amor sembrado en algunas de las veredas que me había tocado recorrer, y casi con seguridad me perseguirá como mi propia sombra la sospecha de que, en el mejor de los casos, habrá sido menos del que podía haber sido.
Me reanimaré con la esperanza de que algunos testifiquen a mi favor en un eventual tribunal escatológico y llegado el caso, si me queda algo de lucidez, quebraré en llanto al darme cuenta de que no soy portador de mérito alguno para haber recibido la gracia de esos testimonios favorables. En ese momento quizás logre descubrir por fin de lo poco que había entendido todo esto de la existencia. Se me hará manifiesto que todo, al fin y al cabo, me fue y me es dado gratuitamente (desde la vida toda, hasta estos alegatos post-mortem) y que con la misma gratuidad debería haber respondido. Me percataré de que era verdad que el meollo del asunto estaba en eso del amor.
Amar es querer que el otro sea y sea plenamente. Así de simple; tan simple que se nos complica. En general uno se topa con unos otros que ya son, con lo cual el “querer que sean” se convierte en una especie de confirmación de esa existencia que, de hecho, ya está dada. Quizás por eso olvidemos la importancia de esa confirmación al suponerla obsoleta (¿para qué querer que sea algo que ya es?); entonces nos focalizamos en el “plenamente”, pasando por alto que no hay “plenamente” posible sin el previo “querer que sea”, por más de que el “que sea” se haya dado sin que lo queramos.
No sucede eso con las páginas y las canciones que uno escribe, es cierto. Ellas llegan a ser porque uno así lo quiere. Ahí se manifiesta la posibilidad de traer al mundo algo que no hubiera existido sin la acción queriente de los que lo causamos. Pero las páginas, las canciones y ese tipo de cosas, si bien permiten llevar a cabo el “querer que sean” de un modo originante, no alcanzan jamás – por buenas que hayan salido – un rango lo suficientemente alto como para hacerse merecedoras de un querer desbordante. Eso está reservado solamente a aquellos otros que son alguienes y no algos.
Hay un caso, sin embargo, en el que se conjugan las cosas. Un caso en el que alguien (y no algo) llega a ser porque otros alguienes querían que fuese. En esos casos traemos al mundo a un otro nuevo por cuya plenitud habremos de esforzarnos, cumpliendo a la vez el “querer que sea” y el “plenamente”. Son los casos en los que, según la terminología científica (siempre un poco insulsa para estas cosas) se unen un gameto masculino con uno femenino dando origen a un zigoto (o cigoto). Para decirlo quizás mejor, es el caso en el que el encuentro fecundo de la desnudez de los amantes dan existencia a los hijos.
En eso se esconde un misterio intraducible en palabras. Muchos de los que leen esto ya lo saben. También yo lo estoy sabiendo, lo voy aprendiendo, y lo pienso una y otra vez mientras miro a Sofía danzar en el vientre de su madre, mi mujer…
Ya falta poquito para que salgas al mundo. Dios quiera que con mami no nos cansemos de mostrarte, como a nosotros nos mostraron y nos muestran tus abuelos, que quisimos que fueras, que queremos que seas, y que seas plenamente. Dios quiera que seas una de las mejores cosas que podamos dejarle a este mundo de regalo.
Papá.
Felicitaciones, Martín! por el texto y la niña!
ResponderEliminarQué bien que arranca en la vida "tu" Sofia. Qué lindos sentimientos Martín. Y qué hermosura esa música. Llega a una familia llena de dones. Felicitaciones a los tres.
ResponderEliminarAquí estamos con ustedes festejando la vida nueva.
Muy bueno profeeee
ResponderEliminarFelicitaciones Martin !!!! Por Sofia, un milagro y un regalo del Amor, que llega cargada de bendiciones y esperanzas.
ResponderEliminarGracias por la lindisima refleccion.
Qué lindoooo Martín!! me hiciste llorar!! Justamente hace un par de días pensaba que si me tuviera que retirar, doblando la última esquina, me podía ir orgullosa por lo que llegaron a ser mis "zigotos". No solo son un regalo en sí mismos, sino que además; simplemente siendo, nos regalan este orgullo, esta plenitud de creer que en algo contribuímos. Ya vas a ver....
ResponderEliminar¡Muy hermoso, Martin! No recuerdo haber visto nunca un dirigirse tan espontáneo de un padre a la criatura, ya con nombre, que está por nacer, por decir, inminentemente. Ojalá, puedas brindarle esa espontaneidad durante toda la vida.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias a todos!
ResponderEliminarFELICITACIONES POR LA NIÑA Y EL TEXTO
ResponderEliminarMAX H