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A usted que tanto se queja de que sus zapatos le
quedan chicos, de que le lastiman los dedos y le sacan ampollas al caminar, de
que están rotos o de que resultan ser demasiado truchos para lo que gastó en
ellos, de que ya no le gustan porque no le quedan tan bien como le quedaban
antes o simplemente de que no tiene zapatos para salir, yo le pregunto…¿Alguna
vez se fijó en los zapatos de las personas que tiene a su alrededor? Estoy
convencida de que sí.
Seguramente, usted ha estado mirando esos zapatos
que brillan y está convencido de que volaría con ellos si los tuviera. También
ha mirado esos zapatos tan lindos que si usted los usara le quedaría mejor que
a su dueño y definitivamente sería más feliz. Sí, siempre creemos que podemos
ser más felices si usáramos los zapatos ajenos.
Pero no se ilusione amigo mío, usted ha estado
mirando mal. Si ha visto esos zapatos, vuelva a mirarlos detenidamente. ¿Acaso
no ve que no son tan cómodos como lo aparenta su dueño? ¿Acaso no ve que son
tan delicados que hay que tener tanto cuidado para que no se arruinen o se
ensucien? Además, ¿ha notado que por
mirar tanto esos espléndidos zapatos se ha pasado por alto esos zapatos que ya
nadie ve pero que todavía existen? Esos zapatos viejos, pasados de moda, que
están sucios y rotos de tanto uso. ¿No le llaman la atención? Usted que se
queja tanto de los suyos, ¿no ve que hay otros que están en peor estado? Sí,
también hay nuevos e increíbles zapatos, pero ojo con lo que pide, porque
podría concedérsele y que después no le gusten más, como le pasa con los que ya
tiene, o que resulten incómodos y le dejen mal olor en los pies.
Mire la diferencia. Esos zapatos viejos y usados que
usted ignora, a la larga, resultaron ser mejores y más cómodos. Así que deje de
quejarse y, antes de querer tener los zapatos del vecino, aprenda a elegir los
suyos y a caminar con ellos, que nadie le va a regalar los zapatos de sus
sueños, usted tiene que aprender que no es en la belleza en lo que debe
fijarse, sino en aquello que lo ayude a caminar tranquilo y seguro por la vida.
María Lanusse
¡Excelente! Un llamado a la realidad, y humildad. - Y sí... para mí ¡no hay zapatos más cómodos que los viejos, los muy usados! Quizás desluzcan pero, al caminar, hacen uno con el caminante, indisolublemente.
ResponderEliminarMuy bueno Maricuchi ! Me encantó ! Y como siempre dije hay que querer y amoldar los zapatos propios y antes de criticar o envidiar los ajenos hay que ponerselos, Y ahí nos damos de narices con la realidad, que ningunos nos quedan mejor que los propios , viejos nuevos o como esten, uno los quiere. Besos.
ResponderEliminarMuy simpático María. Es verdad que tendemos a apreciar lo bueno de los demás y a agigantar los propios defectos. Me gusta tu reflexión que nos lleva a tratar de tener una mirada más misericordiosa con nosotros mismos.
ResponderEliminarzapatos! Como soy loca por los zapatos estuve a punto de escribir sobre ellos. Me gustó mucho lo tuyo, María. Voy a tratar de no estar siempre con ganas de comprarme zapatos nuevos!!
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